martes, 20 de septiembre de 2011

9.1816. Belgrano y el Congreso de Tucumán.



En sus últimos años, Belgrano vivió inmerso en un tremendismo que lo acompañaría hasta su temprana muerte.

Ya no esperaba nada bueno de Artigas. Al igual que nuestros hombres preclaros de la revolución, jamás confió en la democracia ni en el "federalismo" de los caudillos, "bribones incendiarios...con ideas de pura teoría". La anarquía lo encolerizaba y asustaba: no la aceptaba siquiera de momento como estación ineludible en la gestación de algo grande, de valor. Lo mismo en cuanto a la improvisación. Como si un movimiento revolucionario no estuviera siendo observado y fogoneado por dioses como éstos, indiferentes a veces a la voluntad de los Héroes.

De cualidades morales y de conducta inobjetable, Belgrano representa la hibridez en nuestro modo de concebir los asuntos.

'Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano', (Buenos Aires, 3 de junio de 1770 –  20 de junio de 1820), retrato sin información del artista tomado de galerias.educ.ar
Masón y católico. Organización, autoridad y liturgia.

A la hora de la reflexión supeditaba todo a una idea integradora y moral. "Nación" por sobre "provincias confederadas"; la religión católica por sobre el liberalismo ateo. Lo primero, la "nación", concepto que debía de ser definido en términos concretos, cosa que jamás sucedería por entonces. Lo segundo representaba lo heredado y lo asumido como propio, Porque en verdad, hablamos de "propio" cuando hablamos de aquellas cosas que ya ni nos cuestionamos y sin embargo nos preservan y nos reflejan al fin. De ahí que los jóvenes ilustrados porteños -sostén y fervor revolucionario-, desdeñosos de todo lo heredado, distaran tanto de las simpatías de Don Manuel.

Su punto justo era demasiado alto para nuestro pueblo como para cualquier otro..Sólo los individuos pueden proponerse a sí mismos alturas regias.

Los años han convertido a don Manuel en algo más valioso que un "estadista" o un artífice de la coyuntura. Su vida es un libro que debe ser leído a conciencia.

Personas como él nunca serán del todo comprendidas, porque se las desfigura acorde con los modos y los valores de los distintos tiempos que corrieron desde entonces entre nosotros, los argentinos. Nos acostumbramos a una lectura pobre, sesgada y voluntarista de nuestra historia así como de nuestro presente. Quizás yo mismo no esté demasiado lejos de ésto que tanto detesto. Quizás Belgrano, quien odiaba a "los bribones incendiarios...con pura teoría" no estuviera sino impregnado de "pura teoría", igual que aquellos a quienes honestamente aborrecía.

Don Manuel nunca entendió que las democracias, que tantos fastidios y dolores de cabeza conllevan, tienen en sí mismas sus correctivos apropiados; que bajo cualquier forma de gobierno subyace un principio conservador esencial; y que intentar plasmar una idea cualquiera requiere mínimamente del arte de obtener la voluntad "del otro", voluntad que no puede ser sustituida por una "idea genial" por mejores que sean las intenciones. Y si todo esto acontece en un contexto de gobierno democrático - el único garante de la libertad - , deberemos aprender a convivir con la barbarie, con el clientelismo, con el arribismo de algunos, la demagogia del político así como con la voluntad de la mayoría.

Porque la "libertad" no se aprende sino practicándola.

Porque nuestros males son el fruto de no haber asumido como propias aquellas conquistas de nuestros libertadores y porque a su tiempo fuimos esclavos de los Reyes, de las guerras, de los caudillos, del militarismo reaccionario y del egoísmo urbano. Ni bien se sembró la semilla de la revolución y de la independencia, nació el germen que nos obligaría a 'huir hacia adelante', abandonando cualquier otra forma de gobierno que no fuera la democrática. Pero Belgrano no concibió estas simples cosas que uno puede apreciar a la luz de los hechos resultantes y de las lecturas. Belgrano hizo mucho más que ésto: hizo historia.

No fueron pocos quienes muchísimo más acá en el tiempo, intentaron torcer el curso de los acontecimientos con el uso de la violencia en pos de la pacificación y la unión, excluyendo al pueblo -aparente beneficiario- de toda participación. Los resultados están a la vista.

Don Manuel le escribiría a Artigas y al mismísimo don Gaspar Francia en su convencimiento de las bondades de una monarquía incásica. Ni Dios ni los hombres bendicen la candidez cuando es ajena.

Un poeta ha dicho "felices los pueblos que no tienen historia". Ese escepticismo embellecido de un tibio acento lírico nos obliga a advertir que sólo las tribus nómades azotadas por todo viento de circunstancia no tienen historia. Para bien o para mal, el hombre debe ser parte del nacimiento de la "nación" en la que procure realizar su ideal de vida. Y ello conlleva el hecho que debe elegir y perfeccionar a su propio gobierno. Para todo lo demás, cabe la ineludible imagen de "la oveja y del rebaño".

El Congreso de Tucumán significó el punto más alto en su carácter de ideólogo. Flamantemente restaurado como general del Ejército de Norte, don Manuel vislumbró un nuevo orden de cosas impulsado por sus vientos de doctrina, finamente atemperados por sus lecturas de los iluministas franceses quienes a fuerza de enlodar al Absolutismo español, endiosaban las culturas indígenas, absolutas desconocidas para ellos...

'Don José de San Martín', retrato del maestro catalán don Fidel Roig Matóns (c.1920) tomado de docente.mendoza.edu.ar

...al tiempo que la bandera azul y blanca era empuñada y alzada por el poderoso y largo brazo del general San Martín en su gesta y su epopeya americana.

Pero la realidad americana jamás se ajustó a su lectura personalísima de los asuntos. Y Belgrano, ajeno a zalamerías, no pudo evitar la profunda tristeza de sus últimos años.

Vaya a su noble memoria este queridísimo número 9.

Las postales de Darío Lavia son más que apropiadas: son indispensables. En el alto del camino que le proponemos desde siempre las hallará. Ha contado para su realización con la participación de Ana María Vargas, una querida amiga de la casa. Debemos al propio Darío la bellísima ilustración de don Vicente Pazos Kanki, pilar en el periodismo rioplatense y sudamericano. Y de pura maldad, dejaremos la segunda entrega del genial estudio de Pablo Martín Cerone sobre don Hipólito Buchardo para nuestro número diez.

Para la segunda parte de este número, proponemos un estudio del Congreso del Tucumán, de su importancia por entonces, y de las lejanas voces y luces que se entreveran aún hoy en nuestros asuntos y en el modo de concebirlos y de asumirlos.

Sobre el final de éste número a modo de cierre y de yapa, algunas reflexiones acerca del periodismo, de los indios y de "algunas cuestiones irresueltas" que confiamos serán de utilidad para cualquier mente abierta.

Un fuerte abrazo, querido Lector. Cuente con nosotros.

Un Hornero.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Fines de 1814. En consonancia con aquellos lejanos juramentos de Mayo, el Director Posadas enviaría emisarios al viejo Continente: Sarratea, Belgrano y Rivadavia.

Estando "en los cuernos del toro", se intentó razonar con Fernando VII bajo la nueva figura de una monarquía constitucional que incluya un Congreso. Mucho de nuestra "argentinidad" se apoya sobre aquellas vagas ideas constitucionalistas, cocinadas en la espesa noche europea que amaneciera con la Restauración y con la Santa Alianza.


Las instrucciones de aquella comitiva eran tan amplias como podían serlo. Pero dejaban asentadas aquellas cuestiones sobre las que no habría marcha atrás. En ellas, claramente aceptábamos someternos al monarca restaurado debiendo éste reconocerle a sus colonias americanas una completa autonomía administrativa. Podía llegarse incluso a considerar la designación de un príncipe que nos gobernase, siempre que éste aceptare "las formas constitucionales que establecen nuestras provincias". Ante una negativa, las instrucciones eran de negociar prontamente con otra nación europea de rango que permitiera hacer frente a una segura y pronta reacción española.

Belgrano y Rivadavia llegaron a Inglaterra el 7 de mayo de 1815 durante los "Cien días" de Napoleón. Por entonces, Fernando buscaba las simpatías del Corso de un modo que a la distancia suena bastante indigno. Eran tiempos de zozobra. Pero llegó Waterloo y con él, el "terror blanco". El mundo respiraba aliviado y volvía a foja cero sólo que ahora ningún reinado europeo se avendría a tratar con naciones rebeldes: España iba a invadirnos irremediablemente.

No hubo resultados para destacar de los esfuerzos de aquella misión que quizás fuera abstrusa pero en nada felónica ni vergonzante.

Don Enrique de Gandía nos enseña
Francisco de Paula, el hijo menor de Carlos IV pudo ser rey del Reino Unido del Río de la Plata, o sea, de la extensión que correspondía a las actuales repúblicas de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay, con zonas adyacentes que hoy configuran otros países. La Constitución era muy semejante a la de Gran Bretaña, con libertad de cultos y de conciencia, libertad de imprenta, inviolabilidad de las propiedades y seguridad individual; precedentes indudables de lo que con los años proyectaría Juan Bautista Alberdi".

Es en este estado de asuntos en que Belgrano vuelve a las Américas. Para entonces, se celebraba en la ciudad del Tucumán, un Congreso.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

A su "carlotismo" reconocido, don Manuel le adosaría un componente nativo: un descendiente de los Incas. De aquel reinado "Incaico Borbón", Belgrano confiaba en sostener a las Américas en armonía con los acontecimientos europeos recientes, cosa improbable si sólo representáremos para la Europa un grupo de colonias anarquizadas y beligerantes encendida por caudillos ambiciosos e inescrupulosos.

Pocos se plantearon por entonces -Pazos Kanki fue uno de ellos- qué tan ambiciosos e inescrupulosos eran los reyes y señores del Viejo Continente.

Ahora, ¿cómo íbamos a armonizar con un Artigas enervando los ánimos del litoral así como los de nuestras principales provincias mediterráneas; con la guerrilla constante en nuestro norte, con el bloqueo brutal que mantenía a la región de Cuyo al filo de lo tolerable, con las cavilaciones de un gobierno porteño que no lograba legitimarse y con los ejércitos del general Lecor a pie de invasión, bajo el apoyo y el aplauso de montevideanos y porteños ilustrados?

