martes, 31 de enero de 2012

10. 'Vé pues, y sublima hasta a los astros...


...con tus hechos' Virgilio.

'Don José de San Martín', retrato del maestro catalán don Fidel Roig Matóns (c.1920)

Hércules, Teseo, Ulises, Orfeo, Eneas y el Dante. Todos ellos a su hora visitaron el inframundo.

Constituye una experiencia de naturaleza vedada,única y personalísima, en la que los mortales y todos sus asuntos se representan en un punto justo y descarnado.

Nadie está preparado para esto. Sin embargo hubo quienes desoyendo todas las voces y sin más luz que la propia se arriesgaron y pasaron. Lo que han visto y oído apenas podemos aventurarlo, pero su determinación y su posterior gloria de algún modo nos justifican y redimen como especie.

San Martín visitó los incandescentes y helados infiernos. Como el Dante, lo hizo en medio del camino de su vida (“a la mitad de mis días golpearé las puertas del Sheol” Isaías 38:10).

‘Fácil es adentrarse en el Averno (…) pero retroceder y restituirse a las auras de la tierra, esto es lo arduo, esto lo difícil’, enseña Virgilio. Lo refrenda el paciente Job: ‘Como la nube se desvanece y se va, así quien descienda al Sheol no subirá, no volverá más a su casa, ni su lugar le conocerá más’ (Job 7:9,10)

Lo que ambos Sabios afirman se cumplirá. Será el general don José Francisco de San Martín y Matorras el Eneas de una gran nación americana que jamás existirá. Y esto dará el principal de los motivos de frustración y dolor de un Ser formidable.

No se alcanza a apreciar en nuestros genes rasgos o caracteres de los suyos. Pero es indudable que le debemos la oportunidad de pensarnos libremente, de construirnos conforme a nuestros propios cuidados, de establecer nuestra propia liturgia, de forjar un destino.

-----------@-----------

“Muchas veces sucede en un gran pueblo cuando estalla una sedición y se embravece el ánimo del grosero vulgo, vuelan las teas y las piedras y el furor improvisa armas, que si por ventura sobreviene un Varón grave por su virtud y méritos todos callan y le escuchan atentos; y él con sus palabras compone las voluntades y amansa las iras”. Dos trazos de Virgilio que definen al Héroe troyano como al nuestro.

'San Martín en el Portillo', óleo del maestro catalán don Fidel Roig Matóns (c.1920) extraído de www.sanmartinianostdf.org.ar

‘(América) te confía sus númenes y sus penates; toma contigo estos compañeros de sus futuros hados y busca para ellos nuevas murallas, que fundarás, grandes por fin, después de andar errante por mucho tiempo. Y él mismo con sus manos se lleva la poderosa Vesta y las ínfulas y el eterno fuego que arde en el profundo santuario'.

-----------@-----------

Este número se viste de gala al presentar la segunda y última parte del excelente artículo de Pablo Martín Cerone acerca de don Hipólito Buchardo, protagonista indispensable en la gesta de marras. Y las postales escogidas por Darío Lavia que son como siempre “de colección”.

Disfrútelo igual que lo hacemos nosotros al escribirlo y publicarlo. Más, es imposible.

Un Hornero.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Ya la Provincia Oriental y el Alto Perú se habían perdido. En realidad, América se había perdido. España recuperaba terreno político en Europa y lo consolidaba con acciones eficaces y contundentes en nuestras playas. Portugal aún no se había decidido a avanzar irremisiblemente sobre estos lares pero ahora se apostaba en el fuerte de Montevideo, para alivio de muchos –y algunos muy notables- que preferían la presencia de los portugueses al mejor de los Artigas. Tiempos en que se intentaba sofocar el aluvión federalista con la determinación que faltara al avanzar sobre Sipe Sipe.

Palpable era entonces un enojoso desaliento ante la incapacidad de los pueblos para la vida democrática. Era sin más el fracaso en los esfuerzos de la pequeña minoría culta por sobre las masas híbridas.

Preocupados por anudar relaciones con Europa, veían en la monarquía el modo de hacerlo bajo un signo común. “Se creía salvar así la independencia renunciando a la forma republicana” al decir del amigo don José Ingenieros.

Dotar a la población de un “Héroe Inca” (tema desarrollado largamente en nuestro número anterior)no era algo descabellado. Una ficción para atraerse el apoyo del pueblo altoperuano y de los indios del noroeste, mayoría entre nuestras provincias.

No es extraña la aparición de un mito en estas instancias. Sólo que no éramos ni seremos bolivianos, con todo lo que esto pudiera tener de significado. “El rasgo de clasicismo de nuestros poetas se convirtió en teoría política para los peruanos del Congreso” dice el Maestro don José Manuel de Estrada.

Recordamos aquí la respuesta de Castelli al Obispo Lué en la sesión de Mayo de 1810: “reclamamos para los criollos (los hijos de españoles argentinos) el derecho de heredar el gobierno de la península”. Se prescindía entonces de los indios y se prescindirá siempre de ellos en este plano filosófico y político.

La realidad en nuestro propio norte era bien distinta a la del Litoral y a la de Cuyo. Al leer sobre “federalismo” tenga presente que ésa era –con mejores o peores fundamentos- la voz que se imponía en las Provincias Unidas: no la de una nación única e independiente sino la de un conjunto de provincias asociadas y confederadas. Así lo pensó a su tiempo don Gaspar Rodríguez Francia. Así lo intentaron Artigas y Güemes. Pero nuestros notables empujaron con sus razones, dudas y temores hacia otras direcciones. Los caudillos presagiaban una anarquía que llegaría de todos modos.

Yo no me avergüenzo de nadie. En el surgimiento de nuestra nación hubo de todo menos acidia.

En carta a don Tomás Godoy Cruz del 24 de mayo de 1816, don José de San Martín decía:

“¿Podremos constituirnos república sin una oposición formal del Brasil (…), sin artes, ciencias, agricultura, población, y con una extensión de territorios que con más propiedad pueden llamarse “desiertos?”

Agregamos: Y sin la voluntad de las provincias que componían el conglomerado abstruso y caprichoso, debido más al desorden administrativo español que a iniciativa propia de sus gentes.

La realidad por sobre toda otra cosa. Güemes lograba lo que el Ejército del Norte no: tener a raya a los realistas.

El Congreso del Tucumán terminaría recalando en Buenos Aires. No pocos se cuestionaban acerca de la pasividad del gobierno nacional en los asuntos de la Banda Oriental. Creemos que atendiendo las circunstancias no había otra cosa por ofrecer. Y con los realistas avanzando y retrocediendo sobre posiciones salteñas, y ante un Congreso absolutamente desorbitado, se buscaría en la figura de don Juan Martín de Pueyrredón, el nuevo Director, un órgano representativo nacional a como diera lugar.

Eran tiempos en que cualquier combinación diplomática entre portugueses y españoles –parientes como eran por otro lado- hubieran dado por finalizados nuestros mejores esfuerzos.

