...hace la bestia". Blaise Pascal
Bastaría con mirarnos un poco de lejos. Entonces se nos ve en guerra contra nosotros mismos.
Entonces nuestras divisiones, nuestras luchas, nuestras injurias, son las de un mismo cuerpo que se contrae y se desgarra en la sangre del alumbramiento.
Nacerá algo. Pero debemos abocarnos a forjar la síntesis.
A precio oneroso, la guerra enriquece el patrimonio espiritual de un pueblo.
Cada avance en el tablero de la guerra, pareciera dejar sedimentada una idea incontrastable de "patria" y de otros valores sagrados.
Pero cada derrota desnuda, devela desiertos de dudas.
Los pueblos suelen unirse ante cada cañonazo, ante cada niño muerto...de los propios.
¿Como medir a los pueblos?
Una manera honesta, para empezar, es observando su accionar ante el llamado de la Patria en su lucha por la Independencia.
Aún asumiendo la validez de estas afirmaciones, es deber el reconocer que
la misma guerra,
cuando es intestina,
no es una guerra
sino una enfermedad.
Sus secuelas y las alteraciones que genera, serán determinantes en el curso de los asuntos...indiferentes a la voluntad de quienes pensaron la cosa. Y a la de quienes trabajaron y lucharon.
Artigas entre los orientales, y Güemes en el norte, generaban simpatías naturales entre el gauchaje de la campaña, entre la peonada, la indiada y todo ese inmenso grupo de pardos, negros, de pobres...que también conformaban, tanto ayer como hoy, parte vital de aquel sueño que llamamos "Argentina".
A los jóvenes revolucionarios porteños, la mera asociación ideológica con estos grupos de marcado perfil arisco, rebelde a todo orden y a toda autoridad salvo cuando ésta era representada por su Caudillo, les significaba un escollo en el proceso madurativo del país; de aquel "país soñado".
Entre el elemento conservador y el reaccionario, se trate de comerciantes de peso, de estancieros, funcionarios o clérigos, estos grupos tan proclives a la anarquía y al bandidaje eran sencillamente cuestión tan o más acuciante que la del propio invasor godo. Este "Problema interno", que tendía a cobrar formas orgánicas ajenas a toda voluntad política...porteña, y que se conformaba de todos aquellos cuya sola presencia reflejaban un país indeseado y tan distinto al de los libros, país que no se quería dejar siquiera desperezarse.
No estamos solos.
Darío Lavia nos distiende y nos enseña magistralmente con sus ya conocidas "Postales".
Pablo Martín Cerone sigue ilustrando a veces y profundizando otras, acerca de la masonería en el Río de la Plata.
Y Pablo Camogli, gentilmente nos facilita su exhaustivo trabajo acerca de la Guerra de la Independencia, del cual entregaremos en cada número de nuestro Hornero, dos o tres batallas que merecen ser rescatadas del polvo. Agradezco a Pablo y a Aguilar (www.alfaguara.com) su cordialidad. (Siga al "link rojo")
Artigas, Alvear, Güemes, Belgrano, San Martín, Arenales, Gorriti, Rivadavia, Pueyrredón y muchos otros, aguardan inquietos aún por voces sin estridencias ni menoscabos. Algo de esto intentamos, desde el primer número.
Un Hornero
Este número, Virgilio le ha cedido honores a un amigo de la casa, a don José Ingenieros.
Como es hombre chispeante, sesudo y corajudo -y amigo de la casa con todos sus bemoles y sus sostenidos-, hemos decidido hacer una excepción: cada cita suya irá acompañada por su retrato.
"Me sentí con ánimo de seguir la conversación en este plano y lancé la pregunta:
' -Y que cree Ud. Maestro que le hace falta a mi país...?' 'Raza blanca, hijo; raza blanca'". (en charla con el peruano Eudocio Ravines y otros militantes desterrados de Buenos Aires por sus peligrosas ideas comunistas...)
La justicia histórica nos obliga a discurrir entre los actos políticos, de aquellas cosas que debieron entrar dentro del marco de lo previsible y aquellas otras que no.
Nuestros revolucionarios se basaron en el cálculo irrefutable del triunfo liberal corporizadas en la constitución de Cádiz; en el comienzo de una Era destinada a permanecer, en reemplazo de otra ya vetusta y oscura. No es apresurado pensar que, de haberse mantenido Napoleón (todo lo que conllevaba su sola presencia en el concierto del poder europeo), el impulso de la Asamblea del '13 hubiera terminado por armonizar las posiciones internas, ahorrándonos sangre y reveses de toda índole.
La retoma de Montevideo forzaba a Pezuela a contraerse. Ya dijimos que de no haber sucedido ésto se hubiera herido de muerte toda pretensión independentista rioplatense. Luego de Ayohuma, cerrar la tenaza con Vigodet en el estuario rioplatense hubiera sido algo muy parecido a un "jaque mate". Pero la sumatoria de esfuerzos, anárquicos y valiosos, de Güemes, Arenales, Warnes, Zelaya, y otros nombres de real valía, mantendrían con vida el ideal independentista al tiempo que tornarían nuestro norte en lugar caliente e inseguro...para todo el mundo. (en el número anterior hablamos de estos hechos que ahora apenas mencionamos).
Se equivocó Alvear en priorizar "la causa Oriental" por sobre "la causa realista". Ya dijimos esto: Artigas debió ser un aliado estratégico en todo momento; nunca un enemigo. Alvear falló donde fallaron y fallarán decenas de estadistas y esto es, en saber posicionar y posicionarse frente al conflicto, a lo inesperado, y a sus protagonistas.
Todo esto ocurre en un contexto en que el general Osorio hería de muerte a la revolución chilena en Rancagua; con Artigas punzante y activo desde el litoral tierra adentro - en breve veremos la sucesiva filiación al artiguismo de nuestras provincias mediterráneas-; y se rumoreaba que una fuerza inconmensurable partiría de Cádiz a poner en vereda a la insurrecta América Hispana (digo a la "hispana", porque a la "lusitana" era tarea a la que nadie parecía querer abocarse).
Una comisión de dos notables -Rivadavia y Belgrano- y un velocista como Sarratea, saldría con poderes amplísimos para negociar ante la flamante y restaurada corona...lo que diere a lugar.
Entrecasa, el Ejército reflejaba lo que el mundo de la política interna padecía: una indisciplina y un revuelo de voluntades sin un horizonte claro.
Algo hablamos de la sublevación del Ejército del Norte, nuestra fuerza defensiva por excelencia y agresiva dependiendo de las circunstancias(en cuanto a lo segundo, prontamente los gauchos le tomarán la posta de modo insoslayable).
Era tiempo para Alvear. El 9 de enero de 1815 la Asamblea lo designaría en el cargo de Director que él mismo creara para Posadas. Los tres meses y días del gobierno de Alvear fueron dignos de ser inmortalizados por Homero (o por el Bosco): nuestros jóvenes jacobinos intentando contener la rotura de todos los diques del planeta, de todos los lazos, la suelta de todos los dragones.
Entonces, vendrá don Manuel José García, un joven abogado que hará las delicias de los revisionistas, intentando negociar con Lord Strangford un acuerdo de protección inglesa. Con el Ejército del norte desbandado, Alvear enviará sucesivas embajadas a Artigas en tono reconciliador...pero (Ernesto Palacio nos lo hace notar) "nadie se aviene a negociar con los débiles".
Acorralado, huye hacia adelante. Esto explica Fontezuelas, hecho que determinará la tónica de lo que sucederá en los próximos cincuenta años. Pero no nos apresuremos. Disfrutemos del paisaje, que el viaje es un poco largo.
El 15 de abril se truncará su vuelo. El pueblo porteño está en las calles. El Cabildo habla por las bocas conservadoras y por la de los propios amigos de Alvear.
Mire usted: Alvear muere políticamente al mismo tiempo que Napoleón vuelve de Elba conmoviendo el mapa político del planeta. Fueron noventaisiete días. Nada para festejar. Vayamos un par de pasos hacia atrás.
De los muchos males y los escasos bienes
Pensar siquiera que el liberalismo era encarnado por nuestras fuerzas revolucionarias como el absolutismo por las españolas, es algo tan simple, que da pena que no haya sido cierto.
La guerra se desarrollaba a varias bandas. Lejos de presentar un frente consolidado,los virreyes [*]Abascal, [*]Pezuela, y el gobernador [*]Osorio, veían como la Península devuelta a sus reales dueños -para desgracia de toda la España joven y pujante-, generaba arbitrariedades y tormentos al tiempo que dividía notablemente las fuerzas y las voluntades entre los propios.
Juntistas, Consejistas, Liberales y Absolutistas...y Vilcapugio y Ayohuma, durísimo golpe al riñon mismo de la gesta.
Los conservadores metropolitanos harían de estas dos derrotas un arma contra el partido revolucionario, azuzando el pánico de los diputados provincianos que ya veían caer sus feudos en manos de los españoles. Bajo la presión de estos sucesos, los alvearistas jugaron su última carta: convocar la Asamblea para modificar la composición del ejecutivo colegiado, concentrando el gobierno en manos de un "Director Supremo de las Provincias Unidas". reunida el 21, eligió el 22 a Posadas, que se haría cargo del puesto el 31 de enero, debiendo ser asistido por un Consejo de Estado...
A poco de asumido, el Director Posadas no vería otra salida que una tregua consensuada en el plano interior, hasta tanto Fernando VII terminara por asumir y así poder leer el mapa de Europa con algo de serenidad.
Pero la realidad nuestra no se reflejaba en estas aguas.