En nuestro número 7 ya vimos algo de nuestra diplomacia de por entonces.

Nicolás Herrera y Juan Manuel García ofrecían de suyo y en representación de lo más escondido del Partido Directorial truculentas negociaciones en la corte de los Braganza en el Brasil, que coronarían con la invasión del General Lecor en nuestro propio litoral y en la Banda Oriental. Ya volveremos sobre estos asuntos delicados.

"Ver las cosas como son, y no a través de una bruma" es más espinudo de lo que debiera. Belgrano, fiel a las causas de Mayo y enemigo natural de un federalismo amorfo más declamado que comprendido, terminaría por convertirse en pregonero de un gobierno que, en el mejor de los casos, era un disparate.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

1816. "Revolución" e "independencia" tenían para entonces más de conato que de gesta. Cada mañana debíamos lavarnos el rostro con la helada y odiosa agua de la noticia de una nueva derrota.

La de Rancagua en Chile significó el retorno de los realistas al mando en tierras trasandinas y el consiguiente cierre de rutas y comercio desde y hacia el país trasandino. Cuyo apenas sobreviviría a esto.

'Don José María Morelos y Pavón' (1765-1815), retrato sin información del artista tomado de historiamundo.com
Desde México llegaban noticias del fusilamiento del cura y militar José María Morelos, ariete y doctrina revolucionaria en tierras aztecas. Previo a su muerte, sería degradado y declarado hereje por la Inquisición.

La tropa expedicionaria de Morillo dominaba a pesar de la heróica resistencia de los patriotas de la Nueva Granada al tiempo que Bolivar se refugiaba en Jamaica. (Recuerde el Lector que esa expedición, la encomendada por el propio Fernando VII al General Pablo Morillo, tenía por destino final la invasión a Montevideo, debiendo ser reasignada hacia Venezuela desde las Canarias por aquel triunfo y toma de Montevideo de Alvear para los días de julio de 1814).

Venezuela y Nueva Granada caerían a manos de los quincemil de Morillo.

'Don Martín Miguel de Güemes' (c.1910).Retrato del maestro don Antonio Alice (1886-1943) tomado de su biografía visual en museoroca.gov.ar
Si sumamos a esto las derrotas sucesivas de Huaqui (1811), Vilcapugio (1813), Ayohuma (1813), Vuelta y Media (1815) y Sipe Sipe (1815), llegado 1816 España no sentía necesidad alguna de resignar demasiado en materia de negociaciones. Volvían a enarbolarse sus estandartes en nuestras Américas con la sola excepción de lo que hoy llamamos Argentina, Paraguay y Uruguay. ¿Que "cómo" no nos llegaron hasta el cuello desde el Alto Perú? Recuerde también el Lector a Güemes y sus Infernales y a la resistencia de los notables y fieros combatientes desde las Republiquetas bolivianas (favor de repasar números anteriores).

De fondo en el tapiz de las naciones, presidiendo fantasmalmente la escena, aparece la imagen de la Santa Alianza.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Artigas asumía -por derecho de vencedor de Alvear-, la representatividad política, militar y moral del Litoral argentino.

'Artigas en la Ciudadela', óleo sobre tela (1884) del maestro montevideano don Juan Manuel Blanes (1830-1901), tomado de wikipedia
Y era claro que su sola figura desataba ondanadas de rencores y desprecio entre los porteños liberales y el propio Director quien se veía forzado a sentarse y a negociar con el Caudillo, negociación que lamentablemente jamás se consumaría.

El ser humano entonces como hoy en día, no termina por aceptar el hecho simple que jamás la verdad se concentra en un sólo bando, que ninguna postura representa en sí misma ni sólo perjuicios ni sólo beneficios, que cualquier causa política conlleva seres que la representen y que éstos intentarán adueñarse seguramente de sus logros habiendo o no méritos, pero que no la sintetizan (a la causa) en su sola y única persona. Y que a veces las cosas suceden de un modo que no nos gustan, pero eso no significa que ese modo sea el incorrecto o que tenga derivaciones negativas. Agréguese a esto que nada es tan simple que pueda ser presentado en pocas líneas, y que el "Bien" y el "Mal" son generalmente dos caras de una misma moneda.

Disculpe la disgresión. Volvamos.

Lo cierto es que las provincias no concedían representatividad alguna al gobierno directorial. Al Litoral insurrecto y la Liga de Provincias enconadas contra Buenos Aires se le sumaba el oportunismo de ciertos grupòs de indios, lo que generaba un escenario desalentador en el plano general. Como suele suceder, las consecuencias no se sufrían equitativamente entre todas las regiones de nuestras Provincias Unidas. Buenos Aires llevaba la mejor parte por causa de su comercio internacional y sus consiguientes remesas de divisas.

Lo interesante es que de allí, de las cuantiosas utilidades de las firmas importadoras, saldrían los empréstitos y las contribuciones - muchas veces forzosas- con que se financiaba el accionar bélico de entonces. La causa nacional se encontraba sostenida desde Buenos Aires por el comercio inglés. No es esto un hecho menor. Y las cuantiosas energías que demandaba el no poder doblegar a Artigas generaban pérdidas de toda índole, poniendo en coma el embrión de aquella nueva nación libre y soberana.

Entendemos que no eran sencillas tales negociaciones. Pero eran impostergables e indispensables para poder afrontar en una primera instancia al entonces enemigo brasileño; y para poder consolidar un proceso institucional mínimo que permitiera vislumbrar cualquier modelo de "nación" y de gobierno.

En este punto que acabamos de definir en trazos sin duda escasos y arbitrarios se hallaban nuestros asuntos cuando se reunió el Congreso de Tucumán. Quizás sean estos mismos puntos los que expliquen la necesidad de tal Congreso.

Fin primera parte

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Postales del Mundo


por Darío Lavia

1-Aymaras

Repartidos entre los actuales Perú, Bolivia, Chile y Argentina, el pueblo Aimará (o Aymará) desciende de los antiguos habitantes de Tiahuanaco (o Tiwanaku), fueron uno de los pueblos sometidos por el Imperio Inca y actualmente se los conoce como "Collas" (de "Collasuyo"). Sus pintorescas ceremonias están reflejadas en este elocuente grabado.
Indios Aymarás
Das Buch der Welt (Stuttgart,1862)
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2- Amazonas brasileño


A diferencia de los aborígenes de los demás países sudamericanos, el impenetrable Amazonas sigue ocultando tribus primitivas que de vez en cuando son "descubiertas" por investigadores de la Civilización.

Indios del Brasil en una festividad
Il Costume Antico e Moderno (Florencia, 1823-38)
de Giulio Ferrario
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3- "Pampas"


"Pampas" fue la denominación dada a los indios que habitaban las planicies pampeanas, pudiendo tratarse de tehuelches septentrionales, puelches, ranqueles, mapuches o la mezcla resultante entre diferentes etnias. En el siglo XIX diversos grupos de "Pampas" encontraron probada eficacia en los "malones", ataques sorpresivos e intensos contra tribus enemigas o bien contra poblaciones de colonos. El botín consistía en llevarse todo aquello que pudieran acarrear, desde caballos, cabezas de ganado, provisiones y hasta mujeres y niños para luego canjearlos por un rescate. Aunque se solían inflar los números de atacantes y botines para generar descontento en la opinión pública, el abuso reiterado del malón motivó el envío de tropas del ejército para defender las poblaciones de frontera.

Indios Pampas en la ciudad
grabado de Vincenzo Batelli
Il Costume Antico e Moderno (Florencia, 1823-38)
de Giulio Ferrario
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Lejos de los míticos patagones gigantes informados por los españoles, los tehuelches se extendieron a través de una región tan vasta que motivó que se sobreestimara su número y la expansión de su lengua. La invasión de los Mapuches y la Conquista del Desierto los dejaron al borde de la extinción. Actualmente, los censos aseguran la existencia de más de 10 mil seres descendientes de aquellos tehuelches.

Patagones de la Patagonia
Naturgeschichte und Abbildung des Menschen (Zurich, 1845)
de H.R.Schinz


4- Los antiguos habitantes


Durante milenios diferentes etnias se establecieron a la vera de las principales cuencas lacustres del Litoral y la Mesopotamia. La composición del área se distribuía en numerosos parches, promoviendo la explotación de variados recursos en distancias no mayores a diez Kilómetros. Esto les permitió - antes de la llegada de los conquistadores europeos- una subsistencia con ciclos de explotación estacional, generando una base continua y estable de energía, sin agotar los recursos ni realizar grandes desplazamientos geográficos en la región.

Indios de Sud América
New World History (1857)
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Fin del Interludio. Inicio de la segunda parte

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido
N B

Ya hablamos que en materia de política interior el clima era de alzamientos constantes (Bulnes en Córdoba, Borges en Santiago del Estero), órdenes y contraórdenes, inestabilidad que forzaba a los directores sin resto moral ni confianza por ningún lado a una virulencia y represión aleccionadoras y encausadoras que sólo terminaban por encausar sus propias renuncias. A Belgrano le cupo un papel en estas horas sombrías, papel que no despreció a pesar de comprometer seriamente su buen nombre en aras del interés nacional o de lo que permanecía en pie. A inicios de 1817 mandaría a fusilar a Juan Francisco Borges, cuya felonía era la de querer "independizar" a Santiago de Estero. La "canalla" entendería el idioma de la violencia. La nación por sobre la provincia. Lo "buscado" por sobre lo "encontrado". Sobre la muerte de Borges, diría don Manuel "Si yo me hubiese andado con parlamentos, estaríamos ahora sin entendimientos". Es muy cierto. Y como nosotros no vemos en la muertes hechos condenables en sí mismos, aceptamos y asumimos el error de don Manuel justamente por su estatura.