Nos hubiera gustado que la realidad oriental fuera bien distinta. No negamos que en secreto se celebrara al general Lecor, comandante de aquellas legiones lusitanas. Sólo decimos que con la claridad que sólo ofrecen los hechos cuando ya están consumados, ningún gato es suficientemente pardo.

Entendamos que la Argentina de entonces se encontraba sin leyes, en estado de fragmentación política y territorial, falto de figuras políticas de peso y con buen recorrido, y con varias derrotas a cuestas en el ágora tanto como en el campo de Marte. Todo al calor de las brasas de una prensa que no perdonaba la falta de compromiso hacia la Banda Oriental. En este contexto era más razonable confiar en los méritos de una monarquía que en los de una república.

Se perfilaba un híbrido que años después cobraría formas absolutas, el unicato, el modo de gobierno natural y criollo de conducirnos en materia democrática. A su tiempo llegarán las consideraciones de orden moral que no se corresponden con ningún sistema de gobierno en particular. Son cosas del ser humano. Todo podemos hacer menos forzar la naturaleza de las cosas.

Entre los peores presagios llegaría Chacabuco.

Y mientas don José de San Martín nos liberaba de una oscuridad de siglos, su ciudad natal, Yapeyú, era invadida e incendiada por los portugueses con quienes el propio gobierno estaba pactando.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Ya Chile se resignaba luego de Rancagua. Y a la luz de las consecuencias palpables, no había alternativa mejor que la de seguir hasta el final del camino con la independencia.

Sipe Sipe puso los asuntos en punto de zozobra. Quedaron bajo la égida realista las cuatro provincias del Alto Perú y la mayor parte de nuestro armamento, artillería y parque respectivo.

El cuadro presentaba una evidente nulidad militar. Veamos el de los realistas.

Un ejército de línea al mando del coronel Pezuela, seis mil hombres ocupando las 4 provincias más ricas y pobladas de nuestro estado. Sus tropas flamantemente victoriosas y dirigidas por un jefe bien conceptuado, asediando en el norte y contando con recursos constantes que les llegan desde las 96 provincias sujetas a la dominación del Virrey Abascal.

Sus líneas interiores de comunicación activas tanto como sus parques de reserva y depósitos de tropa e instrucción. Chuquisaca, Potosí, Cochabamba y La Paz ofreciendo nuevamente sus dotes al realista. Lo propio con Puno, Arequipa y la costa occidental aún sin el auxilio de Chile. La Hidra recobrando sus formas.

No podemos esperar por otro lado apoyo de los pueblos altoperuanos, y ya se agotaron los socorros quiméricos con las derrotas de Desaguadero, Vilcapugio, Ayohuma y Sipe-Sipe. Sin un ejército de línea de unos 8.000 hombres bien disciplinados, con su correspondiente cuerpo de ingenieros, artillería y oficiales probos no debemos emprender acción alguna contra el ejército de Lima. Nada hay por ganar con ello, más la pérdida será fatal a nuestros intereses

decía don Tomás Guido en su Memorial de mayo de 1816 dirigido a don Antonio González Balcarce, antiguo héroe de Suipacha y villano de Huaqui, y actual Director de las Provincias Unidas.

Con todo, nuestro accionar quedaba reducido a una guerra defensiva que progresiva e inexorablemente se llevaría lo mejor de nuestras raleadas energías. Debía replantearse urgentemente la cuestión mientras aún quedaba vida, luego de cuatro derrotas consecutivas y de seis años de campaña irregular en un escenario tenaz y poco amigable donde imperan preocupaciones y simpatías hacia el Perú.

Y si faltaba otro elemento de preocupación, la indisciplina y el descrédito de los jefes del Ejército del Norte completaban el cuadro del peor modo posible.

“Un millón de pesos y dieciocho meses harán falta conforme a las fechas de los últimos estados para poner un ejército en condiciones de enfrentarse en el norte. Armamento, municiones, caballadas, monturas, forraje, vestuario, hospitales y mil y una consideraciones más, todas indispensables”, continuaba Guido en su Memorial buscando desestimar la idea generalizada de robustecer al Ejército del Norte, idea que él mismo abandonara en su momento por una nueva, a todas luces superadora.

No nos detendremos en analizar la conveniencia -o no- que representaba la re organización del Ejército del Norte. Reasignar a don Manuel Belgrano nuevamente al frente del mismo era algo sin dudas importante entre la opinión generalizada pero a todas luces insuficiente.

Las repetidas exacciones y el estancamiento de los canales del giro ya habían colapsado las vertientes de la riqueza pública y no quedaba sino el terminar por agotar las riquezas privadas.

San Martín le apostó a Cuyo.

Para entonces los enemigos españoles recibían el auxilio de Morillo quien bajaba hasta Lima por la costa de Guayaquil. Ya Cartagena había caído en sus manos, con lo que podían presentar una masa de ente diez y doce mil hombres, suficientes para atender nuestros mejores golpes madurados durante estos dieciocho meses. Luego era sólo cuestión de esperar su descenso triunfal por el Tucumán y Córdoba. Y luego ver como germinaban sus brotes de tozudo medievalismo. Caracas, Quito y Cartagena daban muestras claras de lo que estamos afirmando.

'Ultimos momentos en la batalla Rancagua', óleo del Maestro chileno don Pedro Subercaseaux Errázuriz (1880 - 1956) tomado de www.espaciocusachs.blogspot.com
Todo parecía indicar que Chile no se encontraba entre las prioridades militares del Virrey Abascal, y esto precisamente era lo que obsesionaba a San Martín.

“La dislocación de las familias indígenas, la ruina de las fortunas sostenidas por el comercio entre nuestras provincias, la sorda sugestión de los patriotas, la amistad y el parentesco que nos unen, la circulación de nuestros diarios, la conducta insolente y procaz de los magistrados españoles conforman una irritación creciente entre el pueblo chileno contra sus dominadores” sigue don Tomás Guido en su Memorial.

“Muy pocos conocieron la influencia de Chile sobre nuestras rentas y especulaciones mercantiles, hasta que la funesta experiencia ha roto el velo de la ignorancia y la preocupación. Dos veces perdimos las minas del Perú desde 1810 a 1814. Chile volvió al poder de sus antiguos dominadores y en ese período se sostuvieron numerosos ejércitos, se invirtieron cuantiosas sumas sin que la miseria afligiera a todas las clases de la sociedad como sucede hoy en día. Cerca de dos tercios del dinero amonedado en Chile se transportaba anualmente a nuestras provincias a cambio de los artículos que se exportaban para el consumo. Los capitalistas aumentaban en aquel Estado las expediciones lucrativas para satisfacer con sus productos los pechos y contribuciones a que los sujetaba la guerra. Si por esta causa no progresaban las fortunas de los comerciantes, se conservaban de modo ventajoso al gobierno y a la sociedad, sostenidas por cerca de dos millones de pesos circulantes en manos industriosas. Luego de esclavizado aquel país y del desastre de Sipe-Sipe se nos privó por tercera vez de la posesión del Perú, nuevos empréstitos, gabelas y confiscaciones no han alcanzado a cubrir ni la mitad de nuestras erogaciones indispensables y en retroceso. El Ejército está desnudo e impago, los empleados públicos indotados y el horizonte cubierto de densa nube de tormenta. De aquí procede el disgusto y maledicencia contra el Gobierno y las oscilaciones de los pueblos. El hombre se afecta de sus comodidades como de sus hijos, y todo plan que no se base en la conveniencia común se descuaderna por sí mismo”, razona magistralmente Guido.