Nuestro norte se había vuelto toda una pesadilla para el Directorio.
A la inequívoca voluntad de aquella Junta de Mayo de segregar el Alto Perú del resto del Virreinato, se le presentaba un obstáculo impensado y tenaz. Fuera de todo programa, haría su aparición en el plano político don Martín Miguel de Güemes.
De aquel acuerdo secreto entre Goyeneche y Castelli, vemos la intención poco sopesada de nuestra Junta de dejar librada a la voluntad de los pueblos lindantes al virreinato del Río de la Plata el resolver sus propios destinos. Ya vimos en su oportunidad como don Gaspar Rodríguez Francia se había adueñado de la suerte paraguaya al margen de cualquier generosidad porteña. Pero los Rodríguez Francia como los Artigas, no crecen de las piedras, con lo que, dejarlas libradas a su propia suerte era exactamente lo mismo que afirmar que ése destino, sería español (o 'quem sabe', con el tiempo...).
Vemos como Artigas brega por permanecer dentro de estos linderos, a pesar de la gravosa hostilidad con que se le trataba en el ágora porteña.
Vemos también como de aquella división entre "Juntistas" y "Consejistas", pasaremos con los años, a esta otra de "porteños" y "provincianos".
Cuando nuestra gloriosa Junta de Mayo tornó a convertirse en "conquistadora", según la apreciación de una inmensa cantidad de provincianos, mientras se volvía "anticuada y conservadora" según el parecer de nuestras ilustres y jóvenes mentes porteñas, se daría la palada inicial hacia lo que derivaría en el tiempo en "Federalismo" y "Unitarismo".
En un contexto de disolución paulatina, donde ideas como "patria" o "independencia" cada vez se las asociaba más con valores negativos que con sueños compartidos, Belgrano, desde nuestro norte, sabría leer correctamente la señal de los tiempos.
A poco de arribado a hacerse cargo del Ejército del Norte, don Manuel trabaría relaciones con un jovencísimo capitán que daría mucha tela para cortar a lo largo de nuestra independencia. Hablamos de Don Martín Miguel de Güemes.
El inicio de esta relación tan prolífica entre ambos, no podría haber sido menos auspicioso. Pero los años se encargarían de que las ambiciones y el arrojo de uno(Güemes) y la sapiencia y paciencia del otro(Belgrano) armonizaran perfectamente.
Volvamos. El Ejército se había convertido en algo peligroso y poco confiable entre salteños y jujeños. Ya hablamos de las derrotas y de sus efectos innegables en el inconciente colectivo, efectos que son apuntalados desde la inconducta de tropas mal alimentadas y poco consustanciadas con la gesta. Belgrano fue al norte como respuesta política más que militar. Los resultados de su misión están fuera de lo conmensurable. El éxodo jujeño, Salta y Tucumán, figuran indudablemente entre los más valiosos pasajes de la Guerra por la Independencia.
La gente invocaba a Goyeneche, así como luego lo haría con Abascal y con Pezuela. Quizás algunos confiaban en apurar las copas del sueño ralo de libertad porteña.
Usted se pregunta por Salta y por Tucumán. Nosotros también lo hacemos. Pero jamás tildemos a nadie por su desmemoria. Quedaremos mal parados.
[*] Güemes fue un baluarte de la "reconquista espiritual".
Para 1814, Güemes (recuerde el amigo lector que era del'85), ya era Capitán de Infantería. Un enérgico San Martín le daría el comando de las avanzadas patriotas en el norte. Con los años, también su relación con el gran General sería prolífica y sustancial para estos asuntos tan serios que tratamos. Por lo pronto, la clandestinidad de estos gauchos fieros darían réditos rápidos...y dolores de cabeza al Director Posadas y a Alvear.
Uno imagina a una Salta y una Jujuy -para seguir la ilación del relato- pobrísimas, devastadas, y sin tener claro que triunfo festejar; con fuerzas que se dispersaban y dejaban rastros de miseria a cada paso, en cada avanzada.
Así se hizo la patria. Este es el escenario. Bien lejos de cualquier cómodo escritorio (o biblioteca para el caso).
En estos tiempos aciagos, surge un Martín Güemes. Terror para medio mundo. Resolutivo, astuto, con algo de "indio", algo de español y algo de criollo. Vivo, preclaro, sumamente audaz, sin escrúpulos y con estudios. Una figura a involucrar seguramente, no a rechazar. Solo que Alvear era demasiado joven, y las luces tampoco abundaban.
Durante mucho tiempo, Rondeau, patrono por entonces de nuestro norte (recordemos que fue quien reemplazara a San Martín en su brevísimo paso como General del Ejército del Norte), intentaría lo que Alvear con Artigas en tierras cercanas.
Los resultados serán los mismos. Pero Rondeau, desde su mirador norteño, veía algo que desde Buenos Aires apenas se intuía.
Las propias filas realistas conspiraban contra Pezuela, la indisciplina y la desazón de todo un Ejército, donde oficiales jóvenes se asociaban a las ideas liberales de Cádiz mientras los más grandes en edad recibían con alivio las noticias del regreso de aquel orden natural de asuntos y personas. Todo forzaba a resoluciones que no llegarían nunca...
...mientras el Ejército nacional también se disgregaba.
Hombres como don Juan Antonio Alvarez de Arenales, don Ignacio Warnes, Güemes, maniobraron por entre el caos, improvisando escenarios y gestando milagros.
Si no había guerra, habría guerrilla. El gaucho improvisaría al soldado, el cuchillo y la tacuara harían lo propio con la bayoneta; el selvático monte al campo de batalla. Y si no podía vencerse al Enemigo, habría que hostigarlo. Así vemos y reconocemos a aquellos guerrilleros, centauros fieros que jaquearon y hostigaron a Pezuela en Cotagaita.
Estos personajes admirables de nuestra independencia llevaban entre sus tropas todo lo que lograban mesmerizar. Frailes, clérigos, coristas, indios, gauchos, negros.
Un ejército a la medida de la fuerza y de las circunstancias.
Esto nos trae a la memoria aquella frase de Simón Rodríguez, el mentor y tutor de don Simón Bolivar, cuando decía
La América española es original, originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales sus medios de fundar uno y otro. O inventamos, o erramos.
Semejante ejército y semejante escenario -pensaría un agobiado y desalentado Pezuela- solo puede combatirse desde la mano férrea de un Rey inclemente
Vemos como la subversión y el desorden no era patrimonio de nadie.
A fines de 1814, una comisión encabezada por Martín Rodríguez enfrentaba al general Rondeau. Pasquines arteros sembraron una duda letal:
¿Que pasaría si Buenos Aires volviera todo a fojas cero?
Muchas banderas españolas salieron de los armarios y comenzaron tímidamente a flamear como hasta hace no tanto tiempo lo hacían sin generar especulación ni recelo por ningún lado.
Dejaremos por ahora nuestro norte y volveremos hacia el sur, donde Posadas ya había renunciado, y Alvear jugaba su rol predestinado.
1815 revela la llegada a tierra firme de un expedición de diezmil hombres enviada por Fernando VII; unos dosmil quinientos al Estrecho del Panamá, y lotes importantes de pertrechos y municiones al Virrey Abascal. El resurgente Fernando buscaba poner sus propias manos en tierras americanas, donde un puñado de revoltosos malagradecidos, y hasta su propia parentela desde Río de Janeiro parecían ya haber cobrado vida y vuelo propios.
Desgraciadamente, las convulsiones domésticas de todo orden detenían la causa nacional, esterilizando ingentes esfuerzos de hombres de combate, al tiempo que desperdiciando una indudable ventaja: la localía.
1815 prácticamente será absorbido por los esfuerzos de todo orden por eliminar a Artigas...y a Güemes.
La dura, durísima derrota que nos inflijieran los realistas en Sipe Sipe sería el corolario de un año lleno de lecciones, todas sufragadas con sangre. Para finales del año, toda hispanoamérica, a excepción de las "Provincias Unidas del Rïo de la Plata", habría vuelto a manos de Fernando VII.
Estamos en los inicios del año 1815 y en el Fuerte de Buenos Aires podía verse aún el pabellón español. Pero dentro del campamento de Artigas, hacía rato que flameaba una azul y blanca.
Recordemos que para enero, Posadas sería reemplazado por su sobrino, el general Alvear.
Ya el interior no acataba las instrucciones del Directorio -tener presente que San Martín era para estos tiempos gobernador de Cuyo- y la derrota de Guayabos de las tropas porteñas a manos de Fructuoso Rivera, teniente de Artigas, daba por terminado un 1814 en ebullición y con ventajosa orientación artiguista.
Las tropas porteñas abandonarían el litoral dejando la clara impresión en todo el interior que 1815 sería "El Año de Artigas".
Mientras tanto, los diputados cordobeses Moyano y Pérez Bulnes visitaban el cuartel general del Caudillo con el propósito de recabar su apoyo para deponer a las autoridades subordinadas al partido directorial.
A mediados de marzo y ante el pronunciamiento popular en marcha, el comandante porteño coronel Díaz Vélez abandonaría Santa Fé al frente de sus soldados. Para el 2 de abril, sería nombrado gobernador interino don Francisco Antonio Candioti y el 14 ya Artigas visitaba tierras santafesinas para celebrar el éxito de la campaña rubricado por los sucesos de Fontezuelas a los que referimos en varias oportunidades y que ampliaremos en breve.