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El Congreso de Tucumán, o "...un gobierno que salvase la unidad de las provincias"

'El Congreso de Tucumán', oleo sin información del artista tomado de gedemente.blogspot.com
Don Bartolomé Mitre será quien dé la tónica. Transcribimos aquí unos párrafos completos mientras nos preparamos para una lección maestra:


El Congreso de Tucumán, a cuyo lado iba a ponerse Belgrano, era (...) la última esperanza de la revolución, el único poder revestido de alguna autoridad moral que representara hasta cierto punto la autoridad nacional (...) una parte de las provincias se había sustraído a la obediencia del gobierno central y éste, asediado por las agitaciones de la Capital y por las atenciones de la guerra civil, apenas dominaba en Buenos Aires. Aquel Congreso...presenta uno de los más raros fenómenos en la historia argentina. Producto del cansancio de los pueblos, elegido en medio de la mayor indiferencia, federal por composición y tendencias pero unitario por fuerza de las cosas, de origen revolucionario pero de ideas reaccionarias, dominando moralmente la situación, sin ser obedecido por los pueblos que representaba, creando y ejerciendo el poder ejecutivo, sin haber dictado una sola ley durante el curso de su existencia, proclamaba la monarquía mientras fundaba una república; trabajado interiormente por las divisiones locales, combatido por la anarquía, marchando al acaso, cediendo a veces a exigencias descentralizadoras de las provincias y constituyendo instintivamnte un poderoso centralismo, este Congreso salvó, sin embargo, la revolución, y tuvo la gloria de poner el sello de independencia a la Patria".

Si la Asamblea revolucionaria del Año XIII se caracterizó por su impetuosidad juvenil y cambio radical de modelo, ésta lo haría por su disposición reaccionaria y conservadora. "Mundos espirituales distintos" al decir de don José Ingenieros.

De natural religioso y monáquico, componían el núcleo mismo del Congreso del XVI el grueso de la clase acomodada y letrada del interior, acompañada por el Partido Conservador Porteño. Implicaba un abandono de aquella ideología revolucionaria y un regreso a la mentalidad temperada, colonial. Y marchaba por fuerza de las cosas y de las personas a contrapaso con aquel federalismo que enarbolaba el brazo de Artigas y que representaba el sentir de toda la paisanada.

El 24 de marzo de 1816 se reuniría este Congreso en la ciudad de Tucumán.

No estaban representadas todas las provincias. Algunas lo estaban con emisarios de dudosa representatividad. Ciertos representantes lo eran de sí mismos o de algunos emigrados, habida cuenta que no podían realizarse elecciones libres en territorios que se hallaban bajo el dominio de las armas españolas; otros eran simplemente oídos y ojos de caudillos que esperaban a que aclarase para negociar influencias; algunos representaban a oligarquías municipales de dispersos pueblos.

Cuyo enviaría sus emisarios. Lo propio harían los emigrados del Alto Perú y el Tucumán. Córdoba se sumaría con retraso y con reservas. Lo propio con la Salta de don Martín Miguel de Güemes, a la sazón provincia independiente.

En todo caso, la gran mayoría eran hombres unidos por el odio hacia la capital. Hombres probos y respetables, pero de escasa o ninguna participación hasta entonces en el movimiento general de la revolución. Mal preparados para la vida pública, eran más aptos para el púlpito y para el aula. ("Más bueno era vuestra merced -dijo Sancho- para predicador que para caballero andante").

Sin temple político ni fijeza de propósitos, era el elemento clerical y el legista quienes primero se apuntaron y quienes dieron sentido crítico a la reunión, tal y como sucediera en todas las asambleas políticas de la revolución. Los frailes don Justo Santa María de Oro, don Pedro Ignacio Castro Barros y don Cayetano Rodríguez, junto al sacerdote don Antonio Sáenz se destacaban de entre el plano de los religiosos. Y entre los abogados, don Juan José Paso, don José Mariano Serrano -escritores además ellos-, junto a don Pedro Medrano. Y entre quienes no portaban título alguno, la inmensa figura de don Francisco Narciso Laprida, don Tomás Godoy Cruz -hombre de San Martín-, don Eduardo Pérez Bulnes, hombre fuerte de Córdoba, don José Ignacio Gorriti y don Tomás Manuel Anchorena, antiguo secretario de Belgrano con quien compartía sus afanes monárquicos y su desprecio por lo democrático.

Las durísimas y estériles discusiones propias de una época convulsionada, así como el rencor y la desconfianza imperante en el seno del Congreso, generaron inicialmente sesiones de neto corte declamatorio. La coyuntura desmadraba las intenciones primarias, mientras las provincias seguían en su afán por independizarse al tiempo que el Ejército del Norte demandaba de pertrechos tanto como de doctrina.

'Don Juan Martín de Pueyrredón' (1776-1850). Oleo de su hijo el maestro don Prilidiano Pueyrredón, tomado de elmisteriodeprilidiano.blogspot.com
El propio Congreso comprendió que el ritmo propulsado arrastraría con todo el mundo conocido y con lo poco construido desde aquel Mayo, y se apresuró a conformar un gobierno representativo de las provincias convocadas. El cargo recaería sobre don Juan Martín de Pueyrredón por sobre la candidatura de don José Moldes, a la sazón enconado enemigo de la capital.

En aquellas circunstancias, sin dudas fue la mejor elección posible. La revolución recobró algo de su fuerza expansiva, la primer magistratura recuperó algo de la dignidad perdida, y se pondría dique a una disolución social y política en la que irremediablemente caeríamos llegado el año '20.

A poco de asumido, Pueyrredón se reuniría en Córdoba con el general San Martín comprometiéndose con su inminente campaña de Los Andes. A su regreso, debía abocarse inmediatamente al asunto de la invasión desde Brasil, asunto que le costara a Balcarce, su antecesor, su permanencia en el cargo.

Para julio y durante las deliberaciones, se sumaría Belgrano, a quien confiarían nuevamente el mando del Ejército del Norte con quien alcanzara nuestros más altos laureles en el campo de batalla. Lo haría en reemplazo del general Rondeau quien en franca decadencia, vivía pendenciando con Güemes en terrenos estériles.

La providencia quiso que mientras Belgrano desplegaba sus ideas monárquicas refrendadas durante su reciente experiencia europea en un Congreso donde sin dudas se las recibía de buen agrado, San Martín organizaba en Mendoza el Ejército de los Andes, preludio de su gesta inmortal americana, gesta que demandaba mínimamente de una declaración de independencia.

Los "cuicos" subordinaban toda declaración de la independencia a la adopción de un régimen monárquico, el traslado de la capital a Cuzco, el desistimiento de toda cuestión religiosa y el nacimiento de una dinastía incásica.

Tampoco piense el Lector que la realidad de Buenos Aires era homogénea.

Dos facciones se habían adueñado del centro de poder. Unos, los federalistas, con el apoyo del aún director Balcarce (supimos tener dos directores en un mismo tiempo, cosa que los años no parecieran haber cambiado sino más bien perfeccionado. Y recuerde a este punto el Lector amigo cuando hablábamos de aquellas cosas que aborrecía Belgrano: la improvisación y el desorden), sostenían la imperiosa necesidad de aceptar la fuerza de las cosas y asumir que Buenos Aires era una provincia más en un contexto de provincias confederadas, con lo cual se intentaría sumarla a La Rioja, a Córdoba, a Santa Fé, a Salta y a la Banda Oriental en materia de "independencia" del todo integrador. Primó por sobre esta postura la concepción unitaria de la cosa. Para bien o para mal, Buenos Aires no era una provincia más en un concierto entre pares. era la que detentaba el puerto, la de las mejores opciones...no había "igualdad entre iguales", y en cierto modo, por soberbio que esto fuere, desligarla de su protagonismo en los asuntos nacionales era algo inaceptable.

El Puerto de Buenos Aires representaba una salida natural hacia la Europa. Para Artigas esto no implicaba problema alguno habida cuenta que la Banda Oriental era un portal en sí mismo. Siempre estaba presente el modelo del Paraguay de don Gaspar Francia. Los ríos interiores del Paraguay permitían una salida a través del Brasil, sólo que una alianza con el Paraguay a efectos de explotar estas vertientes era inaceptable para los tiempos de marras. Con los españoles dominando las rutas del Pacífico, quedaba para los altoperuanos una sola opción clara: someterse a los porteños, o domeñarlos. Esto explicaría el cambio de la capital de aquellas Provincias Unidas hacia el Cuzco y la entronización del inca desde la óptica de los diputados altoperuanos, no desde la de Belgrano.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido


'Fray Justo Santa María de Oro' (1772-1836),fotografía tomada de 'Historia Argentina' de Diego Abad de Santillán, Wikipedia
A la declaración de nuestra independencia, un 9 de julio de 1816, le sucedería la pregunta elemental, la de bajo qué formas habríamos de gobernarnos. La de una monarquía era sin dudas la que concitaba todas las voluntades.

Debemos a la voz de un hombre de San Martín, el fraile don Justo Santa María de Oro, el simple hecho de posponer tal decisión hasta tanto se consulte "a los pueblos" sobre el respecto. Un reglamento de carácter provisional era lo máximo a que podía llegarse en el marco de un Congreso. Sin participación popular, no había modo de legitimar modo de gobierno alguno. A su firmeza probablemente debamos el no tener hoy en nuestros lares un rey, cualquiera fuere su linaje. No es un asunto menor el que estamos relatando.

Y si a nuestro fraile debemos la postergación de la elección definitiva de las formas de gobierno a adoptarse, debemos a don José Mariano Serrano el desestimar que la elección recaiga sobre la figura de un descendiente inca. Diputado por Chuquisaca en la Asamblea del XIII y por Charcas en éste Congreso, Serrano, a más de aportar elementos y argumentos notables en sostén de la idea monárquica, pondría el dedo en la llaga en cuanto al asunto del inca.

'Mateo García Pumacahua' (1740-1815) retrato sin información del autor tomado de wikipedia
No tan lejana era la experiencia de don Mateo Pumacahua justamente en el Cuzco. Su intento por rescatar elementos de entre la nobleza incaica le llevó a combatir contra los propios realistas del Alto Perú habiendo sido él mismo en el pasado un oficial realista. Con su lucha intentó exigir el cumplimiento de la propia ley española de Indias así como imponer la Constitución liberal de la España de 1812. A pesar de alcanzar un par de victorias relevantes, jamás lograría consustanciar su causa con los pueblos altoperuanos. Murió decapitado en marzo de 1815. Su experiencia distó mucho de ser algo promisorio o perfeccionable. Ya veremos la reacción de los propios altoperuanos afincados en tierras porteñas con relación a esta idea, la del inca.