Nos urgía la moral de una victoria rutilante para volver los asuntos a su punto justo. Con algo de éxito en tierras trasandinas, el propio Pezuela y su ejército ya sin comunicación con su metrópoli y flanqueado por sus costados, se replegaría hacia Cuzco bajo los seguros azotes de Güemes y sus Infernales. Y con Pezuela en retirada se podía avanzar de frente con el Ejército del General Belgrano, poniendo a nuestros pueblos a cubierto de una nueva invasión.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Al Gobierno correspondía obrar en la presente crisis con espíritu fuerte y emprendedor. La ocasión, por desesperante como era, era obligada.

El acantonamiento de tropas del Brasil en la isla de Santa Catalina y en Montevideo y las noticias acerca de refuerzos que llegan desde Lisboa, la elevación de aquellos dominios al estado monárquico y la permanencia de los Braganza en nuestro continente formaban un conjunto formidable como temible.

Y aún descartando un pacto de familia entre portugueses y españoles, ¿quién aseguraba que las aspiraciones de don Juan de Portugal se circunscribirían a la seguridad de su territorio? ¿Y quién podría bucear en las profundidades de la política británica y en su verdadero interés en cuanto a la expansión en América del imperio de los portugueses y el participar activamente en la realización de este designio?

Osorio puso fin a la revolución chilena -Rancagua, el 26 de agosto de 1814-.

'Retrato del General don Juan Gualberto Gregorio de Las Heras', tomado de profesor-daniel-alberto-chiarenza.blogspot.com

De entre las sombras aparecerá la notable figura de don Juan Gualberto Gregorio de Las Heras, héroe del Batallón de Auxiliares enviados en 1813 a tierras chilenas en apoyo a la lucha revolucionaria. Su nombre tiene más gloria que ningún otro a excepción del propio Libertador.

Hallándose por entonces en Aconcagua, volvería a cruzar la cordillera junto a sus hombres encargados ahora de proteger a los emigrados y cubrir la retaguardia de los derrotados revolucionarios. Las Heras terminará aquerenciándose finalmente junto a sus Auxiliares en tierras mendocinas.

Hablemos un poco acerca de Cuyo.

Se componía de las jurisdicciones de Mendoza, San Juan y San Luis. Su desarrollo económico y social llevaba de igual grado y agrado improntas argentinas tanto como chilenas. Su gobierno era esencialmente municipal. Cada una de estas tres ciudades tenía un Cabildo regente en el plano administrativo judicial y policial. Con algo más de 40.000 habitantes, y en un estado casi terminal consecuencia directa de la derrota de Rancagua, desde aquí San Martín fogonearía la independencia de media América.

San Martín asumiría la gobernación de manos de Marcos Balcarce, aquel notable entre los Auxiliares, promediando 1814. Todo quedaría sometido a un único interés de orden público.

Con la llegada a tierras mendocinas de dos generales chilenos exiliados, don Juan Mc Kenna y don Antonio José de Irisarri, así como las voces amigas y confiables de los propios Balcarce y Las Heras, San Martín se haría un juicio de peso acerca de la figura de don José Miguel Carrera, derrocado presidente revolucionario de Chile, un díscolo y ambicioso personaje a la medida de los tiempos. Lamentable sería el desencuentro entre Carrera y San Martín, convirtiéndose mutuamente en azote y obsesión.

Volvamos a Cuyo.

Los cuyanos, de suyo propio, se convirtieron en un pueblo de trabajadores y guerreros identificados con la empresa continental mucho antes que ninguna otra provincia o región.

Entre ellos San Martín organizó milicias y adoctrinó en el arte de la guerra aún a los niños. Concitó a los extranjeros a abrazar la causa patriota -medida a todas luces ornamental pero de notable efecto psicológico sobre el resto-, instauró un sistema de auxilios patrióticos cooperativos que recibía a diario y administraba tanto arreos como cabalgaduras de guerra, terrenos como sembradíos…y por supuesto, el recurso más valioso de todos: hombres dispuestos a la lucha. Se reorganizó la renta provincial, direccionando su fuerza hacia la creación de este ejército. Mitre diría que “Cuyo empezó a sudar dinero para la redención de la América meridional”.

Para la ejecución de todos los asuntos dio intervención a los Cabildos quienes además actuaban de contralor a toda la empresa. Esto ofrecía un rasgo característico distintivo a la hora del esfuerzo. Confiables hombres de la época -don Vicente Dupuy, don José Ignacio de la Rosa entre otros muchos- visaban la gestión de marras.

“Cuando San Martín recibió el mando de la intendencia de Cuyo, la renta general de la Provincia alcanzaba los 180.000 pesos provenientes de sus aduanas terrestres e impuestos municipales. Después de la Reconquista de Chile por los españoles, quedó reducida a menos de la tercera parte a causa de le interrupción del comercio trasandino de manera que, para 1815, faltaban recursos aún para proveer las necesidades ordinarias del servicio público” enseña don Bartolomé Mitre.

Hubo que aumentar y regularizar los impuestos sin generar agotamiento de las fuerzas productivas, separando un fondo de reserva con recursos constantes y genuinos para dos o más años, según durase ejecución del plan de liberación de Chile. Apreciamos a la abundante luz de los resultados el genio observador y previsor de San Martín.

Rápidamente se hizo de los bienes de los prófugos, se subastaron tierras públicas, se creó una contribución extraordinaria de guerra, se recogieron los capitales pertenecientes a manos muertas usando de su intereses, se organizaron y distribuyeron todo orden de donativos en dinero y en especies, se declararon de propiedad pública las herencias en bienes y propiedades de los españoles sin sucesión, se monetizaron multas y demás castigos menores, junto a los sellos y demases que sostuvieron presionando sobre la percepción de la renta en busca de aumentar el caudal de fondos para la gesta. Hubo también empréstitos forzosos, pero siempre bajo la activa participación de los Cabildos correspondientes. También se utilizaron cabalgaduras y carretas gratuitamente, se confiscaban sembradíos, se disponía del trabajo manual sin remuneración inmediata y todo esto con suma previsión, lejos del cabal cumplimiento de la proeza, no mediando otro elemento sino el de las promesas de San Martín refrendadas por notables cuyanos. Los artesanos servían en los talleres militares a pura ración, las mujeres contribuían desde sus labores.

“Yo graduaré el patriotismo de los habitantes de esta provincia por la generosidad, mejor diré, por el cumplimiento de la obligación de sus sacrificios. Al indolente se lo arrancaré imperiosamente a la fuerza, estrechando a servir la ley de la seguridad individual y general. Cada uno es centinela de su vida”. Así hablaba San Martín. Y actuaba en conformidad con sus palabras.