Artigas iniciaba desde Paraná su marcha sobre Córdoba para obligar -si hiciera falta- al retiro de las tropas que el teniente gobernador general Ortíz de Ocampo tenía apostadas en representación del Director. Ortíz de Ocampo renunciaría ante el cabildo abierto de Córdoba, designándose al coronel José Xavier Dïaz gobernador de la provincia mediterránea.
En el orden interno se ve claramente como Alvear no obtenía ningún rédito, al tiempo que Artigas no encontraba sino adhesión.
Encolerizado, enviaría un ejército de 1600 hombres al mando del secretario de guerra don Xavier de Viana y como jefe de vanguardia al coronel Ignacio Alvarez Thomas. ¿La misión? Llevar la guerra a las provincias de Entre Rïos y Corrientes y atacar directamente al cuartel de Artigas en Arroyo de la China.
Estas fuerzas agresoras encontrarían su disolución en Fontezuelas a comienzos de abril. Oficialidad y tropa se alzaron de consuno contra las órdenes del gobierno, viéndose Alvarez Thomas obligado a retroceder hacia Buenos Aires.
En paralelo, una rebelión masiva en calles de Buenos Aires determinaría la salida inmediata del Director Alvear y con él, el inexorable fin de la Asamblea General de 1813.
Vemos como Santa Fé es invadida por los indios. "En menos de un año los indios asolaron los pagos de Sunchales, Cululú, Prusianas, Ramada, Cayastá, Calchines, Añapiré, ambas costas del Salado y los fuertes de Esquina, Soledad y Almagro...".
La realidad suele presentar varias facetas. Lo interesante de destacar es que la circunstancia en que un gobierno se aboca a eliminar del tablero a un protagonista -Artigas- la vida responde con una dinámica que suele ser indiferente a cualquier intención política.
Uno no puede dejar de pensar que cientos de indios fuera de toda consideración filosófica, aprovechen circunstancias tan favorables. Lo que destacamos en este caso es que no hizo falta que pasara demasiada agua bajo el puente para que Córdoba, Santa Fé, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental, reconociera en la figura de Artigas a quien prestara apoyo efectivo en la lucha contra los españoles, los portugueses, los indios... y la propia Buenos Aires.
Con el retiro de Ortíz de Ocampo al frente de la gobernación de Córdoba, ésta quedaba ofiialmente incorporada al nuevo estado de cosas.
Volvamos (abril de 1815)al campamento de Fontezuelas, o a
la sublevación de tropas y oficiales (¿nacionales?, ¿porteñas?) enviados para someter a Artigas.
El jefe de tal ejército, el coronel Ignacio Alvarez Thomas (a la sazón, amigo personal de Alvear), afirmaba "Cuando un pueblo...se ve ajado, oprimido y degradado por la pequeña facción de hombres inmorales y corrompidos que en la actualidad componen y son los agentes de gobierno que representa el general Alvear, es un deber sagrado de sus hijos hacer todos los esfuerzos que demandan las circunstancias para librar a sus hermanos y compatriotas de los horrores que sufren".
No nos interesa la opinión de Alvarez Thomas en tanto elemento de juicio hacia Alvear, sino más bien como muestra cabal de como los resortes políticos y sus actores logran desentenderse con un simple movimiento oportuno y oportunista, de toda una cuestión que excede lo filósofico.
Vemos como las alianzas se disuelven ante un par de resultados negativos.
Vemos como aquellos principios que parecieran dar sentido a todo un movimiento, pueden caerse por razones de lo más explicables. Vemos que si los principios no sustentan moralmente a los pueblos, éstos terminarán por imponer, justificar o inventar nuevos principios. Todo lo demás es simplemente niñería, es dejar correr el tiempo, y ver transformar a la realidad y a nosotros mismos, del modo en que fuimos, al que siempre quisimos ser.
Ahí lo tenemos a Alvear recrudeciendo las medidas de seguridad interior. Poco le quedaba para dar desde la máxima investidura que él mismo había creado y se había procurado. Terminaría renunciando a su nombramiento de Director conservando para sí el grado de Comandante del Ejército. La Asamblea lo reemplazaría con otro Triunvirato, San Martín, Sarratea y Matías Irigoyen, con carácter de provisorio, cayendo en el general Rondeau la dirección de los asuntos. Impulsado por la fuerza de las cosas, el Cabildo porteño obligaría a la renuncia absoluta de Alvear quien amenazaba con atacar la ciudad ante la afrenta. Alvear huiría en una fragata inglesa en medio de un hostigamiento brutal. Así terminaba la Asamblea del año 13, con la mayoría de sus diputados engrillados y con Alvear exiliado.
Como colofón a la salida de Alvear del gobierno, el 17 de abril de 1815 volvería a izarse en el fuerte de Buenos Aires la bandera, esta vez celeste y blanca. ¿Que si esto es importante? Si lo es. Su sola presencia en lo más alto de la ciudad indicaba una posición y un curso de cosas, tanto en el orden interno como en el internacional.
Alto en la huella.
Llamamos "Argentina" al entramado de provincias, municipios, ejércitos, clero, funcionarios diversos, logistas, criollada, negrada, indiada y mestizaje diverso involucrado en todo este maravilloso juego del "Ser Nacional". Ni era "revolucionaria" ni "conservadora", ni "monarquista" ni "pelucona" ni "cuica". Era todo eso junto.
Es más. Uno a la distancia comprende cabalmente que la idea confrontativa y los intereses en juego, al tiempo que la eventual presencia en cualquiera de los lados del tablero, condicionaba a la gente común tanto como al ilustrado a tomar partido por algo que, quizás mejor madurado, jamás hubiera hecho. Este es el punto exacto en que queremos invitar al amigo lector a disfrutar de unas breves palabras de otro amigo muy querido, Antoine de Saint Exupèry. Nos habla acerca de una experiencia personal durante la guerra civil española...
El número anterior planteamos junto a don Juan Alvarez la cuestión geográfica virreinal y su correlato en la Junta de Mayo en adelante.
Ahora intentaremos abocarnos en un análisis mínimo pero insoslayable:
el de los partidos políticos o si lo prefiere,
el de las ideologías reinantes por entonces.
La labor filosófica y legisladora de la Asamblea del Año XIII podría resumirse en estos aspectos: Emancipación -ya vimos en el número anterior algo sobre el respecto- afirmación de la soberanía popular -algo complejo de describir-, estímulo a las instituciones económicas, reforma eclesiástica y expansión (secularización) y divulgación de "La cultura".
El factor principal de esta intensificación del espíritu revolucionario y de su aceptación silenciosa de las mayorías conservadoras fueron sin dudas los resonantes éxitos de Belgrano en Salta y Tucumán a fines de 1812.
Estos triunfos orientaron y espolonearon los ánimos generales, ya que, como bien se sabe, una Revolución triunfante bien puede ostentar sus credenciales sin timideces.
Lo "argentino" para esos tiempos era lo liberal, en contraposición a "lo español" que retrogradaba a tiempos aparentemente sin futuro.
Ser patriota significaba plena adhesión a "Las Luces del Siglo". Claro, esto siempre visto desde los ojos fervientes de cierta juventud de Buenos Aires.
Durante la truncada epopeya liberal de esta Asamblea de 1813, Alvear fue sin lugar a dudas su máximo exponente.
Nada de "remendar pasados". El porvenir yacía inmanente en cada afirmación, en cada frase del joven estadista. Si hubiera que escoger a una figura que representara estos nuevos intereses insisto, en contraposición a los antiguos intereses coloniales, sin dudas que sería la de Carlos María de Alvear.
¿Si fue ambicioso? Faltaría que se lo juzgara mal por eso. De la ambición de unos pocos nos iluminamos todos. Talentoso, corajudo, joven, irritante, masón, preclaro, Alvear representaba para la juventud jacobina porteña el modelo del buen patriota.
La Asamblea era su brazo legislativo y su caldero donde cocía el afrancesado caldo liberal con raciones suficientes para todo aquel que quisiera ser argentino (recuerde amigo que no era obligatorio entonces ni lo es hoy mismo esto de "querer ser argentino").
Con el solo apoyo de un radicalismo demagógico y el de sus camaradas de la logia -no ver a la Logia como un todo hegemónico, porque atenta contra su misma esencia-, se encaminaba rápidamente hacia una dictadura. Todo esto, ante la irritada mirada de las gentes de cuño antigüo, de moral y de reservas, quienes también eran patriotas y veían una degradación paulatina de aquellos valores iniciales del Mayo de 1810. Pero no era tiempo de revanchas ni regresiones en el orden local.
Escuchemos nuevamente a Ingenieros:
Durante el año 1814 -al restaurarse en el trono de España el consabido Fernando VII- el espíritu revolucionario declinó y crecieron en proporción igual los manejos de los conservadores; ponían estos particular empeño en agitar los ánimos difundiendo especies alarmistas y reclamando se hiciesen arreglos con las potencias europeas para evitar una guerra con la península. Cediendo a esta presión de los "pelucones" porteños y de los atemorizados provincianos, la Asamblea votó una resolución facultando al Poder Ejecutivo para entrar en arreglos diplomáticos con España y otras potencias europeas, ése fue el origen del nombramiento de Belgrano, Rivadavia y Sarratea, nombrándose más tarde a García (Manuel José) ante la corte portuguesa del Brasil. Consolidado en toda Europa el régimen monárquico, los emisarios tuvieron que amoldar sus gestiones a esta situación de hecho que no estaba en ellos el remover; diéronse pues a tantear la posibilidad de asegurar la independencia de su patria bajo la aparente condición de constituirla en monarquía sin que esto excluyera necesariamente su carácter democrático, representativo y aún federal. De estas gestiones, asentidas por conservadores y votadas sin la menor oposición por los Diputados de las provincias representadas en la Asamblea, bordaron más tarde innumerables comentarios provocados por la circunstancia de ser porteños los emisarios y por figurar entre ellos Bernardino Rivadavia. En esa época, ante la restauración de Fernando VII y los anuncios de grandes expediciones españolas, todos los "insurrectos americanos" estaban en la misma disposición de ánimos y avanzaban en análogas gestiones diplomáticas.