La Logia aceptaba la monarquía. Pero el traslado de la capital y la figura del Inca era algo absolutamente descabellado.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido
'Inca en su trono con esposa y enano' (1893) grabado sobre una obra de Edouard Riou, gentileza de mi amigo Darío Lavia
A esta altura, no podemos no preguntarnos el porqué Belgrano propondría y sostendría algo como ésto que, aunque pudiera emparentarse con aquella noción de "Patria Grande", sin dudas era una medida absolutamente antiargentina y reaccionaria.

Belgrano necesitaba dar mensajes claros dentro de su círculo de influencia, el Alto Perú. Claro quedaba que a los Arribeños les hería en el pecho la arrogancia morenista, los excesos de Castelli en su estadía por esos lares al frente del ejército del Norte, Alvear, Monteagudo y el coro de jacobinos "abajeños". Era sin dudas un gesto conciliador y aunque de modestas ambiciones no dejaba de ser de carácter demagógico. "Romper" con Buenos Aires siempre estaba a la mano para estas cuestiones.

Pero San Martín, alejado de la frontera norte, necesitaba una rápida declaración de independencia. Las restantes cuestiones que se desprendían del Congreso le tenían sin mayor cuidado, manteniendo, a fuerza de conveniencia, su solidaridad con los logistas de Buenos Aires. En esta línea de razonamientos cabe preguntarse ¿porqué Buenos Aires conservaba la representatividad en el Congreso, habida cuenta que jamás participaría en la construcción de una "Bolivia gloriosa"? Por la simple razón de mantenerse cerca de las deliberaciones y no permitir que su ausencia pudiera ser aprovechada en ninguna dirección que confluyera a tal cosa. Tal cosa era inaceptable para Buenos Aires y lo era para el propio San Martín.

Como el Litoral no se hallaba representado en el Congreso, y Buenos Aires solo aportaba a la facción conservadora, era de fuerza que los diputados por Cuyo sostuvieran en pie la discusión en nombre de la logia y de lo que quedaba de Mayo.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Epílogo

Las Actas del Congreso eran encabezadas con la siguiente denominación: "Nos, los representantes de las Provincias Unidas de Sud América..." desplazando cualquier alusión a "Río de la Plata". Quizás no sea del todo cierto esto que vamos a afirmar ahora, pero a la distancia pareciera como que el espíritu democrático, republicano y "federal" parecía representativo de Buenos Aires y del Litoral. Y lo tradicional, lo monárquico, el orden institucional mínimo como para que un gobierno se sostenga y se evite a toda costa la anarquía, parecía del lado de los Arribeños. A la distancia, no suscribimos ninguna de estas dos posturas como propia y en ambas encontramos virtudes y defectos insalvables. También podríamos decir en cuanto a la designación "Provincias Unidas del Sud América" que era un modo de involucrar a toda la América hispana y no sólo al Río de la Plata. Se acerca a la "Patria Grande" y se aleja de la "Argentina".

No obstante y a este punto es bueno recordar que hubo quienes pensaron el dar vida a una nueva y enorme nación que contrastara con el absolutismo europeo. Ya en Europa la Santa Alianza se abocaba a destruir todo viento de liberalismo, de constitucionalismos y parlamentarismos, o sea, de la mera posibilidad de generar gobiernos sustentados en la voluntad popular.

Eran dos mundos, y América era el mundo liberal. Al menos eso se pretendía


Además, y disculpe la insistencia, podíamos prescindir de Europa en lo relacionado con lo político y lo administrativo. Pero lo comercial nos obligaba a ser cautos y a no nadar demasiado lejos de la orilla.

No debemos ignorar el hecho que cuando Napoleón abdica -abril de 1814- mucha de la contienda interna a lo largo y ancho de nuestra América llega inmediatamente a su fin. Esto explica en buena parte aquella comitiva de Rivadavia y Belgrano en la corte española. Ya habíamos visto que en su oportunidad cómo don Carlos María de Alvear ofrecía estas tierras a la corona británica en carácter de "protectorado" o simplemente de "colonia" inglesa. A los tiempos que corrían, el único triunfo liberal podía llegar a ser el de un gobierno monárquico constitucional y parlamentario. El "todo o nada" revolucionario se traducía a estos nuevos términos.

No es inviable la postura de quienes encuentran en estos pedidos una maniobra dilatoria de una decisión de parte de Fernando VII con miras a establecer una monarquía local, otro modo de "independencia" del poder absoluto de España.

Lo concreto es que aquella idea de "liberalidad" ha sido madre del borrego que hoy somos. De algún modo, los hechos anteriores, los presentes y los que vendrán llevarán su impronta. No de un modo claro y puro. Pero lo llevarán. Habrá que ver si además de "libre" era "independiente".

Ya escuchamos a Belgrano y su anuncio relacionado a la muerte del republicanismo en Europa. Aquí, los Caudillos lo escuchaban absortos. Nada más cercano al absolutismo real que el caudillismo regional. Representaban "verdad pura", tierra, sangre y hambre real sin influencia de libros ni otras ñoñadas. Belgrano diría "...están cansados de "Patria" y de auxilios y servicios y quieren probar la vía del alzamiento a ver si sale mejor".

Fernando VII por su negativa en conceder a las Américas algo en prenda de paz, perdería hasta el último níquel de sus antiguas posesiones. Nosotros, que fuimos a negociar desde el llano (dicen que dicen que Lord Strangford nos aconsejaba en estas direcciones), nos quedamos en el páramo, a la espera de una claridad que sin dudas no vendría jamás de Europa.

"Una monarquía temperada, llamando la dinastía de los incas por la justicia que envolvía la restitución de esta casa y por el entusiasmo general que poseerían los habitantes del interior con solo la noticia de un paso tan lisonjero para ellos".

Belgrano viviría lo suficiente para presenciar la inviabilidad de esta idea. Le escribiría a su amigo el peruano don Manuel de Ulloa: "Nada puedo remediar, nada puedo hacer, y sólo me pongo en manos de la Providencia por no caer en una desesperación espantosa y producir males aún mayores. ¿Cómo querrá usted creer que los peruanos que existen en Buenos Aires son los más opuestos y hablan como energúmenos contra la opinión del Inca? (...) ¡Ay! hermano mío: no veo el fin de nuestras desgracias, la ignorancia fue nuestra dote y no puede presentar otras consecuencias"

"Contiendas de aldea" es el modo con que José Ingenieros describió los asuntos tratados por entonces en aquel Congreso. El Tiempo se encargará de demostrarnos que en este caso, don José tenía razón. Pero si hay momentos ineludibles en la vida de toda nación, éste Congreso es sin dudas uno de ellos.
'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Yapa: De periodistas, de Indios y de una cuestión vigente e irresuelta.

'Don Vicente Pazos Kanki' (1779-1852). Retrato imaginario. Autor: Darío Lavia
La propuesta del Inca fue combatida duramente desde la tribuna por Rivadavia, pero muy especialmente por las editoriales destiladas desde La Crónica Argentina por don Vicente Pazos Kanki. "Para que las materias políticas se contraviertan" rezaba el postulado inicial.

En el marco del Congreso de Tucumán fueron suficientes los argumentos a la luz de las editoriales de Kanki así como de las nuevas evidencias aportadas principalmente por quienes se suponía debían propugnar la idea.

Su voz clara entre la espesa selva de nuestra argentinidad no debe pasar desapercibida. Pocos han luchado más abiertamente y con mejores luces contra don Manuel como lo hiciera este notable periodista en la época en que todavía existía tal oficio y arte. También reconocemos en don Pazos a todos aquellos periodistas que quieren salirse de la medianía y de la parálisis en la que viven sumidos desde hace décadas.

Fue quien, en soledad entonces, planteó algo que quizás jamás haya sido cierto, pero que hiciera trastabillar a las mentes afiebradas de monarquía del Congreso: Los primeros promotores de la dinastía de los Incas habían sido los propios españoles quienes desde Montevideo buscaban confundir y embarazar a los patriotas blancos.

Una duda quedó instalada. Si a los indios pertenecía la tierra que se pisaba, y si el derecho del vencedor podía ser exhibido sólo por la España, ¿que mejor derecho podrían presentar los americanos para reclamar la tierra como suya?

Sin dudas se trata de cuestiones emparentadas con lo jurídico, pero esencialmente son de orden retórico. No es necesario aclarar que lo jurídico es lo accesorio en toda esta historia, no lo principal. No importa: el periodista desde la zozobra que genera su pluma exige claridad en la respuesta del político, obliga a repensar lo que ya está consabido, a contemplar incluso las cuestiones jurídicas de orden interno e internacional en que puede incurrirse por descuido u omisión, y a su modo, contribuye con la democracia en eso tan delicado y vital que definiría el maestro don José Manuel Estrada cuando refiriéndose a quienes gobiernan dijo "...la frente altanera y el corazón cuitado de (...) quienes cogen la antorcha y la apagan y duermen cuando es hora de obrar". De esto se trata.

Y en cuanto a los indios, sus asuntos corrían por la misma senda que los de españoles y criollos. Debían ser representados en un gobierno nacional, como parte de un todo nuevo y original.

Tengamos presente que no todos los indios eran incas.

'Indio Peruano' (2008) Retrato de Giampietro Nardello, tomado de artmajeur.com
Podría haberse pensado en un sistema integrador que aceptara y respetara el derecho de las diversas tribus a elegir sus respectivos Jefes y asignarle el nombre y grado de "Inca" o Cacique a su gobernante. En el plano provincial, reportarían al gobierno que correspondiere y les cabría los derechos y obligaciones de la nueva constitución. Pero no deja de ser un modo de segregarlos o diferenciarlos, asunto que reñía con las postulaciones de una naciente república liberal. Además, podía esperarse igual invocación de los otros grupos étnicos que poco a poco poblaban nuestras tierras, lo que hubiera llevado a una situación truculenta e inestable. Justo es destacar que lo que terminaría ocurriendo reuniría ambas virtudes teologales.

La causa del indio era compleja y no era prioritaria, como tampoco lo es hoy.