A la presión y expoliación metódica le acompañaron acciones de gobierno de corte tanto moral como material. Al ritmo de las vacunas, de la educación pública, de los paseos remozados, el zanjado de nuevos canales para regadío, una sensación de orden y de austeridad digna era el modo de San Martín de identificarse con la vida civil de su Provincia.

Los intentos de incordia -que jamás faltan- se deshacían ante la frugalidad con que vivía y gobernaba el propio General. Su contracción a los deberes del gobernador y su vida carente de la más mínima frivolidad contribuían a cimentar su autoridad y popularidad. Era sin dudas un gobierno autoritario, despótico y paternalista. El diferencial… era el propio San Martín.

Era una entidad abstracta y una fuerza latente moderada por sí misma que se imponía por su poderosa gravitación sin violencia ostensible. El secreto de la potencia de San Martín como hombre de acción y de pensamiento relativo consistía en la voluntad que constituía la sustancia y esencia de su ser. Ella era la cualidad predominante, que más que su inteligencia o su escasa instrucción le daba el conocimiento seguro de los hombres y de las cosas, y de la certidumbre que lo guiaba. No obraba por inspiración sino por cálculo. No era un hombre sino una misión; no una persona sino un sistema
exclama con admiración el propio Mitre.

Notemos a este punto que sus antiguos camaradas de la Logia Lautaro –a excepción de unos pocos- no veían en él a nadie de relevancia siquiera para empresas domésticas. Sus raleadas lecturas le dejaban fuera de las mejores consideraciones. Allí donde Alvear dragoneaba, a San Martín no le daba la talla.

'Vivo, sí, arrastrando una miserable existencia entre crudos afanes'. Vivía condicionado por ataques reumáticos nerviosos. Dormía forzado por el opio en una silla por espacios breves de tiempo.

Este es el protagonista excluyente y éste era el estado de cosas de aquella Provincia en tiempos en que la causa de la independencia estaba perdida.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Osorio se había vuelto instrumento de persecución y opresión. Hubo matanzas y ensañamiento contra un pueblo chileno que acumulaba odios. Los “rotos” emboscaban y mataban a cuanto “Talavera” (primer cuerpo peninsular) podían. San Martín observaba atentamente estos movimientos insurreccionales. Había señales claras de vida y rebeldía del otro lado de los Andes.

Inicios de 1815. Osorio contaba con 5.000 hombres armados y equipados. Su misión era clara: atravesar los Andes con 2.000 infantes, 1.000 jinetes y 200 artilleros, hostilizar Cuyo y Córdoba y dominar la comunicación mediterránea de los ejércitos argentinos, todo esto en combinación con Pezuela quien martillaba desde el Norte. Osorio debió de replegarse y secundar al ejército de Pezuela al norte para los tiempos de la insurrección revolucionara del Cuzco y ante la amenaza del Ejército del general Rondeau.

Noviembre de 1815. Sipe Sipe. El Ejército del Norte, reforzado en más de 4.000 hombres de las tres armas y dos baterías de artillería, invadió una vez más el Alto Perú a las órdenes de Rondeau. Apenas volverían unos 1.500 soldados.

Mientras Morillo ahora se adueñaba de la actual Colombia, vemos que desde el Atlántico al Pacífico ya cedían las bisagras en la estructura americana, con el Alto Perú perdido, la insurrección del Cuzco domeñada, la Provincias Unidas aisladas y divididas.

Visto en perspectiva, la fatalidad de Sipe Sipe tuvo real importancia en el desarrollo y posterior éxito de la gesta de San Martín. Los miles de muertos entre aquellos rebeldes de Cuzco y las bajas de nuestro Ejército del Norte concurrían a debilitar y paralizar la acción reaccionaria al tiempo que en Cuyo se organizaba y cobraba formas definitivas el Ejército de los Andes. Se perdieron numerosas vidas, se desplazaron las fuerzas realistas hacia el norte, se ganó tiempo valioso. Pero sobretodo, apareció en un horizonte ralo de probabilidades, una que concitaría la atención de quienes dirigían: la de cambiar el eje de la guerra atacando Chile.

Para fines de 1815, el vencedor de Rancagua sería relevado del mando de la Capitanía General de Chile para ser reemplazado por el Mariscal don Francisco Casimiro Marcó del Pont.

Fin de la primera parte

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Postales del Mundo


por Darío Lavia

1-Aníbal


Protegida por las barreras naturales de los Alpes y los Pirineos, Roma esperaba todo menos un ataque cartaginés desde el norte. La proeza de Aníbal tuvo, entre otras genialidades, ésta que le estamos mostrando. Aquí lo vemos 'engañando' a sus elefantes representándoles 'tierra firme' sobre las balsas con las que cruzarían el río Ródano, enclavado en territorio de la Galia romana. Una tarea y un grabado inmortal para el inmortal general africano.


'Hannibal crossing the Rhone' (1878) Obra de Henri Paul Motte (1846-1922).


Aunque tanto Tito Livio como Polibio de Megalópolis se valieran de la misma fuente, el relato de Sosilo de Lacedemonia -acompañante de Aníbal en su gloriosa expedición-, ambos difieren sobre la ruta seguida por los cartagineses en su cruce de los Alpes. Aún hoy el recorrido de dicha gesta sigue siendo eje de polémicas.
'Hannibal crossing the Alps' (1908) Obra de Charles Allan Winter (1869-1942).



2- George Washington


En un momento crucial para la Revolución, sin moral y con deserciones masivas entre sus tropas, y en el marco de un gélido invierno, Washington cruzará el río Delaware la Nochebuena de 1776 hacia Trenton y New Jersey, cayendo por sorpresa y obteniendo un triunfo determinante frente al enemigo inglés, reafirmando a las Trece Colonias, cuya independencia se había declarado pocos meses atrás.


'Washington crossing the Delaware', (s/a), obra de Emanuel Leutze (1816 - 1868) Emmet Collection of Manuscripts Etc. Relating to American History.


Espías de Washington le habían informado que las tropas británicas y los mercenarios hesianos planeaban cruzar el Delaware una vez que se congelase por completo. Con la sorpresa como aliada y dando por sentado que el enemigo estaría retozando o en estado de ebriedad tras los festejos de Nochebuena, Washington ordenó el cruce de su ejército en botes, cayendo sobre la guarnición enemiga y, tras menos de una hora de combate, tomando unos 900 prisioneros, municiones, aprovisionamientos, víveres, etc.

'Washington crossing the Delaware', sin datos de autor ni año. Emmet Collection of Manuscripts Etc. Relating to American History.


3- Napoleón


El más famoso retrato de la leyenda de Napoleón, debido a David, se trata de una obra maestra de propaganda que muestra al Cónsul como un héroe romántico, encima de un corcel encabritado, con una estatura diferente, con la mano señalando a los cielos, envuelto en una capa dorada (o escarlata, dependiendo de las otras cuatro versiones de la misma obra que se trate) y encolumnando el nombre de Bonaparte junto a conquistadores del mundo antiguo y medieval, Aníbal y Carlomagno, cuyos nombres aparecen esculpidos en la roca.