Muchos sueños se desvanecieron. Las renovadas instituciones nacidas a la luz del imperio liberal y que sustentaran toda la primera fase del proceso de independencia americana, se vieron condicionadas y obligadas a seguir la suerte de aquellas otras de la Península. Una pregunta para nada absurda que rondaba aún en las mentes más simples era
Si el levantamiento se efectuaba en el nombre del rey, ¿que otra cosa cabe sino felicitarnos por la terminación de su infausto cautiverio?
Este sería el consejo práctico que diera Lord Strangford a Sarratea en ocasión de su viaje al viejo continente, a negociar los términos...
A poco de restaurado a su corona, Fernando dio muestras claras de rencores y deseos de pronta venganza. Aquel rey idealizado por algunos y burlonamente tratado por la gran mayoría, lejos estaba de correspondencias caballerescas hacia quienes se habían alzado en su nombre. Preste atención a estas palabras de Ernesto Palacio
Una política de inteligente comprensión por parte de la corona habría podido acaso reanudar los vínculos rotos, prolongando así la subsistencia del imperio. Pero los Borbones no habían aprendido nada en el ostracismo, como es notorio, y se proponían acabar con los últimos restos de libertad en sus estados. Uno de los primeros actos de Fernando VII fue abolir la constitución dictada en Cádiz en 1812, restableciendo así la monarquía absoluta. Y con ello se tornaba imposible todo arreglo que no fuese una sumisión incondicional (inaceptable para los americanos), al tiempo que desatara en España una cruenta guerra civil.
Lo concreto es que la misma fuerza de los hechos llevaron a aquellos liberales más moderados y a los vecinos, funcionarios y hombres de peso saavedristas -sobrevivientes a la depuración liberal-, a horadar la imagen de Alvear principalmente dentro de su bastión: el Ejército.
Y justo cuando Alvear fantaseaba con ir rumbo a Lima a asestar el golpe de gracia a los realistas -tanto tira el fragor juvenil como una yunta de bueyes, parafraseando a Sarmiento-, decíamos, los conservadores del interior, y Alvarez Thomas y Martín Rodriguez -disculpe la insistencia, patriotas todos- soliviantaron las fuerzas, y ocurrió lo que narráramos antes: lo de Fontezuelas.
Si las victorias llevaron la ambiciones de la Asamblea y de su mentor Alvear a remotas tierras limeñas, la derrota pondrá las cosas en equilibrio. Y como solemos ver aún en estos días, hablar de "equilibrio" es hablar de "desequilibrio".
Endemientras, los ejercitos realistas nos volvían a la realidad cada tanto.
Vilcapugio y Ayohuma no fueron dos simples derrotas desperdigadas a lo largo de un proceso largo y sinuoso.
El temor se terminaría adueñando de las voluntades conservadoras al tiempo que ponía en apretura a los revolucionarios. Bajo este cielo tan poco auspicioso, Alvear buscó concentrar el poder de manos de la Asamblea con la creación del "Director Supremo de las Provincias Unidas".
La figura de Posadas no era de ningún modo agresiva ni despertaba la irritación como sí lo hiciera la de Alvear. La Logia mutaba para conservar el poder. Quizás Alvear pensaba en utilizar a Posadas del modo en que él presumía que el Deán Funes utilizaba a Cornelio Saavedra. No lo sabremos nunca. No importa, es una simple acotación.
San Martín, Logias e Independencia Americana
2º Entrega de 3
Pablo Martín Cerone
La Medalla Belga y el Anciano General
El 19 de enero de 1825 apareció una nota en el periódico "La Belge Ami du Roi et de la Patrie" ("La Bélgica Amiga del Rey y de la Patria") que informaba que Jean Henri Simon, grabador de Su Majestad, había sido comisionado por el gobierno para confeccionar diez medallas con efigies de hombres célebres, entre los que se contaba un remoto militar sudamericano, un tal José Francisco de San Martín. La medalla es el único retrato autentificado de San Martín de perfil, y lleva el enigmático texto "La III perfecta amistad const., Bruselas, 7 de julio, al General San Martín, 1825". Simon era un destacado masón. Muchos historiadores se han planteado si, en realidad, esta condecoración no era un reconocimiento de la masonería.
San Martín, con alguna breve interrupción, vivió exiliado en Bruselas entre 1824 y 1830, mientras Bélgica aún era parte del Reino de los Países Bajos. Desde allí remitió una carta a su compañero y amigo inglés, el general William (Guillermo) Miller acerca de su pertenencia a una sociedad secreta porteña de origen europeo, la Logia Lautaro: "No creo conveniente hable usted lo más mínimo de la logia de Buenos Aires: éstos son asuntos privados y que aunque han tenido y tienen una gran influencia en los acontecimientos de la revolución de aquella parte de América, no podrían manifestarse sin faltar por mi parte a los más sagrados compromisos".
Unas décadas después, alguien sí hablaría.
El ya muy anciano general José Matías Zapiola
(murió centenario en 1885)
compañero de San Martín en la Logia y en su campaña libertadora, reveló a Bartolomé Mitre la existencia de la organización, sus duras luchas internas y la ruptura definitiva entre sus dos líderes, San Martín y Carlos María de Alvear, que terminaría con la victoria de este último y el obligado ostracismo del primero.
Pero para entender qué era la Logia Lautaro tenemos que remontarnos a fines del siglo XVIII y a las relaciones de un revolucionario venezolano con una potencia extranjera.
Francisco de Miranda
Don Sebastián Francisco de Miranda Rodríguez, nació en 1750, hijo de un comerciante canario que había hecho fortuna en Venezuela. Estudió en la Universidad de Caracas y, tras alistarse en el ejército español en 1771, combatió en África del Norte, en las Antillas y en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos durante 1780 y 1781, cuando España, junto a Francia y los Países Bajos, intervino como aliada de los revolucionarios.
Viviendo como comerciante en Cuba, donde fue procesado por contrabando y lectura de libros prohibidos en 1783, fue condenado al destierro en el norte de África. Logró huir, jurando luchar contra la dominación colonial española en América.
Recorrió Europa y Estados Unidos buscando apoyos. Su condición de masón le facilitó el contacto con las personalidades más relevantes del mundo a través de las logias europeas y americanas.
Conoció, merced a los buenos oficios del entonces embajador de Estados Unidos ante la Corte del Rey Jorge, los precursores trabajos del jesuita peruano Juan Pablo Vizcardo, ya comentado brevemente en otra nota.
En Francia adhirió a la Revolución, que primero le nombraría general y luego lo condenaría a la guillotina. La caída de Robespierre le eximiría de la condena.
En 1797, en París, presidió una reunión de partidarios de la independencia de las colonias españolas de América. En Londres, en junio del año siguiente, fundó La Gran Reunión Americana, a veces mal llamada Logia de los Caballeros Racionales, debido al apelativo con que se conocían sus integrantes. La Gran Reunión Americana era una organización relativamente abierta, pero que se valía de filiales secretas para alcanzar sus fines, las que recibían el nombre de Logia Lautaro, en honor del cacique mapuche que se había sublevado contra los españoles en el siglo XVI. Dichas logias eran muy activas en Londres, París, Cádiz y Puerto España (en la colonia británica de Trinidad, justo frente a las costas de Venezuela) y su papel en la concientización de los expatriados hispanoamericanos en Europa es imposible de subestimar. Miranda logró a lo largo de los años el concurso de figuras tan importantes como los venezolanos Simón Bolívar y Andrés Bello, el chileno Bernardo O'Higgins y los salteños José de Moldes y Francisco y José de Gurruchaga, entre otros. El círculo de Cádiz contaría entre sus nuevos miembros, hacia 1808-1809, con otros dos militares rioplatenses al servicio del ejército español: José de San Martín y Carlos María de Alvear.
En Londres, sus hermanos masones le abrieron a Miranda las puertas del gobierno británico. En su ardor por hallar su apoyo, no vaciló en tentar a varios funcionarios con la hegemonía comercial en los vastísimos territorios del Mississippi a la Patagonia. Miranda pretendía formar con ellos un único Estado hispanoamericano independiente, para el cual había proyectado una constitución, ideado un nombre (Colombia) e incluso diseñado una bandera, similar a las actuales enseñas de Venezuela, Colombia y Ecuador. La idea halló eco, aunque debió esperar a 1802 para comenzar a tener posibilidades de concreción: en ese año, España entró en guerra con Gran Bretaña.
El plan Maitland y las invasiones británicas al Río de la Plata
Por ese entonces, en ciertos círculos del gobierno de William Pitt el Joven comenzaron a gestarse planes para una hipotética invasión a las colonias españolas de América del Sur. El plan más detallado fue redactado hacia 1800 por un militar escocés, Thomas Maitland, miembro del Parlamento y consejero de la Corona. El esquema suena perturbadoramente conocido: una fuerza invasora ocuparía Buenos Aires, avanzaría hacia Chile y desde allí atacaría Perú.
Pero el secretario de Guerra de ese momento, el Vizconde Melville, pensaba que había mejores maneras de conquistar los mercados de esa región: a través de la "influencia informal" del comercio y las finanzas (idea que el transcurso de las décadas revelaría clarividente).