Para el caso de una monarquía, estas cuestiones asumirían otro cariz que no vamos a desandar por estos tiempos que corren. Lo concreto es que aquellos grupos que respondían a la causa revolucionaria, serían independizados como parte de un todo. Y quienes luchaban por las causas de los españoles, serían combatidos y muertos en el campo de batalla. Claro... era difícil por entonces determinar la validez de cada "alianza" o "posición"... tanto indios como criollos cambiaban de bandos... la dinámica de los sucesos no permitían ninguna clasificación ni valoración de este tipo.

El tiempo no resolvería a satisfacción estas cuestiones que la mano del estadista no encaminara en su oportunidad, y hoy por hoy, la causa del indio es tan inestable como lo fuera en los tiempos que estamos abordando.

'Chichcagüel  -  Tío del Cacique Kankel - Tehuelche - año 1895'. Foto del Archivo General de la Nación (Prof. Myriam del C. Casals - Jefa Dpto. Doc. Fotográficos - Archivo General de la Nación, com.pers.)
Concreto es que había que fomentar la inmigración para que la población aumentase en cantidad y con el tiempo en identidad. (Procesos lentos que requieren justamente por su naturaleza, de mayor cuidado y previsión). Los indios eran parte de nuestra población activa. No era sencillo desnaturalizarlos ni obligarlos a "ser argentinos" como no es sencillo reemplazar la voluntad de nadie, por pedestre o mezquina que ésta fuere.

Nunca se vieron involucrados - por decisión propia y por falta de plan de los gobernantes - seriamente en nuestras cuestiones de argentinidad. Es claro que han participado activamente tanto dentro de la guerra por la independencia como en el marco de nuestra guerra civil, sea en el bando de uno u otro caudillo, sea en malones, junto a nuestros ejércitos y aliados con los realistas, con otras tribus o simplemente en actos de vandalismos aislados y odiosos.

Pero jamás lo hicieron activamente desde un costado decisorio, que implica previamente asumirse dentro de un todo que los involucre y les exija. Le cabe al indio lo mismo que a cualquier mortal. Su calidad moral no puede medirse "por grupos", y cada individuo es distinto a otro.

Sólo agregar que hoy, año 2011 de nuestro Señor, tampoco se sabe fehacientemente de qué lado del río están los indios. Se les manipula y ellos manipulan. Pero sea como fuere, esto nos introduce a una cuestión seria y absolutamente vigente.

La cuestión poblacional.

Generalmente el abrir las fronteras y consagrar beneficios al inmigrante genera la llegada de oleadas de familias e individuos entre aquellos que no lograron acomodarse en sus lugares de origen, los descastados, quizás los perseguidos, los menos deseados. Los Estados Unidos asimilaron sus movimientos inmigratorios con solvencia, no sin dolores de cabeza y sin prejuicios. Procesos largos pero ineludibles. Quizás demasiado largos para un país como el nuestro donde ayer y hoy lo coyuntural se lleva todas las voces, las mejores luces, y todas las acciones de gobierno. También volveremos sobre este punto.





miércoles, 8 de junio de 2011

8."No busco yo la salvación...


...en la apatía. Estremecerse es lo mejor que tiene el hombre. Y por más que el mundo le encanallezca el sentimiento, al sobrecogerse siente hondamente la inmensidad". Fausto, de Wolfgang Goethe


'La caída de los ángeles rebeldes', óleo de Pieter Bruegel el Viejo (1562)
Provoca escalofríos ver al Arcángel Miguel mezclado, casi irreconocible entre los monstruos, en el centro la escena en que expulsa del cielo a los ángeles rebeldes. Es asistido por un puñado de ángeles armados de trompetas y de espadas.

Los ángeles caídos, al entrar en la órbita infernal, se convierten en demonios, asumiendo para sí forma de peces, reptiles e insectos. Los ángeles de Miguel parecieran mudos, en franco contraste con el griterío desorbitado de los rebeldes. La lucha es real e inevitable. No hay lugar para el observador ni para el cínico dentro del cuadro




"Nada nos llamaba a ser una potencia marítima, ni nadie pudo prever en los primeros días de la revolución que el pabellón que tremolaba victorioso en la cima de los Andes pudiera algún día tremolar triunfante sobre las olas agitadas del Océano. No teníamos astilleros, ni maderas, ni marineros, ni nuestro carácter nos arrastraba a las aventuras de la mar, ni nadie se imaginaba que sin esos elementos pudiéramos competir algún día sobre las aguas, con potencias marítimas que enarbolaban en bosques de mástiles centenares de gallardetes" (de la oración fúnebre de don Bartolomé Mitre ante los restos mortales del Almirante Guillermo Brown, el 4 de marzo de 1857)

"Ni nuestro carácter nos arrastraba a las aventuras de la mar...". Se trata de "aventuras" y se trata de "la mar", así, en femenino, como se le trata en lenguaje marinero o poético. En tono romántico.

Y siempre la verdad estuvo "del otro lado" del mar. "¿Y quien pasará por nosotros el mar para que nos la traiga y nos la haga oir a fin que la cumplamos?" (Deuteronomio 30:13). La civilización, las instituciones, el comercio, las formas y los fondos estaban del otro lado del Atlántico. Lo interesante es que "del otro lado", agobiados de tantas verdades, no hicieron otra cosa que posar sus ojos sobre nosotros, ávidos de certidumbres, de natural obediente.

Pondremos la mirada en los mares del mundo y en los nuestros. Buscaremos nuestros orígenes en las aguas.

Luego de una obertura pirateril, el espacio central será dedicado a una monografía genial de nuestro amigo Pablo Martín Cerone quien bocetará el perfil de don Hipólito Buchardo de un modo que quizás tienda a perdurar. Hoy publicamos la parte 1 de 2. De Colección.

Y Darío Lavia esta vez nos enriquecerá con sus postales comentadas y otras perlas en video. Dos fragmentos de cine mudo, donde el genial director Frank Lloyd nos adentrará en breves minutos en la fascinación y el nervio de un combate naval y de un abordaje. De Colección.

Don Roberto Arlt, 1900-1942El sayo de Virgilio recaerá sobre un amigo, don Roberto Arlt, quien nos metiera alguna vez en la cabeza la imagen de "aquel ángel" que se arrodillara en la Avenida de Mayo y amonestará a los cogotudos y gerentes de bancos diciéndoles

"¡por qué han hecho un infierno de una vida que era tan linda!".







Disfruten de este número. Nosotros lo hacemos preparándolo y madurándolo para ustedes.

Un Hornero.

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Don Roberto"¿Sabe Usted lo que es el proletariado de nuestras ciudades? Un rebaño de cobardes...que prefieren las comodidades y los divertimentos a la heróica soledad del desierto. Nosotros los jóvenes crearemos la vida nueva, sí, nosotros. Estableceremos una aristocracia bandida. Y a los intelectuales contagiados del idiotismo de Tolstoy los fusilaremos, y el resto...¡a trabajar para nosotros!"

Así como el ser humano salió de las aguas, el mundo salió...del Mediterráneo.

Y si del mar emergieron pescadores y navegantes, barcas y aparejos, al mar volverían con nuevas formas, altivos y deshinibidos, en galeones y bergantines y en sus nuevos y exhuberantes ropajes de comerciantes y de piratas.

Polícrates, gran señor del Asia menor (s.VI ac), sería célebre por su excelencia en estas lides. Con su armada y sus alabarderos, coronaba cada expedición en "la propia felicidad". "Atropellábalo todo sin respetar hombre nacido siendo su máxima favorita aquella en que dice que sus amigos 'le agradecerán más lo restituido que lo nunca robado'", escribió Heródoto.

Las guerras Púnicas, los Fenicios y los Romanos cada uno a su tiempo, deberían de enfrentarse o sucumbir a los dilemas provocados por estos piratas quienes, dotados de embarcaciones tan ligeras como su propia naturaleza, abordaban y robaban tesoros y naves completas, dotándose así de flota, tripulación y esclavos.

Los griegos tratarían este tema desde el respeto.

Para Plutarco, estas sociedades no se constituían solo de marinos feroces y crueles sino además de valientes y de gentes "de brillante nacimiento y de inteligencia elevada". Tucídides consideraba que "aquella vida no conllevaba nada de deshonroso (al tiempo que) dotaba de celebridad a sus miembros". No es mal lugar para agregar que el mismísimo Platón alguna vez sería apresado por piratas y vendido como esclavo.

A su tiempo serían los vikingos nórdicos con sus drakkars y sus snekkars quienes se adueñarían del fruto de las civilizaciones. Es imposible no destacar la virilidad y resolución de estos pueblos sin hacer mención de sus crueldades y de su falta absoluta de escrúpulos.

'Baba Aruj', litografía de Charles Motte sobre dibujo de Achille Deveria, tomado de WikipediaEl Islam también metería baza en la cuestión. Los sarracenos asolarían naves, botines y tripulaciones completas complaciendo la justa indignación de Alá. Creta caerá en sus manos y así nacerá el control musulmán del Mediterráneo. La descomposición del Sacro Imperio Carolingio sólo opondría a tanto sacrilegio una vida reflexiva y de reclusión en las montañas.

Vendrán los tiempos de Baba Aruj. Y los de don Pedro Navarro. Es digno de mencionar con don Pedro -quien cambiaría por fuerza del destino la corona española por la Francesa de Francisco I-, decíamos que con él cobraría impulso la figura del corsario, semejante a la del pirata en muchos aspectos sólo que bajo el servicio y juramento de una bandera que por otro lado `puede variar, como los estados de ánimo o como las estaciones.

Con el nuevo Continente se renovará el oxígeno del Viejo Mundo. Junto a los metales preciosos, llegará una sensualidad poderosa y maravillas inclasificables del otro lado del Atlántico. El enceguecimiento se adueñaría aún de las mentes más calculadoras y frías de esos tiempos.

El norte de Europa, Francia e Inglaterra, en constante guerra con la España imperial y con poblaciones sumidas en una pobreza enquistada, buscarían en aquellos puertos americanos una salida a sus quebrantos y miserias. A lo largo del siglo XVI aparecerían armadores abocados a preparar embarcaciones siempre ligeras a la espera de marinos atrevidos que salieran a cosechar botines españoles.