'Crossing the Alps' (1800-1801), obra de Jacques-Louis David (1748 - 1825)
.

En contrario con la mirada definitiva de David, los años impusieron una versión "revisionística" del mentado cruce y tras un criticado cuadro de Delaroche en que se veía a Napoleón cruzando a lomo de mula y envuelto en un capote oscuro, surgió este bellísimo y poco conocido grabado.



'Bonaparte traverse le Saint Bernarde', autor y año desconocidos


-----------@-----------


El Corsario albiceleste: Hipólito Bouchard
(Parte 2 de 2)

Pablo Martín Cerone

La vuelta al Mundo

El capitán, a cuya dirección iba fiada 'La Argentina' y su fortuna, reunía en sí, física y moralmente, las cualidades y defectos de un héroe aventurero. Bartolomé Mitre, "El crucero de La Argentina. 1817-1818"
'Estampilla por el Dïa de la Armada Argentina'. Casa de Moneda, 1980. Ilustraciones de J.M.Fouret. Tomada de albumdeestampillas.blogspot.com, del blog del Partido Pirata Argentino

A mediados de 1816, Bouchard desembarcó en Buenos Aires y se encomendó a los preparativos de una nueva expedición corsaria, patrocinada otra vez por Vicente Echevarría. Se hizo de los pocos recursos que el gobierno podía darle (sables de caballería, para una operación en el mar) y preparó su tripulación, en la que se destacaba un joven criollo que participó en su anterior viaje, Tomás Espora, a quien esperaba un gran futuro en la marina argentina.

El primer inconveniente casi termina con la aventura antes de empezar. En la noche del 25 de junio de 1817, una discusión a bordo del buque terminó en una pelea que debió ser reprimida por la infantería de marina, con el saldo de dos muertos y cuatro heridos graves. El Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón suspendió la partida de "La Argentina" y ordenó una investigación sobre las causas del motín. Nuevamente, la muñeca política de Echevarría destrabó el conflicto. Dos días después de los incidentes, la expedición pudo zarpar.

"La Argentina" enfiló hacia África. En medio del mar se debió sofocar un incendio intencional, que casi termina con la fragata. Para empeorar la situación, las diferencias entre los expertos marinos extranjeros (principalmente británicos) y los criollos, para nada habituados a la dura vida del mar, amenazaban ahondarse con la tensión de los días en el océano.

Cruzar el Atlántico les llevó dos meses. A comienzos de setiembre, "La Argentina" ejerció en aguas de Madagascar el derecho de visita que Gran Bretaña y Estados Unidos aplicaban en África desde 1812, persiguiendo barcos negreros y liberando a los esclavos transportados. Luego puso proa a Oriente en busca de navíos enemigos.

'The slave-ship'. Robert Hoskin (1842). Grabado publicado en 1878, tomado del 'Harper's magazine' New York

Nuevamente debió afrontar fuertes tempestades, y durante la travesía del Océano Índico buena parte de la tripulación enfermó de escorbuto. Los alimentos empezaron a escasear: sólo quedaban galletas, demasiado duras para ser masticadas por los enfermos, que debían mojarlas para poder comerlas. No había día que no arrojaran un muerto al agua. El 18 de octubre, el capitán de un buque norteamericano les informó que hacía más de tres años que las naves españolas de la Compañía de Filipinas no traficaban con los puertos de la India. Hipólito Bouchard supo que debía llegar a dichas islas si quería encontrar españoles.

El 7 de noviembre, con una tripulación diezmada, "La Argentina" fondeó en la isla Nueva de la Cabeza de Java (actual Joló). Desembarcaron a los enfermos y armaron tiendas de campaña. Tras unos días, fray Bernardo de Copacabana, sacerdote betlemita que hacía de médico a bordo, decidió probar con un singular método para recuperar a los enfermos: los enterró hasta el cuello en la arena. En palabras del propio Bouchard: "el que era pasado totalmente del escorbuto murió al cabo de una hora desde que se hallaba en la tierra y los demás consiguieron mejorarse. Esta operación se repitió muchas veces hasta que los pobres podían servirse de sus miembros".

Tras repeler un ataque de piratas malayos, Bouchard, siguiendo los usos y costumbres del mar, convocó un consejo de guerra que juzgó a los prisioneros y los sentenció a muerte, con excepción de algunos menores que fueron recibidos como grumetes. Los piratas malayos fueron devueltos a su nave, a la que se le aserraron sus palos. Luego, Bouchard ordenó el fuego. Los piratas desaparecieron bajo las aguas gritando: "¡Alá! ¡Alá!".

'Fragata La Argentina'. Nuestra inmortal fragata que fuera alguna vez la española 'Consecuencia',capturada por la 'Hércules' y rebautizada así por Buchardo. Oleo del Maestro porteño don Emilio Biggeri (1907 - 1977)

Tras esta aventura, "La Argentina" soportó la calma de un mar sin vientos en el pasaje del estrecho de Macasar hacia el Mar de las Célebes. Luego enfiló hacia la isla de Luzón y, más allá, Manila, la joya del imperio español en Oriente. Durante dos meses "La Argentina" bloqueó Luzón, hundió dieciséis barcos, abordó otros dieciséis y apresó a cuatrocientos realistas. Sus operaciones causaron en Manila una inflación del 200 % en dos meses. Hipólito Bouchard decidió seguir camino a China, en busca de más navíos españoles.

En el viaje a Cantón, "La Argentina" estuvo a punto de zozobrar por las fuertes tormentas que debió afrontar, con la consecuencia de que varios tripulantes convalecientes murieron. Como agravante, los víveres volvieron a escasear. Bouchard revió su plan y puso proa a las Islas Sandwich, las actuales Hawaii, para reaprovisionarse y recuperar a su tripulación.

Uno de sus biógrafos (Julio Manrique, grumete de "La Argentina") asegura que, en esos días, el corsario francés meditó atacar la isla británica de Santa Elena y liberar a su admirado Napoleón. La inconveniencia política del gesto y la presión de la tripulación para dirigirse a Hawaii le habrían hecho renunciar a esa aspiración. Manrique es el único de todos los cronistas que menciona la historia, hecho que, en mi opinión, no invalida su relato.

Hawaii

'Priests traveling across Kealakekua bay for first contact rituals'.Grabado de John Weber, artista genial a bordo de la tripulación del Capitán Cook. Tomado de 'Hawai`i Looking Back: An illustrated History of the Islands' de Glenn Grant
El 18 de agosto de 1818, "La Argentina" fondeó en la bahía de Kealakehua, en una de las islas del archipiélago hawaiano. Hawaii era entonces un reino independiente, gobernado por Kamehameha I, quien había armado una pequeña flota con la que comunicaba las islas del reino y comerciaba con China. Se había rodeado de asesores europeos, que lo aconsejaban en su trato con las potenciales imperiales de la época.

