Cada acción humana y cada ser tienen su hora con sus afanes. Lo propio sucede con las Instituciones.
Se inicia aquí una serie de publicaciones que intentarán hacerle justicia a una que ha desempeñado un rol principal en nuestra gestación y en nuestros primeros años y que hoy es un medio sin un fin claro y cuya proyección es vaga...o ninguna.
Dios conserve en los Lectores la libertad de pensamiento y de conciencia, el sentido del humor y la buena fe. ¡Salute!
Pienso en el esfuerzo titánico que debió sostener a pulso don José de San Martín para convertir vecinos, gauchos, negros, chinos, malandras, en soldados adiestrados y confiables. En la cantidad de resortes de todo tipo y mérito y sin descuidar ninguno, que debió mantener activos y renovados, para generar un espíritu de cuerpo en un ejército entonces sin trofeos ni genealogía, cuya única cosa vital y clara era el cruzar y el vencer del otro lado de los Andes.
Concluidos los deberes que demandaba nuestra Independencia, aquellas mismas fuerzas debieron de suyo y a tientas encontrar lugar propio en el escenario del vivir, al tiempo que se ejercitaban de apuro nuestras instituciones republicanas. Debemos tener presente que la Revolución se desarrolló entre períodos constructivos y destructivos; que contó con luces prestadas y propias, y que su cambiante suerte estuvo de siempre ligada a aquella otra revolución del otro lado del Atlántico, la española.
También pienso con admiración en los esfuerzos descomunales de don Manuel Belgrano capitaneando al Ejército del Norte, el mismo grupo humano en cuanto a su composición, pero sin los tiempos, recursos, disciplina ni adiestramiento que San Martín supo proveer al Ejército de los Andes. Sobran las palabras.
Confusa, no siempre compartida, y difícil de predicar la visión de conjunto, tornaba endebles las prioridades como los pareceres. Tiempos de algunas mentes claras y espíritus curtidos entre los patriotas, a la vez que abundaban brazos y estómagos y voluntades que no eran del todo constantes. Y con todo, Salta y Tucumán nos dieron tanta gloria y aportaron tanto a la causa como Chacabuco y Maipú. El Ejército del Norte, fuerza nómada, esfuerzos dignos de ser recordados que actuaba casi a ciegas, en un contexto colmado de frentes. Fuerza ambulante, presentando combate al paso.
Los '20
Con la asonada federal, los intereses y proyectos clericales y monarquistas, tan preciados entre los conservadores más sordos,ya no encontrarían intelectuales, publicistas ni políticos que los sostengan: los jacobinos derrotados forzaron a desechar tales rumbos. Aún así, las resistencias de todo orden a la revolución fueron formidables. El conservadurismo de aquella burguesía, la necedad del clero, los frecuentes desbordamientos de las masas gauchas, el autonomismo de los caudillos feudales y hasta la insolencia de algunos cabecillas militares, todo conspiraba contra la Revolución, concebida desde sus inicios como transformación sustantiva y no como cosmética retórica.
El '20 fue el año en que renacerán todas las esperanzas iniciales. Se retomaría la senda revolucionaria, la de Moreno, la del Primer Triunvirato; la de Monteagudo, Alvear y la Asamblea del XIII. Si para el '14 todo se hallaba detenido con la restauración de Fernando al trono de España, el '20 cobrará impulso vigoroso con el pronunciamento del joven comandante asturiano Rafael de Riego que, sin aplastar al monarca, lo obligará a prestar juramento a la Constitución liberal del '12.
Otro suceso memorable y determinante para la causa de la Independencia y la de la Revolución fue que San Martín llevara nuestras armas más lejos aún que Chile. El 10 de julio del '21, nuestro Héroe tomará Lima, cerebro y nervio de los virreyes.
Terminada la fase jacobina y desarticulada la resistencia de los conservadores más obstinados y agresivos, parecía que la Revolución retomaba la espiral ascendente.
Fue recién con Rivadavia cuando se intentó un ciclo virtuoso de reforma y de reorganización. Cinco años en que se cimentó nuestra nacionalidad, se alcanzó presencia internacional como nación independiente, se reorganizó toda la administración, se crearon servicios públicos indispensables; se desarrollaron órganos del crédito y de las finanzas; se reguló la Iglesia, la Enseñanza en todos sus niveles y por supuesto, se repensó al Ejército. Regular o “Ajustar” era no simplemente el limitar conceptual y presupuestariamente el accionar de aquellas instituciones a lo estrictamente necesario. Se trataba de someterlas al poder político quien les fijaría sus linderos y prioridades.