La patente de "corso" validaba la acción de estos personajes de novelas que bajo el escenario de guerra realizaban sus proezas sin trabazones de ninguna especie.

En 1521 en el cabo de San Vicente cerca de las Azores, interceptarían tres navíos españoles cargados del tesoro de Monctezuma que enviara don Hernán Cortéz a Carlos V. Se dice que Jean Florin -quien sería apresado y ahorcado- tomaría, entre las piedras preciosas, el ajuar y objetos de valor del gran rey Azteca, unas cincuenta y ocho mil barras de oro. Imagine Usted el efecto moralizante de esta acción que, cada vez que se avistaba un barco español en el horizonte, ya se estaban poniendo la servilleta en toda Europa.

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Promediando el siglo, Isabel I instauraría como política de estado la necesidad de tomarse el asunto Americano con absoluta seriedad.

'Sir John Hawkins', grabado propiedad Stephen A. Schwarzman Building / Print Collection, Miriam and Ira D. Wallach Division of Art, Prints and Photographs Y así vemos nacer la estrella de John Hawkins, "el escocés" quien burlaría el monopolio español en el Nuevo Mundo involucrando autoridades y residentes de peso en toda la zona de las Antillas.

Lo interesante es que Hawkins evitaría la beligerancia y el derramamiento de sangre. Lo suyo...era el comercio sin miramientos ni límites establecidos por pactos o acuerdos (recordar la plena vigencia de Tordesillas para entonces). De sus semillas florecería Francis Drake, un héroe nacional y sin dudas un personaje singular y admirable (o el más grande entre todos los ladrones conocidos si lo vemos con los ojos de don Felipe II).

La muerte de Felipe y de Isabel signaría el regreso a la paz entre ambos reinos. La de Hawkins y Drake, el ocaso del corso inglés.
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Son tiempos en que el Caribe se ha convertido en un hervidero en donde corsos de todas las naciones conocidas establecerían un escenario cruel y sin reglas de juego.

Don Roberto
"El tiempo corría entre sus dedos clavados por la cavilación. El Asesino de hoy sería el Conquistador de mañana; pero tendría que soportar la hosca malevolencia de un presente...amasado con ayeres..."



Franceses, portugueses, españoles, ingleses y holandeses no sólo saqueaban a sangre y fuego. Lo clandestino era lo legítimo. Vemos mercados de esclavos, cueros, piedras preciosas, telas, cacao, tabaco, sin mayor ley que la derivada del uso de la fuerza. Fueron tres siglos de constante hervor para los pueblos caribeños.

Será a inicios del siglo XVII cuando amanece la respuesta criolla al pirata y al corsario europeos. Hablamos de los filibusteros y de los bucaneros.

Para el 1605 la región costera noroccidental de Santo Domingo sería abandonada por los españoles, en pos del oro y de la plata del Perú y de la Nueva España. Lo que unos abandonarían en busca de nuevos horizontes...

...bandidos, fugitivos, esclavos y descastados franceses e ingleses se adueñarían de sus ganados cimarrones así como del remanente de animales y sembradíos que aún proliferaban salvajemente a lo extenso de la región. Es interesante que una acepción del término "bucanero" refiere al recinto donde se asan las carnes (del francés "bouc" toro, macho cabrío). Estos nuevos habitantes asumieron de las tribus originarias la costumbre de trozar la carne y asarla sobre parrillas.

(Los Caribes trozaban y asaban la carne de sus prisioneros. No obstante, el método les designaría el nombre con que serían recorados a lo largo de los siglos a estos franceses e ingleses).

'Sir Henry Morgan', del Stephen A. Schwarzman Building / Print Collection, Miriam and Ira D. Wallach Division of Art, Prints and Photographs  De estos seres cimarrones surgiría con el tiempo una casta pirata y caribeña: los filibusteros ("freebooter" o "flybooter", "saqueador veloz").

Para mediados del siglo XVII, la Isla de Tortuga se había convertido en la Meca de los piratas antillanos.

Quedará en la historia grande el nombre de Henry Morgan, galés, nacido en 1635, quien supo personificar la bravura, temeridad y la crueldad de esta casta. 35 barcos y dosmil piratas fueron comandados por Morgan en el asedio y toma de Panamá, por entonces en manos españolas. Panamá quedaría reducida a polvo. Morgan sería nombrado por el rey Carlos II con el título de 'Sir' y asumiría como gobernador de Jamaica, terminando sus días persiguiendo a quienes osaran practicar la piratería.



'Barbanegra en lucha contra el teniente Maynard', sin datos de la obra, extraido de retratosdelahistoria.blogspot.comSin embargo, la especie alcanzaría su cenit en la figura del capitán Edward Teach, conocido entre quienes lo sobrevivían como "Barbanegra". Quizás por personajes como éste, quizás por los perjuicios económicos que el erario británico sufría a manos de Barbanegra y sus continuadores en la obra, es que para 1718 llegará el decreto real de exterminio a esta casta. Es que el invento ya no respondía a la voluntad de la mano que lo alimentaba y se había tornado impredecible y a todas luces ingobernable.

Para estos tiempos, se aprecia un claro traslado de la actividad comercial (económica) del planeta hacia otros polos. España y Portugal cedían su poderío marítimo en manos de franceses, ingleses y holandeses. Y con ello, América del Sur comenzaría a familiarizarse con presencia europea no hispánica.

Tiempos de penetración y de aceleración en materia mercantil que interconectaría economías absolutamente distintas entre ambos márgenes del Océano, con sus correspondientes alteraciones y adaptaciones en materia de producción y de consumo; donde el oro y la plata cedían escenario ante materias primas orientadas a satisfacer las cambiantes demandas provenientes desde Europa.

Ya entrados en el siglo XIX -que es el que nos convoca-, Inglaterra, potencia marítima emergente y en franco tren de hegemonizar los mares, fue la principal interesada en calmar las aguas de piratas una vez alcanzada la supremacía sobre las flotas francesas y españolas. El pirata volvía a constituirse en "un enemigo del género humano" al decir de Cicerón. Es justa la sentencia, siempre teniendo a mano el peso de las circunstancias en la apreciación de estos actores.

Napoleón ya se había desprendido de Luisiana a manos de los Estados Unidos en clara señal de sacar -al menos por un buen tiempo- de su planisferio, cualquier posesión francesa en las Américas. Así como Pitt en su oportunidad había enrollado el mapa de Europa y guardado hasta nuevo aviso, Napoleón lo haría con la carta de los mares del mundo.

No podemos no mencionar a los hermanos Jean y Pierre Lafitte, cuya historia está enraizada al establecimiento de Barataria, puerto entre dos islas sobre los lagos que unen al Mississipi y al Océano. Fue el epicentro del contrabando, donde portugueses, españoles, italianos, franceses, norteamericanos, negros, mestizos e indios crearían la ciudad de New Orleans, mercado del contrabando.

Don Roberto"-Estas cosas solo pueden ocurrir en los Estados Unidos.
- ¿Y por qué no aquí?
- Porque nosotros no nos sentimos con fuerzas para ser tan bandidos.
- Ha dicho Usted una verdad. Somos honrados por debilidad. A esta debilidad le ponemos cualquier etiqueta con un adjetivo de virtuosidad...


Los Lafitte harían de la piratería...una industria, en la que Ellos se configuraban naturalmente como sus mentores y directores absolutos.

'Jean Lafitte', ilustración sin datos del autorDos años más tarde de la gran batalla de New Orleans -diciembre 1814 a enero de 1815-Jean Lafitte ya no era un pirata sino todo un patriota indultado y exonerado por el propio Presidente de los Estados Unidos, estableciendo sus linderos en la isla de Galveston. Allí retomaría su propia guerra de independencia, y anticipándose a Miranda, bregará por liberar a los negros cubanos a través de un movimiento insurreccional en la isla, apoyado por caudillos haitianos. Será en Campeche, al oeste de la península del Yucatán, donde Lafitte levantará un fuerte, y volverán los días gloriosos de los filibusteros. Para 1817, Lafitte contaría con más de mil hombres, una flota propia, una riqueza incalculable, y actividades involucradas con todas las banderas existentes por entonces. Para 1819 Galveston sería proclamada puerto de la República de Texas. Y Laffite, su Gobernador.

Un aburguesado, sosegado y acaudalado Lafitte contraería matrimonio y se radicaría en Sant Louis, a orillas del Mississipi, dedicándose a la industria de la fabricación y venta de pólvora. Dicen que dicen que ya grande, trabaría amistad en Europa con Engels y con Marx. Cuentan que fue el mismísimo quien financiara la primera publicación del Manifiesto Comunista, por los años del 1848.

Sin dudas sus nombres figuran con total derecho en la historia grande de los Estados Unidos. Pero no seremos nosotros quienes desandemos este camino.

Nosotros nos abocaremos a los nuestros, especialmente a uno de entre todos ellos. Sólo aguarde un poquito más que ya llegaremos. No queremos "tirarlo a la parrilla" como hacían los Caribes con sus prisioneros. Preferimos resguardarlo y presentarlo del mejor modo que nos sea posible.

Corsarios en el Río de la Plata

Fines del siglo XVIII e inicios del XIX muestran la guerra anglo americana así como los movimientos rebeldes y emancipadores de América Latina: un buen escenario para que viejos corsarios y piratas hicieran su aparición en nuestras latitudes, previa invitación a la mesa de las conversaciones.

Ya hablamos de Lafitte. Pero no fue el único.

'Sir Gregor Mac Gregor', óleo de George Watson (1804) tomado de WikipediaPara los tiempos de marras -1817- la isla Amelia se había convertido en la nueva Barataria bajo la égida de un escocés, Gregor Mac Gregor, quien estuviera en su oportunidad al servicio de don Simón Bolivar y siempre vinculado al ya por aquellos tiempos célebre Luis Aury.

Mac Gregor llegó a ser un nombre insoslayable en la lucha por la independencia de España. Nadie presagiaba al astuto timador que traía escondido. Al igual que quienes le antecedieran, de quienes venimos hablando desde la admiración, Mac Gregor trocaba verdades con mentiras, alimentando esperanzas y enriqueciéndose justamente a causa de ellas. Nuestra historia está colmada de presunciones ni más ni menos valederas que la gesta de Mac Gregor y otras de las que Usted viene leyendo en estas páginas.