Hawaii también era una especie de paraíso mahometano: se caracterizaba por la desinhibición sexual de sus mujeres, bellas morenas de senos descubiertos, que siempre hicieron las delicias de los marinos que arribaron a sus tierras...

Apenas llegó, Bouchard encontró una nave que había sido comprada por el rey. Tras prudentes averiguaciones, descubrió que era la corbeta argentina "Santa Rosa", o "Chacabuco", que se aprestaba a partir, también en afán corsario, cuando "La Argentina" dejó Buenos Aires. La tripulación de la "Santa Rosa" se había rebelado frente a la costa de Chile y, tras desembarcar a sus oficiales, peregrinó por el Pacífico hasta Hawaii. Los hombres se dispersaron por la isla, habían tomado mujer y estaban adaptados a las costumbres locales. Ante la falta de tripulación, el capitán le vendió el buque al rey Kamehameha y partió sin que se supiera más de su suerte.
Entonces, una ley del mar, que se aplicaba estrictamente, establecía que cualquier capitán que encontrase marineros amotinados debía ejecutarlos sin dilación, para escarmiento y para evitar que el ejemplo cundiese. En esa época los oficiales eran pocos; la mayoría de la tripulación de cualquier barco estaba formada por levados, esclavos, condenados y capturados.

Bouchard apresó a un grupo de hombres del "Santa Rosa" que estaban escapándose de las islas. Comprobó que la corbeta estaba totalmente desmantelada, varada en el puerto, y decidió efectuar el reclamo ante el propio monarca. Finalmente ambos llegaron a un acuerdo: el rey devolvía la nave, aportaría hombres a la tripulación de Bouchard (unos cien) y éste indemnizaría a la corona por los gastos de compra del buque.

'Kamehameha I'. Retrato de autor desconocido, tomado de 'destructorbouchard.com'
En las memorias del capitán montevideano José María Piris, integrante de la expedición de Bouchard, se afirma que Kamehameha firmó un Tratado de Comercio, Paz y Amistad con Hipólito Bouchard, en el que reconocía la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. De haber sido así, Hawaii sería el primer país no hispanoamericano en reconocer la independencia argentina, ya que recién en 1821 Portugal haría lo propio, un año antes que Brasil y Estados Unidos y cuatro antes que Gran Bretaña. Empero, ni en la bitácora de Hipólito Bouchard ni en ninguna otra fuente se asienta el reconocimiento de la independencia argentina, hecho de gran magnitud para faltar en la crónica de los hechos.

Bouchard prosiguió la captura de los amotinados del "Santa Rosa" en Kaouai. En Oahu, la isla más grande y rica de Hawaii, cargaron provisiones y atraparon a los últimos amotinados que se habían escondido en los bosques: uno fue condenado a muerte, y el resto a recibir azotes. Tras otorgar grados militares al rey Kamehameha y nombrar algunos cónsules, decisiones para las que no estaba facultado, Hipólito Bouchard partió hacia el este. Junto a "La Argentina" iba la nueva nave de la flota, la "Santa Rosa", al mando de Peter Corney, ex marino a quien Bouchard conoció en Hawaii regenteando la taberna del pueblo.
'Karakakooa. Het opperhoofd van het eiland Owhyhee brengt een bezoek aan boord van de Wilhelmina en Maria, geankerd in de baai van Karakakooa'.Bellísimo grabado de Jacobus Boelen (1791-1876). De la colección de Stephen A. Schwarzman Building / General Research Division

California

'First baptism in California', obra de A.B.Dodge y Alexander Harmer, tomada de missioncalifornia.com

California era, en esos años, apenas una cadena de misiones franciscanas dispersas sobre la costa, donde religiosos y nativos vivían plácidamente. La capital era Monterrey. Se cultivaba trigo, alfalfa y frutales, y había una incipiente industria vitivinícola. Los vinos, junto a los cueros, el sebo y los manufacturados de los ovinos eran los principales artículos de exportación. Aislados por el desierto, su vía de comunicación principal era la marítima.

El 20 de noviembre de 1818, los vigías de Monterrey vieron arribar a "La Argentina" y a la "Santa Rosa". De pronto, el viento cesó y la corbeta "Santa Rosa" quedó varada. El gobernador Solá había mandado instalar dos baterías en la playa para proteger el desembarcadero: en quince minutos, la corbeta fue acribillada y el puente argentino se llenó de muertos y heridos.

Era la madrugada del 24 de noviembre, con los hombres rescatados del "Santa Rosa", Hipólito Bouchard desembarcó con 200 infantes y marineros, armados de fusiles o lanzas, además de algunos cañones. Las primeras respuestas de los guardias fueron repelidas. Los apenas 25 soldados españoles huyeron. Uno de los hawaianos que integraban la tripulación arrió la bandera española y enarboló la enseña argentina.

Desde esa noche, hasta el 29 de noviembre, California fue argentina.

Como era esperada la presencia corsaria, el gobernador había ordenado la evacuación preventiva de mujeres y niños, además de los archivos y dinero de la Real Hacienda. Los esperados refuerzos de San Francisco y San José no intentaron recuperar la ciudad, sino que esperaron la ida de los argentinos.

Las tripulaciones de "La Argentina" y de la "Santa Rosa" se dedicaron al saqueo. Los marinos hawaianos tenían predilección por... los vestidos de las mujeres que encontraron en las casas. El ganado que no podía llevarse, se mataba. Se incendió el fuerte, el cuartel de artilleros, la residencia del gobernador y las casas de los españoles, pero se respetaron tanto los templos como las propiedades de los criollos.
Poco después atacaron el rancho El Refugio, la hacienda de los Ortega, contrabandistas conocidos de la zona, quienes habían colaborado con las autoridades coloniales contra los patriotas mexicanos. Se repitió el saqueo como en Monterrey (4).

Luego, los corsarios atacaron San Juan de Capistrano. Bouchard solicitó provisiones a cambio de no hostilizar a la población, recibiendo como respuesta una bravuconada del prior. Una partida saqueó la misión, bien nutrida de licores, pero sin dinero ni tesoros, los que ya habían sido evacuados. El retorno de estos hombres a "La Argentina" fue un tanto errático, por su grado de ebriedad (5).

'Fray Luis Jayme, primer mártir cristiano de California, tatando de calmar a los indígenas' obra de A.B.Dodge y Alexander Harmer, tomada de missioncalifornia.com

La pequeña flota corsaria pasó de largo frente a San Diego y se refugió, para reparar los buques, en la bahía Vizcaíno. Permanecieron en ese lugar hasta enero de 1819, cuando partieron hacia el sur, a rondar los puertos de San Blas y Acapulco. Ya en América Central, atacaron Sonsonete, en El Salvador, y el 2 de abril, el Realejo, en Nicaragua, uno de los centros más importantes del comercio y la marina colonial española, amén de principal astillero del Pacífico. Pese a sus magros recursos, los corsarios igual capturaron el puerto: quemaron un bergantín y una goleta, insatisfechos por el pobre rescate ofrecido por sus dueños, e incorporaron un pequeño lugre y la nave "María Sofía" a la flota de Buenos Aires.