El 16 de octubre de 1804, cuatro hombres se reunieron para desempolvar esos proyectos archivados: el primer ministro Pitt, el Vizconde Melville (entonces Primer Lord del Almirantazgo), el comodoro Home Riggs Popham… y el propio Miranda. Para frustración del Precursor, se tomó la decisión de esperar hasta que un eventual desarrollo favorable de la guerra europea facilitara el ataque, por lo que Miranda se marchó a buscar apoyo en Estados Unidos y Haití, entonces recién liberada de Francia. Intentaría sin éxito dos desembarcos en las costas venezolanas durante 1806, el último de ellos en agosto, casi simultáneamente a… el ataque de una flota británica comandada por Popham al Río de la Plata, a espaldas de su propio gobierno. Tras la invasión de España por las tropas de Napoleón en 1808 y la consiguiente reversión de alianzas, todos los planes que requerían la intervención directa de la Royal Navy quedaron en la nada.
Dicha invasión creó en las colonias americanas una situación de vacío de poder, que los independentistas aprovecharon para lanzar su revolución con mayores garantías de éxito. A instancias de la junta de Caracas, Miranda regresó a su patria en 1810. En 1811, un congreso proclamó la independencia y adoptó una Constitución inspirada en la de los Estados Unidos. Miranda fue puesto al frente del ejército rebelde y en 1812 se proclamó dictador para detener el contraataque español. Pero ese mismo año fue derrotado y capituló sin consultar a sus propios compañeros; desacreditado por sus errores políticos y militares, y enfrentado tanto a los republicanos radicales como a los terratenientes conservadores, terminó sus días en una prisión andaluza en 1816.
Postales de Europa
por Darío Lavia
1-Demonios y Parcas en el mar
En el libro "La Danza de la Muerte" (1816) se nos muestra a la Muerte, representada como un esqueleto, participando de todo tipo de actividad humana, desde la más saludable hasta la más riesgosa. La Muerte forma parte de la vida de todo tipo de personas, desde la alta sociedad hasta las clases más bajas, sin importar edades o educación. En este caso, tras un naufragio, que poco reconfortante es ver a la Muerte brindando y conduciendo el timón de uno de los botes repletos de sobrevivientes...
Danza de la Muerte, The English Dance of Death, Thomas Rowlandson, Londres, 1816.
2- Demonios y Parcas: La Pesadilla
Una de las obras más célebres del artista Füssli es "La Pesadilla", con que el pintor ilustró un poema de G.G. Foster. La imagen de una mujer joven, dormida con la cabeza y brazos colgando al borde de la cama, un íncubo parado en su vientre y, asomado tras una cortina, un animal que parece ser un caballo. En 1816, el ocurrente Cruickshank, parodió a su manera, convirtiendo el término "Night Mayor" (alcalde de noche) en "Nightmare" (pesadilla).
The Night Mayor, George Cruikshank, 1816.
The Night Mayor, George Cruikshank, 1816.
3- Demonios y Parcas...de la India
El gran caricaturista Thomas Rowlandson ilustró un libro dedicado a satirizar al Marqués de Hastings, gobernador general de la India. La "linterna mágica", cabal precedente del cinematógrafo, también sirvió como alegoría de cuestiones esenciales para el ser humano. Aquí vemos que la linterna tiene dos partes, "liberalidad" y "retrospección", en tanto que los tres espectadores son "Miseria", "Avaricia" y "Vicio", La Muerte y el Diablo parecen supervisar el show.
Fantasmagoria, una vista en Elefantia, The Grand Master; or, Adventures of Qui Hi? in Hindostan. A Hudibrastic poem in eight cantos by Quiz. Illustrated with engravings by Rowlandson, Thomas Rowlandson, 1816
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Fantasmagoria, una vista en Elefantia, The Grand Master; or, Adventures of Qui Hi? in Hindostan. A Hudibrastic poem in eight cantos by Quiz. Illustrated with engravings by Rowlandson, Thomas Rowlandson, 1816
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4- Demonios y Parcas...en el campo de Batalla
Como despedida de nuestra columna de esta noche, les ofrecemos una Muerte exultante, manejando la artillería gruesa frente a una carga de caballería y provocando bajas en cantidades industriales. ¿Quién podría negar que todo conflicto bélico trae aparejado un necesario festín para la Muerte...?
La Batalla, The Dance of Death, Thomas Rowlandson, 1816 .
La Batalla, The Dance of Death, Thomas Rowlandson, 1816 .
Segunda parte
Otra vuelta de tuerca.
El despertar de la minoría revolucionaria en Buenos Aires acompasada por el propio Alvear, había sublevado las rutinas coloniales. Los tiempos eran bien distintos y ya se vislumbraba como aún aquellos que jamás formaron parte de ninguna consideración, comenzaban a hacer su aparición ante un público atónito y ofuscado.
El feudalismo, libre del rey peninsular, resistíase a reconocer cualquier autoridad nueva, oponiéndose a la única ciudad que naturalmente podía investirla. Hordas de gauchos e indígenas comenzaban a recorrer el litoral y la sierra, capitaneados por sus patrones o capataces: la Vandea contra París. Los unos invocando la democracia federal y los otros movidos por pasiones localistas, agredían todos a la facción gobernante porteña que por su parte tomaba el camino harto frecuente de la demagogia a la dictadura militar.
Para febrero de 1814, Córdoba y Santa Fe ya estaban bajo la égida de Artigas, acentuando una posición y despejando un horizonte en materia política que de otro modo hubiera demandado de muchos años..imaginar a Córdoba bajo el brazo protector de Artigas es algo que jamás se podría haber dado de otro modo sino solo motivada por el odio compartido hacia Buenos Aires. "Poderosa fuerza es don Odio", parafraseando a Quevedo. Y así como la guerra puede enriquecer al patrimonio espiritual de una nación enlazando y conjugando, el odio horada en la misma proporción, en dirección contraria.
Córdoba se declararía independiente de Buenos Aires. Se empuja hacia un federalismo "a la san fason". Ahora, se enarbolaba la bandera celeste y blanca de Artigas, igual a la creada por Belgrano pero con listones rojos en sus bandas.
Para entonces, Alvear lucía en su sayo la retoma de la plaza de Montevideo (20 de junio de 1814), último bastión realista en las costas del Plata. Momento para seguir tomando notas de Ingenieros:
...el proceso de la Revolución argentina es análogo al de la Revolución francesa sin más diferencia esencial que su menor extensión; no es de extrañar que el mimetismo comenzado con la reedición de Rousseau por Moreno, viniera a rematar en el encumbramiento del joven militar (Alvear) que tenía en su imaginación a Bonaparte y acababa por realizar su soñado 18 Brumario.
La figura del joven estadista crece a ritmo descompasado. A medida que crece, más se aleja del entorno que le sustenta. Se aisla. Se pierde.
...
Con el Ejército sublevado, Alvear buscaría el protectorado de Inglaterra quien, en definitiva, comulgaba sus propios valores liberales, genética opuesta a la de la España feudal.
Los sucesos, rápidos como infaustos, no le permitieron desarrollar ningún plan.
Muchos años después, será defección del joven estadista lo que en su momento fue pura y explicable política de emergencia. Claro es, política al margen del pulso de la campaña y de la propia Buenos Aires que, dividida como lo estaba, no podía entrever de ningún ángulo como podíamos estar con un ejército sublevado, con los caudillos alzando al litoral en armas, con la sierra sustraida al Joven dictador, con un ralísimo apoyo ahora de los jóvenes inquietos de esencia revolucionaria, y con los logistas moderados ya definitavemente alejados aún de su cercanía en cualquier tenida...con el resurgimiento natural de las fuerzas reaccionarias, con los clérigos antes castigados y humillados y ahora ensalzados en la consideración general...buscar refugio en Inglaterra no era descabellado. Alvear, el Hombre Fuerte (o el dictador), se perderá para siempre.
La vida le daría su chance de reinsertarse con Ituzaingo y Camacuá, pero para eso, falta...Igual, con todo, Alvear coronaría en alfil, nunca en dama.
Los sucesos, rápidos como infaustos, no le permitieron desarrollar ningún plan.
Muchos años después, será defección del joven estadista lo que en su momento fue pura y explicable política de emergencia. Claro es, política al margen del pulso de la campaña y de la propia Buenos Aires que, dividida como lo estaba, no podía entrever de ningún ángulo como podíamos estar con un ejército sublevado, con los caudillos alzando al litoral en armas, con la sierra sustraida al Joven dictador, con un ralísimo apoyo ahora de los jóvenes inquietos de esencia revolucionaria, y con los logistas moderados ya definitavemente alejados aún de su cercanía en cualquier tenida...con el resurgimiento natural de las fuerzas reaccionarias, con los clérigos antes castigados y humillados y ahora ensalzados en la consideración general...buscar refugio en Inglaterra no era descabellado. Alvear, el Hombre Fuerte (o el dictador), se perderá para siempre.
La vida le daría su chance de reinsertarse con Ituzaingo y Camacuá, pero para eso, falta...Igual, con todo, Alvear coronaría en alfil, nunca en dama.
A fines de marzo de 1815, con más arrojo que cálculo, Alvear ordenaría un decreto infausto ordenando el paso por las armas a quienes atacasen al gobierno, los que divulgasen o inventasen noticias falsas, los promotores de deserciones y seductores de la milicia, los que conspirasen y en fin, los que conociendo conspiraciones no se dieran prisa en delatarlas.