Así tuvimos nuestros corsarios que como puede sostenerse sin temor, no salieron debajo de ninguna piedra, ni del asiento de ninguna iglesia.

Dejaremos aquí. Disfrute de las postales que don Lavia ha preparado para este número y prepárese para lo que le sigue. Esto recién comienza.

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Postales del Mundo


por Darío Lavia

1-Hércules


Así como los inmuebles, que albergan a lo largo de las décadas varias generaciones de diversas familias, las fragatas tienen su historia. De fabricación rusa, iniciará sus días bajo bandera británica. Fue adquirida por el gobierno argentino en 1813 y puesta bajo el mando de Guillermo Brown diez días antes de ponerse al frente de la escuadra argentina y recibir su sangriento bautismo de fuego en Martín García. Como premio, el gobierno la entregó en propiedad a Brown. Más tarde, con patente de corso, bombardeó el puerto de El Callao, incursionó contra Guayaquil, pasó por Malvinas, subió al Caribe y allí fue capturada por ingleses, vendida en Antigua y luego rematada en La Habana.


Fragata Hércules,Emilio Biggeri, 1970 .


2- La Argentina Americana


Capturada por la "Hércules", la fragata española "Consecuencia" fue asignada a Hipólito Bouchard quien, al regresar a Buenos Aires, la renombró "La Argentina", recibiendo patente de corso y sufriendo su primer motín antes de zarpar a dar la vuelta al mundo y luchar contra negreros en Madagascar, piratas en Macasar, bombardear Manila, capturar la corbeta Chacabuco, obtener el reconocimiento de la independencia argentina por parte del rey de Hawaii y bombardear Monterrey, California. Deteriorado, el navío tuvo, en comparación a su glorioso raid, el triste fin de ser vendido como leña por el propio Bouchard en 1822, en Valparaíso.

Fragata La Argentina, Emilio Biggeri
.


3- Combate de Martín García


Obtenemos la opinión pictórica definitiva de dos artistas navales argentinos quienes reflejaron los hechos bélicos del siglo XIX como el famoso combate de Martín García, librado entre el 10 y 15 de marzo de 1814 que tuvo de todo, ataque de las fuerzas revolucionarias, varadura de la "Hércules", contrataque realista y réplica revolucionaria con asalto a la isla y retirada definitiva de los realistas. El ballet de navíos a quedado inmortalizado en estos estupendos óleos.

Ataque y toma de la isla Martin Garcia, José Murature, 1865.


Combate Naval de Martín García 1814, Emilio Biggeri, 1966


4- Combate de Montevideo


Entre el 15 y 17 de mayo de 1814 la escuadra revolucionaria se animó a hacer una movida maestra. Habiendo fingido que se retiraba, Brown hizo salir a los españoles más de lo que la prudencia aconseja, cambiando el tablero y quedando la escuadra atacante mejor ubicada para bloquear Montevideo. La acción de Brown fue fundamental para cortar por lo sano con el flujo de provisiones y tropas que las tropas realistas recibían a través del puerto de Montevideo. El 23 de junio el General Alvear asestaba el último golpe y entraba victorioso en la plaza fuerte.
Brown frente a Montevideo, Diógenes Hequet, grabado .


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El Corsario albiceleste: Hipólito Bouchard
(Parte 1 de 2)

Pablo Martín Cerone

'Combate de San Nicolás', óleo de Justo P.Lynch, tomado del web canal Encuentro

El parto de una Revolución

Los primeros meses de los gobiernos revolucionarios de Buenos Aires fueron muy difíciles. Además del peligro de invasión desde el Alto Perú y la actitud hostil del Paraguay y el Brasil, debían soportar los embates de la poderosa flota realista que controlaba el Río de la Plata desde Montevideo: de hecho, Buenos Aires fue bloqueada y bombardeada en 1811. La primera e improvisada armada patria, confiada al mando del navegante maltés Juan Bautista Azopardo, había sido destrozada en San Nicolás a principios de ese año. El propio jefe fue hecho prisionero, y pasó los siguientes diez años en una prisión española.

La inexistencia de una marina propia y el proyecto de expedición de reconquista de Fernando VII contra Buenos Aires (1) decidieron a los rebeldes rioplatenses a otorgar patentes de corso a aventureros de variadas nacionalidades. Pero… ¿qué es una "patente de corso"?

Es un contrato por el cual un Estado otorgaba a un particular el derecho de atacar, apresar, saquear o destruir todo buque que enarbolara una bandera enemiga, a cambio de una cierta parte del botín obtenido. A veces el Estado emisor de la patente aportaba la nave, o al menos pertrechos, víveres y una parte de la tripulación y el corsario (o su armador) correría con el resto de los gastos.

La campaña no solía durar más de un año, al cabo del cual se debían devolver al gobierno los bienes confiados, así como entregar las municiones y armas obtenidas en las capturas en el mar.

En caso de naufragio, el corsario quedaba exento de todo reintegro. Debía llevar un registro de lo sucedido en la campaña, así como debía izar, en el momento del ataque, la bandera del estado emisor de la patente.

No desprovistos de cinismo podemos afirmar que el corso era un instrumento legal que permitía que la iniciativa privada participara en una guerra, asociada a un Estado beligerante, y hasta la Declaración de París de 1856 (universalizada tras la Conferencia de La Haya de 1907) era considerado una legítima manera de guerrear (2).


Los ingleses lo emplearon por siglos contra sus enemigos, en especial España, y los norteamericanos le dieron a la Pérfida Albión un poco de su propia medicina durante la guerra de 1812-1814. Al terminar este conflicto, muchos corsarios con base en Baltimore continuaron en el negocio gracias a las patentes de una nación en la que no habían estado ni estarían jamás: las Provincias Unidas del Río de la Plata.

'Don Vicente Anastasio de Echevarría,Fotografía reproducida en Adolfo I. Baez, Convención preliminar de paz entre el Imperio del Brasil y la República Argentina (c.1855)La guerra de corso entre España y sus antiguas colonias americanas se inició en 1814, y su ideólogo en Buenos Aires fue el comandante general de Marina, Matías de Irigoyen.

Los principales armadores corsarios locales eran comerciantes como David De Forest, Jorge Macfarlane, Juan Pedro Aguirre, Adán Guy, Juan Highinbothon, Guillermo Ford y alguien de quien ya nos ocuparemos: Vicente Anastasio Echevarría.



En realidad, casi todos eran agentes de firmas corsarias (sic) de puertos de los Estados Unidos, en especial el citado Baltimore. En la tarea de provisión de las imprescindibles patentes se destacó el comerciante y agente diplomático norteamericano Thomas Lloyd Halsey, una especie de encargado de negocios no oficial en el Río de la Plata. Periódicamente, éste remitía a Estados Unidos patentes de corso en blanco, que eran completadas en su destino por sus usufructuarios. Halsey era partidario de los rebeldes, aunque en su elección había un elemento de interés personal: recibía el cinco por ciento de los beneficios de las capturas. (El gobierno norteamericano hizo la vista gorda durante un tiempo, pero la operatoria de Halsey era tan flagrante que obligó a su reemplazo. Por cierto, quien lo denunció a sus superiores fue… el Director Supremo de las mismas Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón: el diplomático había irritado al gobierno de Buenos Aires al expender patentes de corso a favor del odiado Protector de los Pueblos Libres, José Gervasio Artigas).

El corso hispanoamericano alcanzó su apogeo alrededor de 1818 y decayó hasta desaparecer hacia 1828. Las naves bajo pabellón argentino realizaron las acciones más importantes, en especial en el Atlántico Sur y el Caribe, pero también hubo ataques en el Océano Pacífico y hasta en el Mar Mediterráneo. Incluso, en el apogeo del corso, el puerto de Cádiz estuvo a punto de ser bloqueado por corsarios que enarbolaban la bandera de los nuevos estados hispanoamericanos.

Desde la Banda Oriental operaban corsarios con patentes otorgadas por Artigas, quienes capturaron naves españolas y, tras la invasión de 1816, portuguesas. En el Caribe actuaron naves de la Gran Colombia y de México en combinación con los corsarios argentinos, siendo su base de operaciones la isla Margarita. Los corsarios chilenos, armados luego de la independencia de su país con apoyo de marinos argentinos y británicos, hicieron varias presas del comercio realista con base en Lima entre 1818 y 1820.


'Almirante Guillermo Brown',daguerrotipo tomado de 'Argentinos en daguerrotipos' de taringa.netLa consecuencia más importante del corso fue la disrupción del comercio marítimo español: sólo los corsarios de Buenos Aires capturaron unas 150 presas.

Entre los más destacados figuran el irlandés Guillermo Brown (el creador de la armada argentina), los norteamericanos Thomas Taylor, William Stafford (o “Guillermo Estífano”) y David Jewett (o "Daniel Jewett"),quien, entre otras acciones destacadas, tomó posesión de las Islas Malvinas en nombre del gobierno de Buenos Aires en 1820, el portugués José Joaquín de Almeida y el protagonista principal de esta historia.



Hippolyte Bouchard

'Hipólito Bouchard', óleo de José Gil de Castro exhibido en el Museo Histórico NacionalAndré Paul Bouchard nació el 15 de enero de 1780 en Bormes (3), una localidad francesa cercana a Saint Tropez. Era hijo de André Louis Bouchard, posadero y luego próspero fabricante de tapones de corcho, y de Thérese Brunet. Según parece, André era un "niño inquieto y travieso", al que le gustaba conversar con las gentes del mar y quería ir a la guerra. Bartolomé Mitre describe al Hipólito Bouchard adulto como de tez morena, cabello oscuro y ojos negros rasgados, penetrantes y duros, que "despedían fuego". Luego que Thérese enviudara, se volvió a casar y su nuevo esposo dilapidó su pequeña fortuna. André (que en fecha desconocida se cambió su nombre a Hippolyte, Hipólito) se fue de su casa natal en 1798, enrolándose en la armada francesa. Sirvió en las desventuradas campañas de Egipto y Santo Domingo, y terminó emigrando al Río de la Plata en 1809.