La aventura de Hipólito Bouchard en el Pacífico Norte terminó tras el enfrentamiento con un bergantín que cañoneó a la "Santa Rosa", sembrando de muertos y heridos la cubierta. Sin "La Argentina" (dedicada a la tarea de vigilar las presas capturadas en Realejo) Bouchard se disponía a resistir el ataque enemigo cuando, sorpresivamente, a poco de entrar en batalla, la nave agresora arrió la bandera hispana y alzó la chilena. Era una embarcación corsaria, capitaneada por un tal Coll, que se había enfrentado a la "Santa Rosa" creyéndola española. Indignado, Hipólito Bouchard pidió que le enviaran un cirujano para atender a los heridos. Como respuesta, Coll se marchó.

Liberación del Perú

Ante los daños de la "Santa Rosa" y al tanto de que San Martín estaba por lanzar su campaña marítima contra el poder español en Perú, Bouchard decidió dar por finalizada la expedición y enfilar hacia Valparaíso. Llegando al puerto, se encontró con novedades.

'Lord Admiral Dundonald Cochrane',fotografía tomada de digitalgallery.nypl.org
Por orden del vicealmirante escocés Lord Cochrane (el "Lord filibustero" como lo llamaba San Martín) fueron arrestados, acusados de piratería; el cargamento fue confiscado. Bouchard trató de resistir, pero la superioridad de sus adversarios hizo inútil cualquier defensa. Se rindió y quedó detenido.

Se inició un tortuoso juicio, en el que su defensor fue Tomás Guido. San Martín, Sarratea, Echevarría, O'Higgins, apelaron en su favor. El coronel Mariano Necochea, compañero de Bouchard en San Lorenzo, armó un piquete de sus granaderos y tomó "La Argentina", reintegrándosela al acriollado capitán francés.

Una vez liberado, Bouchard recorrió "La Argentina"y se encontró con que los cañones habían sido retirados para equipar otras naves, y la nave había sido virtualmente desmantelada. La bodega estaba vacía: todo lo ganado en la excursión en el Pacífico había sido saqueado.

Echevarría había conseguido nuevas patentes de corso y planeaba llamar a Bouchard a Buenos Aires, para operar con sus flotas en el Litoral argentino, pero el marino tenía otros planes. Ni él, ni sus subordinados, querían perderse la campaña libertadora al Perú. En una carta a Echevarría, Bouchard le comunicó que había decidido participar en la expedición a la tierra de los incas, y le pidió que velara por las necesidades de su familia (su esposa y sus hijas Carmen y Fermina) y se comprometió a reintegrarle los gastos a su regreso. Echevarría se enfureció y se negó. La familia de Bouchard quedó librada a su suerte.

Por los daños sufridos, tanto "La Argentina" como la "Santa Rosa" sólo hacían transportes de carga para los ejércitos libertadores, desembarcados en Perú en setiembre de 1820. Parecía el fin. Al poco tiempo, "La Argentina" fue desguazada y vendida como leña vieja. La "Santa Rosa" se incendiaría luego, en la revuelta del Callao de 1824.

Sin recursos económicos, Hipólito Bouchard se presentó al general San Martín y le rogó que lo dejara regresar a Buenos Aires. Pero el Libertador le pidió cinco meses más, tal vez pensando en darle el mando de la marina peruana tras la liberación: el 28 de julio de 1821, José de San Martín proclamó la independencia en Lima.

Cuando Cochrane se apoderó de los caudales limeños depositados en sus buques de guerra, con el pretexto de cobrar haberes adeudados, San Martín organizó la marina de guerra peruana y le dio a Bouchard el mando de la fragata "Prueba", la nave más importante de la flota. Lord Cochrane temió el enfrentamiento con el héroe francoargentino y dio marcha atrás.

El final

Hasta 1828 Hipólito Bouchard siguió al servicio de la marina peruana. Entonces se retiró y se estableció en las haciendas de San Javier y San José de Nazca, adjudicadas como recompensa por el Congreso peruano. Bouchard fundó un gran ingenio azucarero, al que llamó "La Buena Suerte". Entonces, las Provincias ya no más Unidas se desangraban en la guerra civil. El héroe de antaño nunca volvió a ver a su esposa ni a sus hijas, y se volvió cada vez más hosco. Su cólera explotaba a cada momento y se descargaba violentamente contra los peones de sus haciendas, justo él, el libertador de esclavos.

En el anochecer del 4 de enero de 1837 golpeó a un sirviente, pero esta vez, hubo violentas protestas. Hipólito Bouchard tomó un pistolón y su viejo sable de abordaje, pero fue tarde: los sirvientes lo mataron a puñaladas.

Sus restos estuvieron perdido por más de 120 años, hasta que en junio de 1962 fueron encontrados en una cripta olvidada de una parroquia en Nazca, Perú. El 6 de julio de ese año, los restos fueron exhumados por una comisión conjunta de las marinas argentina y peruana y repatriados a Buenos Aires, a bordo de un crucero llamado "La Argentina". Hoy reposan en el Panteón de Buenos Aires.

'Don Hipólito Buchardo'


'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Inicio de la segunda parte

La “Guerra de Zapa”

San Martín se embarró en el sórdido fangal del espionaje. Buscaba con esto azuzar la insurrección a través de líderes locales. Se proyectaba sobre ambos lados de la Cordillera y en ambas direcciones posibles del tiempo, presente y futuro. Ya dijimos que la máquina venía traccionando desde los albores de 1814.

Algunas notables figuras de la vida militar, política y social chilena asumieron con convicción los papeles encomendados, sirvieron como espías y contraespías, dejaron apresarse a su tiempo, vivieron y figuraron entre el bando realista cuando en realidad escondían su verdadero rostro de independentistas rebeldes. Todo apuntaba silenciosamente a insurreccionar al pueblo de Chile, debilitar las fuerzas realistas a fuerza de chismes, libelos, confrontaciones y ofrecimientos; a observar el cuadro de situación y retransmitirlo a la base de Mendoza donde San Martín llevaba el pulso de lo proyectado, lo actuado y sus desviaciones.

El santiaguino don Juan Pablo Ramirez fue quien proveyera los datos precisos del plan de defensa realista así como el señalamiento anticipado de la cuesta de Chacabuco, escenario inicial de la epopeya gloriosa. El joven Manuel Rodríguez recorrería las provincias centrales como mensajero de revuelta, comprometiendo a su paso a poderosos hacendados con la causa chilena, organizando partidas de guerrilleros, cruzando varias veces los Andes burlando las emboscadas y patrullas que ya Marcó había lanzado sobre él. El levantamiento parcial había estallado en las provincias centrales centrándose la insurrección y su energía expansiva en la provincia de Aconcagua.

Rodríguez ya había asociado a la empresa a un famoso bandolero, Neyra. Con elementos heterogéneos organizó tres fuertes partidas que leudaron la masa en Maipo y en Maule, apoderándose de poblaciones como Felipilla, San Fernando y Curicó, llevando las correrías hasta la mismísima capital.