El acabose. En este contexto llegaría Fontezuelas, y su posterior embarque con dirección a Río de Janeiro en buque inglés. Cerramos este capítulo ardoroso con las palabras de Ingenieros:
La oligarquía conservadora de Buenos Aires deseaba librarse al mismo tiempo que de los "revolucionarios" porteños, de los "pueblos" mediterráneos; su Junta equivalía, como poder moderador, aquella que trabara los pasos del Primer Triunvirato. Basta leer los componentes del grupo que volteó a Alvear y a la Asamblea (del Año XIII) para comprender que había resurgido el saavedrismo, operándose una concentración de conservadores y clericales; la misma que luchará contra Rivadavia, la misma que absorberá a Dorrego, la misma que hará el motín de los restauradores y sostendrá a Rosas.
Y vea, usted ya lo adivinó: el mismo encono que no diera tregua a Artigas por todo el frente litoral, ahora se concentraba en hacer desaparecer a los alvearistas del mapa político...y porqué no del físico.
La elección del flamante jefe de estado, nuevamente en manos del Cabildo porteño, recaería sobre el general Rondeau. Pero como éste se hallaba combatiendo realistas en el norte, su cargo recaería sobre el forzado insurrecto Alvarez Thomas, constituyéndose además una Junta de Observación que redactaría un Estatuto Provisional.
En misiva dirigida del Cabildo porteño hacia los generales Rondeau y Artigas, un elocuente párrafo rezaba lo siguiente:
"...informándoles del triunfo glorioso que han conseguido la opinión y la virtud haciendo desaparecer un Gobierno que puso a la Patria al borde de su ruina".
El movimiento rebelde triunfante, inspirado y conducido por el caudillo Oriental, contaba no solo con el apoyo de los pueblos del litoral sino con el de un importante sector de la ciudadanía porteña identificado con el ideario del conductor federal.
Así sería reconocido por el propio Alvear quien afirmaría:
"Yo hice al sistema bárbaro de Artigas toda la oposición que pude; pero desgraciadamente mis convicciones no habían pasado al entendimiento de la gran mayoría de mis paisanos". La revolución del 15 de abril de 1815 era el sello y rúbrica de estas afirmaciones.
La favorable repercusión de la renuncia de Alvear en toda la campaña, hicieron suponer a Artigas que se ofrecía al país la coyuntura ideal para iniciar el proceso de organización institucional con la participación igualitaria de todas las provincias y sin la influencia determinante de la facción portuaria y aduanera de Buenos Aires. El 22 de abril, en carta a Alvarez Thomas, Artigas diría luego de conocidos los acontecimientos de Fontezuelas
"En consecuencia, la guerra civil es terminada".
Tucumán sería la plaza donde se realizaría el congreso definitivo. La firme resolución de los Pueblos Libres de aceptar en Rondeau al nuevo gobernador, de descentralizar el gobierno y de confederarse el todo, derivarían en lo que la fuerza de los hechos dictaba. Esto era exactamente lo que se quería, aún teniendo presente que difícilmente un pueblo pueda saber fehacientemente lo que sea mejor para su salud.
Pero poco duraría el sosiego para el Protector don José Gervasio.
Estando el Congreso de Oriente -preliminar a Tucumán- en deliberaciones, arribarían a Paysandú el coronel Blas Pico y el doctor Bruno Rivarola, enviados por Alvarez Thomas, planteando a Artigas "se fijen los términos de la apetecida unión". "Las provincias de Entre Rïos y Corrientes quedarán en libertad para elegirse o ponerse bajo la protección del gobierno que gusten" rezaba el plego remitido.
Acto seguido, vemos...
...a 1500 soldados desembarcando en Santa Fé para deponer al flamante gobernador Candioti quien asumiera como ya vimos, en clara señal de apoyo al movimiento artiguista.
No había dudas: Artigas terminaría en estas instancias por abocarse a la situación de su provincia. Su solo nombre constituía la imposibilidad de cualquier acuerdo sustentable con Buenos Aires, más allá que el federalismo germinaba plantines caprichosamente a lo largo y ancho de nuestro territorio.
La organización de la Campaña Oriental sería su campo de acción.
Artigas emprendería un ambicioso plan de reformas agrarias. Su pleno conocimiento de las necesidades y aspiraciones de los sectores auténticamente representativos de la producción y el trabajo ganaderil lo autorizaban.
El futuro de la vida económica rioplatense era su mira. Sistematizó lo que otrora bosquejara don Félix de Azara, un notable español de las postrimerías del virreinato del Río de la Plata. La reglamentación agropecuaria de 1815, con clara orientación hacia la justicia social, constituye un documento directo y llano en donde consta la redistribución de las tierras, del trabajo y del ganado entre los más desposeídos.
Pero poco tiempo pasaría...
...para que las tropas portuguesas invadieran la Banda Oriental y las misiones, con el consentimiento del gobierno de Buenos Aires.
El maestro René Orsi nos introduce ahora en un terreno poco transitado el de los planes hegemónicos de los Braganza. Usted recuerda a Carlota. Pero el asunto ha ido mutando (el monstruo...siempre muta), y el tablero político ahora es bastante más complejo, y sustentable, por cuestiones que el propio Orsi nos enseñará de a ratos y que nosotros iremos aportando desde el llano. Prepárese para leer algo fuera de libreto, con la contundencia de un buen golpe al riñón.
Porque lo que debe quedar claro, es que para portugueses, ingleses...y para los liberales porteños, el verdadero enemigo...era Artigas. Pero, lo que jamás consideraron con la seriedad que el tema obligaba, era que, aún coincidiendo en esto, donde no había ni jamás habría coincidencias era en los intereses representados por cada una de estas partes. Esa actitud de fidelidad hacia quienes parecieran despertar mayor sustento moral, llevaría a nuestros dirigentes de toda orientación política a través de los años, a cometer una y ota vez el mismo error.
El fracaso de la diplomacia portuguesa en el Congreso de Viena y la posibilidad de manumisión que se ofrecía a la casa de Braganza por el relajamiento de la antigua preponderancia británica al menos durante los tiempos de reconstrucción de Inglaterra -cuyo gobierno trataba de superar el desbarajuste económico financiero originado por el dominio napoleónico en Europa y la guerra con los Estados Unidos de América- aportaron nuevas razones al partido brasileño encabezado por el Conde de Barca, partidario de que la familia reinante cancelara la tutela ejercida en el viejo continente por las potencias fuertes y afirmase su poderío y prestigio en estas nuevas tierras.
Se replantearía en la corte del regente don Juan la idea de encarar una política americana de envergadura -malograda en años recientes merced a los ingentes esfuerzos de Artigas y su gente-, que hiciera posible la ocupación de las fértiles llanuras del litoral rioplatense hasta conseguir anexión institucional de ese territorio.
Este reverdecer de ambiciones imperialistas no era nada ajeno al delegado del Directorio, don Manuel José García. El proyecto visto desde este lado del río era el de segregar algunas provincias de nuestro antiguo virreinato...las mismas que alguna vez habían sido convidadas con fervor y armas a ser parte integral de una nación próspera y surgente en su oportunidad...sin quererlo, volvemos recurrentemente a la cuestión geográfica, aquella que planteara con justeza don Juan Alvarez.
Pero no era solo esto. Subyacía la incorporación del flamante estado rioplatense a los dominios de la corte lusitana. García encararía su gestión desde el Janeiro con esta mira bien clara.
A esta diligencia se le sumaría la de Nicolás Herrera, instalado en Río desde la salida de Alvear. La invasión a la provincia oriental recién mencionada tuvo su sustento moral en sus propias gestiones. "Liberar las Misiones y las fronteras de las correrías de las guerrillas de Artigas y extender al Brasil hasta la margen septentrional del Plata, conforme al antiguo plan de 1678".[*].
García precisaba revalidar sus credenciales ya que la firma de Alvear no corría por entonces. El 27 de septiembre de 1815 llegaría desde Buenos Aires la confirmación de los plenos poderes de parte de Alvarez Thomas para representarnos ante aquella corte.
Todo una postal de la política exterior del porentonces.
Finalizando 1815 comenzarían a llegar a Río de Janeiro en viaje desde Lisboa los primeros soldados portugueses llamados a vertebrar los cuadros del ejército invasor.
Veteranos de la guerra contra Bonaparte, serían supervisados por un conocido de estas tierras: el general William Carr Beresford. Regresaría a tentar fortuna en el Río de la Plata con otras tropas y otra bandera. Solo que ahora, estaba en connivencia con ideólogos porteños que operaban desde el propio gobierno.
El arribo de esos cuerpos de ejército obligó a los ministros de la corona y políticos directoriales a apurar la planificación logística, adoptándose un proyecto preparado por el propio [*] Nicolás Herrera : el estado mayor al mando del general Carlos Federico Lecor desconocían tanto el teatro de operaciones como la idiosincracia de nuestras gentes.
El plan era tomar por asalto la plaza de Montevideo obligando a Artigas a reconcentrar fuerzas. Desde Montevideo se proyectaba la creación de una capitanía que asumiría el propio Lecor en carácter de gobernador.
Pero los portugueses tenían otras miras más ambiciosas aún.
Para asegurarse el éxito era imprescindible ampliar el radio de acción. No alcanzaba con segregar la provincia oriental. Había que separar de la unión nacional los estados argentinos de Misiones, Corrientes, Entre Rïos, Chaco y Santa Fé.