¿Y a qué volver tan atrás en el tiempo, al 1820 y a los años que les siguieron? Porque queremos resaltar en Rivadavia al político que, aún siendo hombre de su época, tuvo la visión, la imaginación y el carácter bien templado como para plantear una reestructuración a todo nivel y orden sin dejar nada por considerar. Incluso a nuestras flamantes y gloriosas armas de la Independencia.
Es que, como nación, tuvimos antes un ejército consolidado que una vida política propia. Y siendo esto en su hora realidad palpable, resultó lógico el pretender construir las bases de las instituciones republicanas incorporando y exaltando aquellas fuerzas libertadoras a todas luces merecedoras de reconocimiento. Sólo Rivadavia vio otra cosa. De más está aclarar que de aquella Reforma y Reorganización nacional rivadavianas sobrevivirían apenas algunos retazos.
El fracaso de dicho proyecto tan ambicioso (1827), devolverá a las provincias las facultades que se hallaban reunidas en el gobierno nacional o en la persona de Rivadavia, como se prefiera. Téngase en cuenta aquí que el sostener a un ejército es a todas luces una obligación del conjunto hacia aquellos que defienden la soberanía. El asunto se oscurece cuando no se encuentra el país bajo las exigencias de toda guerra. Sostener en esas circunstancias un ejército es directamente restar brazos y recursos muy necesarios en el desarrollo de cualquier economía al tiempo que agobia al erario y ejerce presión tributaria excepcional sobre los habitantes. Ajustar los fines a los medios disponibles o priorizar los fines y encolumnar los recursos: decisiones que recaen en la órbita del poder político. Del fracaso de Rivadavia y de aquella nación aún no madurada, serán las provincias entonces las que deban afrontar el peso de toda formación de línea. Pronto volverá a concentrarse el poder político en una sola persona.
Aquella disciplina que San Martín había implantado en las mentes abiertas y jóvenes de sus oficiales fue a los ojos de todos una opción y más aún, un modelo de conducción y comportamiento deseables para nuestra incipiente vida política, en todos los órdenes de nuestra nueva nación. Y además, ¿qué otro lugar se les podría asignar a aquellos guerreros victoriosos? ¿Y a la institución?
San Martín no pudo prever qué derivaciones ni qué dimensiones cobrarían dichas fuerzas una vez consolidada la preciada independencia. Tampoco tenía el tipo necesario para dar aquellos combates algo especiosos y taimados que la nueva hora abría en nuestros lares: los de la tribuna, los del ágora y las publicaciones en los diarios. Presiento que el tema lo mortificaba y no era para menos pues un ejército calificado en un contexto de país sin un poder político centralizado, curtido y claro de miras, genera tantos problemas como los que alivia.
Cierto es también que a su hora no faltaron enfrentamientos con el Brasil, con Inglaterra y con Francia; también con Bolivia y con el Paraguay. Pero en el raconto de las intervenciones de nuestras fuerzas militares, priman por sobre cualquier Enemigo extranjero las causas interiores. Deberíamos profundizar acerca de las intromisiones extranjeras que fueron producto de convenios con políticos argentinos. Ya nos expresaremos sobre el punto.
San Martín rehusó el intervenir en este orden de asuntos. Nadie puede asumirlo todo.
...de los '30 a los '50
Los giros que irán asumiendo los acontecimientos estaban fuera del alcance de cualquier gobierno posible por entonces. Deben de haber sido horas muy amargas. Aquellos altos ideales liberales no se sostendrían por sus propios méritos y tampoco podían ser indefinidamente cargados por los mismos hombros de siempre. Muchos abandonaron la lucha revolucionaria. Otros emigraron. Todos maduramos como nación. Aquellos "muertos que se mataron (de los dos lados del Atlántico), sin dudas gozaban de buena salud".
El pensamiento conservador, aquel del partido de Saavedra y Funes; el del Congreso de Tucumán y el de los directorios de Pueyrredón y de Rondeau, asomaron a fines de los '20 para restaurar los ideales tibios de nido y propios del feudalismo español en nuestros lares. Y hablando de restaurar...
Todo aquello que Metternich, Luis XVIII y Fernando VII representaron para la Europa de entonces, encontró en nuestras tierras en la figura de don Juan Manuel de Rosas, su mejor expresión. Más no la única.