Cuando el gobierno patriota enfrentó las primeras hostilidades en el Río de la Plata, Bouchard sirvió como segundo de Azopardo en la primera escuadrilla argentina, comandando el bergantín "25 de Mayo". Tras la derrota de San Nicolás, el 2 de marzo de 1811, fue acusado de cobardía e irresolución. Sustanciado un proceso, terminó absuelto, reconociéndose que cumplió con su deber hasta que se vio desamparado por su tripulación, que entró en pánico en pleno combate.

En el invierno de 1811, desde una lancha cañonera, Bouchard enfrentó a las naves que el Virrey Elío envío para bombardear Buenos Aires. Durante el año siguiente peleó en el Paraná, al mando de una balandra (el "Bote de Bouchard") persiguiendo a las naves enemigas.


detalle del 'Combate de San Lorenzo', óleo de Angel della Valle, exhibido en el Museo Histórico Nacional. Tomado de Wikipedia
En marzo de 1812 ingresó a un cuerpo con la organización y disciplina propia del ejército napoleónico: el flamante Regimiento de Granaderos a Caballo de San Martín.

Como alférez, Hipólito Bouchard participó en la batalla de San Lorenzo, el 3 de febrero de 1813, jornada en la que no pasó desapercibido: tomó "una bandera que pongo en manos de V.E. y la arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial D. Hipólito Bouchard", en las propias palabras del Libertador. Bouchard siempre luciría con orgullo el aro en la oreja, símbolo de los granaderos.

Acompañó a San Martín a reforzar el Ejército del Norte, hasta entonces comandado por Manuel Belgrano. Luego fue al ejército de la Banda Oriental y, tras obtener licencia para volver a Buenos Aires, se le dio el mando de la fragata "María Josefa".

En 1813 se casó con Norberta Merlo, hermana de su amigo Ramón e hija de un ex oficial español que se había batido, ocho años antes, en Trafalgar. El matrimonio fue conveniente a los fines de ascender en la escala social, emparentándose con una familia rioplatense.

Para entonces, Bouchard hablaba un particular híbrido de español de Buenos Aires y francés de Provenza. Se reconocía su entrega a los fines de la Revolución, a la vez que su temperamento exaltado: no era extraño verlo pegando planazos con su sable a sus siempre levantiscos subordinados.

La guerra de Corso en el Océano Pacífico

Don Roberto"-Todo el mundo ha querido ser Napoleón durante un minuto de voluntad. Calcule Usted el término medio de la vida humana es sesenta años. Recién a los veinticinco se empieza a vivir...quedan treinta y cinco por delante. Cada año tiene cuatrocientos dieciochomil cuatrocientos minutos. Calcule Usted un deseo golpeando en todas las formas posibles durante cuatrocientos dieciochomil cuatrocientos minutos multiplicados por treinta o treinta y cinco años...
-Debería descontar las horas de sueño
-¡Aún durmiendo se desea! En la agonía aún se desea. ¡Hasta los condenados a muerte desean!


En septiembre de 1815, el Director Supremo Ignacio Álvarez Thomas le otorgó una patente de corso a Bouchard, quien participaría de una expedición financiada por Vicente Anastasio Echevarría. Éste era un abogado rosarino de dilatada vida pública.

Sus padres habían soñado que fuera sacerdote, pero Vicente se decidió por estudiar leyes y casarse con su prima.

Combatiente en las Invasiones Inglesas, dueño de una fortuna importante, actuó siempre tras bambalinas desde el principio de la Revolución, cerrando acuerdos y financiando a los ejércitos patriotas.

De las dos naves corsarias botadas por Echevarría, una se perdió en la travesía del Cabo de Hornos. Bouchard logró salvar la suya, la corbeta "Halcón", y rodear el Cabo, pese a la oposición de sus oficiales, que querían volverse y llevaron su insubordinación al borde del motín.

Ya en el Océano Pacífico, se puso a las órdenes de Guillermo Brown, que contaba con la fragata "Hércules" y el bergantín "Santísima Trinidad". Los tres barcos de la pequeña flota corsaria hostigaron las líneas de comunicación realistas y lograron paralizar el comercio marítimo español en el Pacífico: entre otras hazañas, hundieron la fragata "Fuente Hermosa" y capturaron una nave similar, la "Consecuencia", el 28 de enero de 1816. Ese barco sería luego rebautizado con el nombre de "La Argentina", buque que daría la vuelta al mundo al mando del propio Bouchard.


Durate el ataque a Guayaquil, Guillermo Brown fue capturado por las fuerzas españolas. Bouchard y el hermano de Brown, Miguel, negociaron un canje para recuperar al prisionero, a cambio de ceder gran parte del botín obtenido.

Poco después, Bouchard informó a Brown (con quien se detestaba cordialmente) que su barco hacia agua y que volvería a Buenos Aires. Negociaron el reparto de bienes; a Bouchard le tocó en suerte la "Consecuencia", por la que cedió la "Halcón", y mantuvo otra nave muy deteriorada, la "Carmen" o "Andaluz", para la que tenía otros planes: se la dejó a los oficiales que habían intentado insubordinarse...

(fin parte 1)

Notas

(1) La expedición antedicha, al mando del general Pablo Morillo, cambiaría de planes y, en definitiva, terminaría atacando Venezuela y Nueva Granada. El general Tomás de Iriarte afirmó en sus memorias que agentes rioplatenses actuaron discretamente en la Corte de Madrid para producir el cambio de planes (véase aquí).

(2) Una reliquia de estas épocas sobrevivió en nuestra Constitución hasta 1994. El artículo 67 (hoy, 75) que dispone las competencias del Congreso, decía en su apartado 22 (hoy 26) que “corresponde al Congreso (…) conceder patentes de corso y de represalias, y establecer reglamentos para las presas". Hoy dice: “facultar al Poder Ejecutivo para ordenar represalias, y establecer reglamentos para las presas”.

(3) Cada 9 de julio, la comuna de Bormes conmemora la independencia argentina mediante un homenaje a Bouchard.

Fuentes

Libros

La mejor fuente posible, un siglo y pico después, sigue siendo la obra de Bartolomé Mitre, “El crucero de la Argentina 1817-1819”, incluida en "Páginas de Historia".

“El Águila Guerrera”. Pacho O'Donnell, Editorial Sudamericana, 1998.

“El corsario del Plata” (novela histórica). Daniel Cichero, Editorial Sudamericana, 1999.

“Corsarios argentinos”. Miguel Angel de Marco, Editorial Planeta, 2002.

“El desafío insurgente. Análisis del corso hispanoamericano desde una perspectiva peninsular: 1812-1828”. Tesis doctoral de Feliciano Gámez Duarte (extraordinario trabajo, por cierto). Universidad de La Rioja, 2006.

Una versión previa de esta nota fue publicada, en diciembre de 2004, en el sitio Televicio Webzine.

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La Yapa

Escuchemos al Almirante don Guillermo Brown

Fue hacia entonces cuando el gobierno de Buenos Aires por primera vez notó la necesidad de crear una fuerza naval en el Río de la Plata para tratar de arrebatar a los españoles el dominio del mar que habían poseído hasta aquel momento; pues era evidente que mientras fueran los dueños del río, provistos de dinero por España y por Lima y por la Princesa del Brasil nunca podría reducirse a la ciudad ya que, por estrecho que fuera el sitio terrestre, sus buques no sólo le procuraban abundante abastecimiento desde el Brasil sino además le permitían hacer desembarcos en cualquier punto de la costa en busca de carne fresca, manteniendo a los pobladores en continua alarma. Para privarla de estos recursos, el Gobierno de Buenos Aires se empeñó diligentemente en adquirir y equipar un número de buques que bastase a conquistrar el dominio del río, capturando los buques españoles u obligándolos a encerrarse en su puerto. Así fue que en febrero de 1814 se adquirió y armó en guerra el Hércules, buque mercante ruso de 350 toneladas; el Zephir, buque mercante inglés de 220, el bergantín Nancy que había sido una especie de "tender" en el servicio británico pero se había vendido por inútil a aquel objeto y probablemenmte para cualquier otro, y la goleta norteamericana Juliet. El comando de esta escuadra, con el grado de teniente coronel y comandante en jefe de las fuerzas navales fue dado al capitán Guillermo Brown, natural de Irlanda, que había residido algún tiempo en Buenos Aires a donde llegara a fines del año 1811 en calidad y propietario por un tercio del bergantín Eliza (antiguo corsario francés Gran Napoleón)que se perdió en el banco de Ensenada por negligencia del práctico. Este caballero (el propio Brown, se entiende)tenía motivos de resentimiento contra la marina española que le había capturado dos pequeños buques de su propiedad cargados de cuero, tratando cruelmente a sus marineros, por la única ofensa de traficar entre Buenos Aires y la Banda Oriental".

Lejos de consideraciones menores, Brown es honesto en sus Memorias. Enjuto de patriotismo, sus motivaciones y su llegada a nuestro suelo no se debió a ninguna otra causa que no fueran intereses personales. Su resentimiento hacia España lo explica claramente por lo que no es necesario agregar nada.

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Don Roberto"En el fondo es verdad. El oro existe. Hay que encontrarlo, nada más. Y Usted debería de alegrarse de que todo se esté organizando para ir a buscarlo. ¿O cree que esos animales se moverían si no fuera a fuerza de mentiras extraordinarias?. En esto estriba lo grande de la teoría del Astrólogo: los hombres se sacuden sólo con mentiras. El le da a lo falso la consistencia de lo cierto, y gentes que no hubieran caminado jamás para alcanzar nada, tipos deshechos de tantas desilusiones, resucitan en la virtud de sus mentiras. ¿Quiere Usted algo más grande? Fíjese que en el hoy ocurre lo mismo y nadie lo condena. Todas las cosas son apariencias, y nadie lo condena...no hay hombre que no admita las pequeñas y estúpidas mentiras que rigen el actual funcionamiento de nuestra sociedad. ¿Y cual es el pecado del Astrólogo? El sustituir una mentira insignificante por otra elocuente, trascendental... Y lo que a nosotros nos suena a novelesco e inquietante no es más que la zozobra de los espíritus débiles y mediocres que sólo creen en el éxito cuando los medios para alcanzarlo son complicados y misteriosos. Usted debería saber que los grandes actos son de naturaleza sencilla. Como la prueba del huevo de Colón"