Una de las columnas al mando directo de Lecor avanzaría rumbo a Montevideo, y la otra atravesando el Río Grande del Sur penetraría Misiones con dirección a Corrientes y Santa Fé. Leamos algo de este plan dado a conocer en Londres recién a mediados de 1816:
As tropas portuguezas do Rio Grande entraram já por Missoes, passaram o Uruguay, e iam a atacar Corrientes que he o principal posto fortificado que Artigas tem no Paraná. Depois, vindo por este rio abaixo, nao terao difficultade em tomar Santa Fe, que he a chave da passagem para a margem meridional do Rio da Prata; assim ficará inteiramente cortada a retirada de Artigas para o interior do pais, ainda qeu elle alli tivese o que nao tem amigos que o acolhessem e protegessem. Se Artigas for com suas tropas de Montevideo a oppor-se a estes planos dos Portuguezes, deixa Montevideo, Colonia do Sacramento, Maldonado e toda margem do Rio da Prata daquella parte, sem forcas para resistir ao desembarque de cinco mil homens que por mar alli chegarao do Rio do Janeiro; e apertado entre dous exercitos, cada um delles superior ao seo, Artigas nao ten meio algum de resistir.
Corolario
Cerramos este número con la sensación de que pronto...¡seremos invadidos! Ya veremos hasta donde llega esta punta del ovillo.
Confiamos en que lejos de despertar animosidades, despertemos inquietudes.
A veces somos redundantes. Pero no alcanza. Todavía hoy nos debemos una lectura honesta y definitiva de nuestro ser. Esa lectura de ninguna manera es la que proveemos desde Un Hornero. Nada de esto es tán simplón que pueda resumirse a una visión sola por mejor intencionada que ésta sea.
Gracias a quienes publicaron las bellas imágenes de don Antonio Berni y de don Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, Xul Solar, dos artistas absolutos quienes generosamente y sin saberlo ilustraron y embellecieron este Nº6. También al marqués de Púbol, don Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí i Domènech, quien diera con el tono justo para retratar el desequilibrio emocional que arrebatara y terminara con la dictadura del joven Alvear.
Y vaya nuestro reconocimiento y respeto a todos aquellos quienes desde su propio lugar, hacen algo por alguien. A todos ellos, este pasaje de la Biblia, del evangelio de Juan: "...en verdad os digo que si el grano de trigo, después de echado en tierra, no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto". ("Más bueno era vuestra merced -dice Sancho- para predicador que para caballero andante").
A los lectores de toda América y del mundo de habla hispana, gracias.
Y a mis amigos Darío y Pablo Martín, ¡Gracias! Espero se sigan sumando hombres y mujeres de bien a esta publicación que tanto amamos.
Notas Relacionadas
Un Hornero piensa
volverPoco sabemos del trato que recibiera el Protector durante su exilio en tierras paraguayas. Daría lo que no tengo para presenciar quince minutos de conversación entre el genial Rodríguez de Francia y don José Gervasio...algo como un "Anti Guayaquil" tan característico en nuestro "realismo mágico", utilizando el término acuñado por Carpentier.
Pablo Camogli nos ilustra a la perfección
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Vilcapugio, 1º de Octubre de 1813
Lugar: Unos 130 km. al norte de Potosí y 100 km al este de Chuquisaca.
Jefe Patriota: General Manuel Belgrano
Jefe Realista: Brigadier Joaquín de la Pezuela
Fuerza Patriota: 3.500 hombres (1.000 reclutas), una numerosa indiada y 14 piezas de artillería.
Fuerza realista: 3.000 infantes, 410 hombres de caballería, 3.000 indios regimentados y 12 piezas de artillería
Reultado: Victoria realista
Pérdidas patriotas: 600 muertos, 1.00 heridos, 100 prisioneros, unos 1.000 dispersos, toda la artillería, las municiones (12 granadas, 235 lanzafuegos, 2.800 estopines, 1.087 cartuchos de cañón y 136.000 de fusil). 1.000 fusiles y unas 300 tiendas de campaña
Pérdidas realistas: 153 muertos, 257 heridos y 61 dispersos.
Duración: 7 horas.
Luego de armar algo parecido a un ejército regular y de pasar por Jujuy y por Potosí, Belgrano se puso en movimiento a comienzos de septiembre de 1813 para medirse ante el ejército real liderado por entonces por Pezuela.
Después de Salta, los godos se replegaron a Oruro y reemplazaron al general Goyeneche por el brigadier Pezuela al mando de las tropas reales. Este último llegó al Desaguadero a principios de julio y de allí pasó prontamente a incorporarse al grueso de sus fuerzas que sumaban unos cuatromil hombres con dieiocho piezas de artillería.
El plan de Belgrano era unir a sus fuerzas on las del coronel Baltasar Cárdenas (unos dosmil indios)y las del coronel Cornelio Zelaya para reunir unos seismil hombres y con ellos esperar al enemigo en la pampa de Vilcapugio.
Todo indicaba que la victoria final sobre los realistas en el Alto Perú estaba al caer. Esta sensación comenzó a desmoronarse el 27 de septiembre cuando Cárdenas fuera vencido en Ancacato por el teniente coronel Saturnino Castro quien no sólo le dispersara toda la fuerza sino que además se adueñara de toda la correspondencia entre éste y Belgrano. Con estos secretos militares en su poder, Pezuela se decidió por apurar sus acciones...
La realidad de los patriotas no traslucía buenos auspicios. "Más de mil hombres eran reclutas, la artillería era por lo general mala y mal servida; la caballería iba casi de a pie, la tropa mal provista de abrigo y el parque falto de acémilas para la conducción de las cargas" (B.Mitre, "Historia de Belgrano...")
Fueron los hombres de Manuel Ascencio Padilla quienes transportaron los pesados cañones al hombro hasta ubicarlos en el campo de batalla. Así y todo, nadie dudaba de la victoria, y Belgrano, aostumbrado a dirigir ejéritos improvisados, menos que ninguno...
En el amanecer del primer día de octubre de 1813, las avanzadas de Belgrano le informaron que el enemigo se encontraba a media legua de distancia... Al llegar al llano, formó Pezuela sus tropas en diferentes columnas paralelas y marchó en este orden, ganando terreno por la derecha hasta colocarse al frente de los enemigos, intercalando la caballería y la artillería entre sus batallones de infantes.
"A las 8 del día rompió la artillería enemiga (la de Belgrano) el fuego por su izquierda y enseguida su fusilería empezando por la derecha" (Francisco de Mendizábal, "Guerra de la América del Sur, 1809-1824")
El combate se generalizó en todas las líneas y Belgrano mandó a cargar a la bayoneta a toda su infantería mientras la caballería apoyaba por los flancos. Según Luis Argüero, los Dragones de la Patria, que formaban parte de la caballería, pelearon por única vez a pie en su historia. (Luis Argüero, "El combate naval de Martín García")
Por la derecha de los revolucionarios, el cuerpo de Cazadores del sargento mayor Ramón Echeverría "chocó con el batallón de Partidarios mandados por el coronel Felipe La Hera -otro de los Juramentados de Salta-. El Partidarios fue al fin hecho pedazos, su jefe cayó muerto y sucumbieron a su lado tres capitanes y como cien soldados entre mueros y heridos. (B.Mitre, "Historia de Belgrano...") Así los patriotas, le obligaron a ceder el campo, descubriendo en este hecho el flanco izquierdo de la línea", haciéndole dejar en el campo tres piezas. (Andrés García Camba, "Memorias del General García Camba")
Así, el centro enemigo atacado por los dos batallones del Regimiento Nº6, y los Pardos y Morenos, se entregaría a la fuga luego de que su jefe, el coronel Gerónimo Lombrera fuera herido, y su segundo, el comandante Zabala, fuera muerto. El centro arrastró a la Reserva y en el campo de batalla tan solo quedaron los coronelesFranciso Picoaga y Pedro Olañeta con sus fuerzas victoriosas por la derecha realista. Estos chocaron contra el Nº8 que cediera terreno mientras las balas derribaban a quienes se colocaban al frente. Este cuerpo (el Nº8)hacía su bautizo de sangre en Vilcapugio, creado hacía tan solo 80 días atrás con más de la mitad de su tropa en condición de reclutas. Allí cayó el coronel Benito Alvarez...El mayor Beldón acudió a tomar su puesto pero otra bala lo derribó muerto. El capitán Villegas tomó el mando del cuerpo y también cayó muerto. El que le sucedió, el capitán José Apolinario Saravia, también cayó herido de un balazo en pleno pecho. Finalmente, el batallón patriota "se arremolina y comienza a desorientarse", disponiendo Díaz Vélez "saliera la reserva a restablecer el combate. Esta orden (...) se cumplió con tanta flojedad y cobardía (...) que a poco de andada tuvo que contener el paso, porque el Nº8 venía en retirada y desorden y replegándose sobre la reserva, envolviéndola en la ruina" (Bernardo Frías, "Historia del general Martín Miguel de Güemes")
Por la derecha la caballería perseguía y sableaba a las fuerzas dispersas de los godos, mientra Pezuela y su segundo, el general Juan Ramírez, se dedicaban a reagrupar sus tropas a retaguardia. Si bien conservaban la ventaja por esa línea -la derecha-, todo indicaba que la victoria sería finalmente para los patriotas.
Pero "La Divina Providencia" como afirma García Camba, protegió a la armas del rey.