Las Campañas, personificadas en sus Caudillos, aparecían en el mapa político con una presencia hasta entonces inusitada. Aquel apoyo irrestricto e incondicional, aquella voluntad única que concentraban en su puño López, Bustos, Quiroga, Aldao, Ibarra, representaba la antípoda del ideal revolucionario. Entre todos ellos, sin dudas que fue Rosas la mejor expresión. De la Campaña, y de la época. Y por extensión y metonimia, Rosas fue la nación entera. Mejor dicho, la Confederación.
Hablamos aquí de una lucha entre dos regímenes, el Absolutismo y el Democrático. Quizás también esa misma lucha se de entre lo real y lo potencial; lo heredado y lo ambicionado; lo que meramente "está" y lo que podría ser si... Pero queremos destacar que más allá de las marchas y de las contramarchas, lo esencial se irá puliendo e irá cobrando formas cada vez más claras. Por extraño que pudiera parecer, algunos ideales de porvenir de aquellos revolucionarios resultan sobrevivientes entre el inventario de nuestros valores presentes. No todo merece sobrevivir a su tiempo, tampoco todo merece ser despreciado u olvidado.
Dos cosas más acerca de la restauración. Primero, que el retorno a lo colonial tenía raíces echadas y firmes entre la clase rica porteña. Después de todo, serán conservadores aquellos que tengan algo que conservar, y ultra conservadores aquellos que tengan mucho.
Por otro lado, la ideología revolucionaria no echaba raíces en casi ningún estamento por la simple razón que sus esquejes eran permanentemente pisoteados. El país por consiguiente, conservaba, por peso de las circunstancias y por un simple rechazo a la novedad también, las viejas estructuras y costumbres del feudalismo incompatibles de toda incompatibilidad con las costumbres democráticas, la tolerancia religiosa y el liberalismo económico. Antiguos monopolistas, ricos hacendados y católicos refractarios sumarán sus voluntades contra un Rivadavia que a su pesar fue sólo prenda de unidad entre la Oposición, jamás una opción nítida y posible para el resto de nuestros paisanos.
Aquellas fuerzas convergieron naturalmente en un partido contrarrevolucionario. Queridas y viejas costumbres, brotes reaccionarios y coloniales que contaron con jardineros celosos. Y armados.
Respiramos...
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a los jóvenes
1-Al músico desconocido
Rescatamos en esta obra a todos aquellos músicos, cantores, compositores y autores que jamás conoceremos, que influyeron sin dudas en los artistas que nos apasionan y por consiguiente, en nuestras propias vidas.
'Orquesta de Tango', óleo sobre cartón del artista uruguayo Raúl Rial (1936-2001). (imagen tomada de castells.com.uy)
2- El origen de toda cosa
...es la palabra; quizás, la palabra cantada. Brindamos por todos los guitarreros y por la voz de don Bartolomé Hidalgo y la de Hilario Ascasubi
'El guitarrero', óleo sobre tela del docente y artista francés don Ernesto Duvivier, primer director de la primera escuela en el Chaco argentino (1879). La obra (1898) es la única sobreviviente de las presentadas en la Primera Exposición Nacional de Bellas Artes de Asunción del Paraguay, allá por 1899. Tomada de elmercuriodigital.net
3- Algo de indios...
...tenemos. Y don Atahualpa Yupanqui, voz y guitarra propia, inconfundible, rescató e inmortalizó todo aquello que también nos representa y describe. Zorro el Viejo. Único. Maestro.
Atahualpa Yupanqui. Retrato (técnica mixta) del artista contemporáneo mendocino Pepe Berraquero. Tomado de artelista.com
4- ...y de tanos...¡ni hablar!
Siempre tanguero, melancólico; de risa por fuera y turbión por dentro. Algo sabio y algo burro también. Desorientado, amigo, futbolero, amante de mujeres imposibles y de ahí, poeta. ¡Quién nos representa mejor que Discepolín!
'Discépolo', De la serie 'Tango mío' del artista uruguayo y argentino, Hermenegildo Sábat (1933-2018, tomado de ilustracion.fadu.uba.ar
5- Atenti con la Conciencia
La exquisitez de don Alfredo Gobbi, quizás, nuestra mejor expresión tanguera. Y Sábat nos lo recuerda como acusándonos...de flojos, de medianos, de maricotas. Necesitamos que cada tanto nos señalen estas cosas.
Alfredo Gobbi, De la serie 'Tango mío' del artista uruguayo y argentino, Hermenegildo Sábat (1933-2018, tomado de ilustracion.fadu.uba.ar.