Castro, aquel salteño que había jurado en su ciudad natal nunca más tomar las armas contra las Provincias Unidas, aquel que había destruido los planes de Belgrano en Ancacato, volvió de nuevo sobre Vilcapugio, apareciendo con su escuadrón por retaguardia del flanco derecho de Belgrano, mientras cargaba resueltamente y acuchillaba al enemigo en medio de su triunfo de tal modo que introdujo entre sus filas la mayor confusión, obligando a un inesperado y precicipitado retroceso". (Andrés García Camba, obra citada)
(...) Al ver todo perdido, Belgrano tomó entonces la bandera y reuniendo algunos tambores y como a una cuarta parte de la reserva, subió a uno de los morros de la espalda donde hizo "tocar reunión, consiguiendo juntar unos doscientos hombres". Claro es que Belgrano no se rendiría ante el primer tropiezo, intentando renovar el combate por dos veces, consiguiendo solo llevarlo hasta el pie del cerro, rechazando las fuerzas superiores del enemigo, ahora en clara ventaja.
A las tres de la tarde, tras hora y media de tiroteos y tras sufrir el intenso cañoneo de Pezuela, Belgrano decidió retirarse del campo de batalla, reconociendo su derrota. Díaz Vélez partió hacia Potosí, mientras Belgrano, con unos quinientos hombres y los heridos a vanguardia se replegó hacia Macha.
Nunca antes, y nunca después de Vilcapugio, las fuerzas revolucionarias estuvieron tan cerca de vencer a los realistas definitivamente en el Alto Perú. La batalla, que parecía favorecer irremisiblemente a los patriotas, torcería su curso con la aparición inesperada de Saturnino Castro en su momento más crítico.
El propio Pablo Camogli en su muy buen trabajo 'Batallas por la Libertad' nos muestra
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Ayohuma
14 de noviembre de 1813
Lugar: unos 160 km al norte de Potosí y 75 km al este de Chuquisaca.
Jefe patriota: General Manuel Belgrano
Jefe realista: Brigadier Joaquín de la Pezuela
Fuerza patriota: 3.200 hombres (mil veteranos) más 8 piezas de a 1 y de s 2
Fuerza realista: 3.500 (3.000 de infantería, 250 de aballería y 250 de artillería), más 18 piezas de artillería
Resultado: Victoria realista
Pérdidas patriotas: 400 muertos, 700 prisioneros, 1.500 fusiles, toda la artillería, los bagajes y el parque.
Pérdidas ralistas: 200 mueros y 300 heridos (Mitre, Best); 42 muertos y 96 heridos (Mendizábal, García Camba)
Duración: 7 horas.
Los godos solo se movilizaron veintinueve días después de Vilcapugio cuando levantaron su campamento de Condo Condo, 70 km al oeste de Ayohuma.
Toda su tropa, incluso la aballería iba a pié, y la artilleríase transportaría a hombro.
Belgrano, apostado en Macha, el este de Vilcapugio, y su mayor general Eustaquio Díaz Vélez, lo propio en Potosí, se ocuparon todo ese tiempo en reorganizar el ejército gracias en parte a los refuerzos enviados por Francisco Ortíz de Ocampo, Juan Ignacio de Arenales e Ignacio Warnes desde distintos puntos del Alto Perú, y a la inmensa participación de las poblaciones indígenas cercanas. era tan grande el ascendiente de Belgrano entre los naturales, que éstos no sólo aportaría armas y caballería, víveres, agua y hombres al combate sino además, mantuvieraon el mayor de los secretos la posición del ejército patriota y los trabajos realizados para ponerlo nuevamente en condiciones de lucha.
Con lentitud, ambos ejércitos se fueron acercando. El 9 por la mañana, Belgrano ocupó Ayohuma mientras qeu recién el 12, los hombres de Pezuela descubrieron a los patriotas desde las alturas del cerro Taquiri, habiendo sufrido nevadas y lluvias constantes.
Más allá de la opinión de los oficiales que deseaban marchar a Potosí, y de una onsiderable ventaja en cuanto a artillería, Belgrano decidió afrontar una vez más, la verdad de las armas. Luego de dos días de espera, Pezuela movilizó sus fuerzas y comenzó el descenso hacia las pampas.
A las seis de la mañana del día 14 comenzó el descenso, formados en líneas de diez y con la artillería montada. Entretanto en plena pasividad, Belgrano y sus oficiales observaron el descenso del enemigo así como el cruce de un pequeño riacho y su posterior desaparición tras unas lomas, que le servirían de resguardo natural.
Belgrano había imaginado un ataque frontal. Muchso consideran un error el no haberlos ataado a la boca de la cuesta, durante las maniobras de descenso. Lo oncreto es que Pezuela, tras la lomada, asomaría amenazando el flanco derecho de los patriotas. Ante este escenario, los patriotas debieron reagruparse a lo ancho del terreno. Belgrano corrió a los Dragones de Balcarce hacia atrás, como reserva al extremo derecho adelantando su flanco izquierdo hasta quedar enfrentado al enemigo. este avanzó hasta la llanura, desplegando su temible artillería al frente de todas sus líneas. Y aquí vino el error fatal de Belgrano, el permitir que el enemigo monte su artillería sobre el terreno.
A las diez de la mañana, la artillería realista comenzó a cañonear a bala rasa al ejérito patriota. Según Mitre y Frías, los realistas lanzaron uatrocientas balas en treinta minutos. (...)Apagado el fuego de los cañones, Belgrano dio orden de cargar a toda su infantería, que debía previamente sortear un barranco, y a la caballería al mando del coronel Cornelio Zelaya, ubicada en el ala izquierda. Los patriotas abrieron un fuego sostenido por espacio de veinte minutos.
Por el otro lado, Pezuela recibía a Zelaya con toda su caballería (¡hasta su propia escolta!), dos batallones de infantería y diez piezas de artillería que esupieron cerca de cientocincuenta tiros de metralla en pocos minutos; por la izquierda de su línea, el coronel Valle desargñó toda su furia contra el flanco y la retaguardia del batallón de azadores que hasta entonces contaba con alguna ventaja parcial. Estos iniciarían retirada, siendo acompañados por el batallón de Pardos y Morenos, dejando a sus jefes respectivos, el mayor José Cano y el coronel José Superí, mueros en el campo de batalla. Pronto haría lo mismo el Nº6, dejando descubierto al Nº1 quien también se daría a la fuga.
La desesperada carga iniciada por Balcarce y el remantente de Zelaya sobre el flanco derecho enemigo, serviría solamentwe para cubrir la retirada de la infantería, aniquilada en aquel barranco. Amparado en este último accidente del terreno, Belgrano logró reunir a los dispersos trasladándose dos kilómetros a la retaguardia.
Como los realistas permanecieron inactivos habiendo traspuesto el barranco, por causa del cansancio y por estar ya definidas las accciones, el jefe patriota enarbolaría la celeste y blanca y reuniría unos cuatrocientos infantes y casi un centenar de los de caballería. Se parapetó en unas lomas pedregosas defendidas por un pequeño arroyo. ya en el campo de batalla habían quedado cerca de cuatrocientos muertos, setecientos prisioneros -con gran importante número de oficiales-, mil quinientos fusiles y toda la artillería y pertrechos.
La única salida era retirarse antes que los realistas volvieran a la carga.
Se designo a Zelaya con ochenta jinetes con la misión de proteger la retirada y evitar el cruce del arroyo del enemigo. Estos avanzaron escribiendo una heróica página de nuestra historia, cubriendo la retirada por 45 minutos hasta el final de la lúgubre tarde.
Dos días después, Belgrano entraría en Potosí con los restos de su ejército. De allí seguiría camino hacia el sur, dejando al teniente coronel Manuel Dorrego al frente de una retaguardia de unos quinientos hombres, llegando al Tucumán para fines del mes de enero. Allí, en Yatasto, entregaría el mando al coronel José de San Martín, pasando a servir abnegadamente bajo las órdenes del Libertador.
Prestemos atención
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"No hay que extrañarse. Aquel que no sospechaba lo desconocido que dormía en él, pero lo sintió despertarse en un sótano de Barcelona ante el sacrificio de la vida, la ayuda mutua, una imagen rígida de la justicia, solo conocerá una verdad: la verdad de los anarquistas.
Y Aquel que alguna vez haya montado guardia para proteger un grupo de monjitas arrodilladas, aterrradas, en los monasterios de España, ha de morir por la iglesia de España.
Hay doscientos millones de hombres que no tienen un sentido y querrían nacer...ser despertados. Ciertamente se los puede animar, vistiéndolos de uniforme. Cantarán entonces sus cánticos de guerra y compartirán su pan entre sus camaradas. Habrán encontrado lo que buscaban, el gusto de lo universal. Pero del pan que se les ofrece, morirán".
El genio universal de don Augusto Roa Bastos pone en labios de don Gaspar Francia esta sentencia profundizando el concepto
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...carece del Olvido suficiente para formar una leyenda. El exceso de memoria le hace ignorar el sentido de los hechos. Memoria de verdugo, de traidor, de perjuro.(...)descubren que deben vivir en un mundo hecho de elementos ajenos a ellos mismos con los cuales creen confundirse. Se creen seres providenciales de un populacho imaginario. Ayudados por el azar, a veces se entronizan en la idiotez de ese populacho volviéndolo aún más imaginario...migrantes secretos que están y que no están donde parecieran estar...
Un Hornero le recuerda el compromiso asumido...
volver...de abordar estos dos y otros tremendos combates por la Independencia, a lo largo del camino.
Hoy privilegiamos los hechos de Vilcapugio y de Ayohuma simplemente para afirmar el concepto que, desde estas páginas, se honra en la memoria tanto al hecho victorioso como a la derrota. De todos ellos nos alimentamos, y todos aportaron su elemento en nuestra construcción de identidad.
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