Muchos murieron en las persecuciones a estos grupos guerrilleros. San Martín sostenía fluída correspondencia con Rodríguez, siempre especulando con la posibilidad de que sus cartas cayeran en manos realistas. Dicha correspondencia hacía referencia a un ataque certero en dirección sur, dando por sentado su caída oportuna a manos realistas.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

Don José Miguel Carrera presentaría un memorial al Director de las Provincias Unidas por entonces don Ignacio Alvarez Thomas para la reconquista de Chile. Partiendo de la base inconsistente del odio del pueblo chileno hacia los opresores realistas, su plan consistía en adueñarse de Coquimbo durante el invierno y levantar allí un ejército, especulando con que el grueso de las fuerzas de Osorio se pasarían naturalmente hacia su bando.

Este proyecto temerario no distaba demasiado de cierta concepción que se tenía sobre el respecto en aquellos tiempos. San Martín le escribiría a don Nicolás Rodríguez Peña allá por 1814: “Ya le he dicho a Usted mi pequeño secreto: Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza para pasar a Chile (y apoyar luego) un Gobierno de amigos sólidos para acabar también con los anarquistas que allí reinan. Aliando las fuerzas pasaremos por el mar a tomar a Lima. Ese es el camino…convénzase… que hasta que no estemos sobre Lima la guerra no acabará”.

Con el tiempo San Martín fue madurando su idea hasta alcanzar la medida que le sería exigida en el campo de las acciones. Poca gloria puede esperarse de los hados cuando el elemento maestro de un plan se resume en el odio de los pueblos. A ese odio hay que dejarlo fermentar por tiempos, alimentarlo cuando la circunstancia lo demande, y encenderlo con hábil precisión en el momento que dicte la historia. Pero ya vimos que San Martín no esperaba de su guerra de zapa más que generar condiciones propicias. Más de dos años de preparativos de un Ejército de características épicas sí están a la altura de los tiempos, de las exigencias y porqué no, de los merecimientos.

'Retrato del General chileno José Miguel Carrera'. 1854 Obra de don Narciso Desmadryl (1801 - 1890) tomado de Wikipedia
Para 1815 ya San Martín vislumbraba otra realidad ofensiva en contraste absoluto con la idea de Coquimbo de Carrera. “Los medios que proponía Carrera eran irrealizables. Lo digo con dolor” Habla de la “soñada expedición de Carrera”, de los treinta mil milicianos de caballería que obtendría con un golpe de mando y de suerte: “es más fácil estimar un cálculo que realizarlo”, siendo de admirar que con esta fuerza disponible “haya sido conquistado Chile por dos mil quinientos hombres de malas tropas”.

Lo cierto es que Carrera estaba desacreditado en su país. “Y a la verdad, que es muy difícil, por no decir imposible, el que un hombre mantenga su opinión después de haber perdido un Estado”. Contundente como siempre, se alejaba definitivamente de aquello en pos de algo gigantesco.

O’Higgins también presentaría su plan de acción al Director Alvarez. En pocos trazos, consistía en aislar al enemigo hacia el centro –su propia capital- y atacarlo desde los cuatro costados. Para ello requería de unos 6.000 hombres. A su momento, San Martín ejecutaría su invasión exactamente del modo contrario: Dispersar en vez de concentrar.

Le preocupó de un primer momento al Libertador el saber en qué manos caería el poder reconquistado. Dos grupos claramente diferenciados aspiraban a los honores. Los Larrain y los Carrera. Era determinante para el éxito de la empresa que no existiera la más mínima sospecha del simple hecho que no sobrevendría ningún tipo de dependencia con las Provincias Unidas una vez terminada la faena ni condicionamiento alguno en los asuntos internos de Chile.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

'Don Tomás Guido'. Fotografía extraída del libro 'Vida de Grandes Argentinos'. Editorial Antonio Fossati. 1960,Buenos Aires.Tomada de Wikipedia
Cuyo enviaría un representante a gestionar apoyo del Gobierno central. (diciembre 1815). Don Manuel Ignacio Molina sería el elegido para el encargo. De su notable aunque fallida gestión se derivaría la de don Tomás Guido, a la sazón representante del gobierno en el cargo de Ministro de guerra. De él leemos nuevamente:

“El gobierno que giraba en sus combinaciones en presencia de la situación de la Europa, de las renta nacionales y los peligros del Estado, había creído siempre que la expedición a Chile era por entonces inoportuna y peligrosa”.

Ya se había convocado a una junta de autoridades en la materia del orden civil, político y militar para considerar la empresa de los Andes, y por unanimidad habían descartado la misma. Sin embargo, Sipe –Sipe también condicionaba los ánimos y los planteos a la hora de las consideraciones.

La guerra de zapa seguía alimentando rumores: todas las maniobras y el acopio sostenido e inocultable de esfuerzos estaba destinado a robustecer al Ejército del Norte. De Buenos Aires le llegarían unos 600 fusiles y artillería de montaña al Libertador. De a poco San Martín obtenía y dotaba de elementos a su Empresa al tiempo que involucraba a todos los actores nacionales.

Para febrero de 1816 el Gobierno central autorizaría al General una expedición parcial de quinientos hombres a fin de conquistar Coquimbo durante el invierno. Un plan a todas luces enlazado con aquél de Carrera, pero que daba muestras claras de compromiso desde Buenos Aires. Veamos.

Argentina no tenía margen para nuevas derrotas. El Libertador debía de lidiar con un gobierno ávido de resultados inmediatos e irresoluto en el complejo plano general.

San Martín maduraba su plan definitivo que a todas luces era el invadir Santiago con todas las fuerzas disponibles de la patria. Las trifulcas y escarceos los dejaba en manos de Rodríguez, de Neyra y de otros valerosos chilenos que horadaban a Marcó y lo envolvían. Pero la invasión libertadora debía tener características de imponencia.

4.000 soldados -2.000 eran los que San Martín tenía en su Provincia- de los cuales 700 debían ser de caballería, 3.000 fusiles, 800 sables de repuesto, cuatro piezas de campaña de a 4… eran formas razonables de envergadura. Necesitaba 60.000 pesos de los cuales descontaba obtener la mitad de su propia Cuyo. Como complemento, una flotilla a órdenes del Jefe de la Expedición que debía bloquear las costas de Chile para evitar cualquier retirada, llegada de refuerzos, o el desfalco de los tesoros nacionales chilenos. Eran tiempos en que Alvarez dejaba la dirección en manos de don Antonio González Balcarce (1816) cuyo nombramiento fuera propicio a los intereses del Libertador.

El Ejército del Norte debía de ser replanteado. Sólo podía tomar una defensiva estricta en Jujuy de 600 o 700 hombres, auxiliar la insurrección del Perú con algo de armamento, y apostar a que la campaña de los Andes comience a desviar esfuerzos serios hacia el Pacífico. Si en dos años no se resolvía el tema a favor de los revolucionarios, jamás quedaría otro recurso que no sea el de guerra en montonera y fastidio sin posibilidad de sostenerlo indefinidamente con resultados previsibles para la causa.

A San Martín le ofrecieron nuevamente las riendas del Ejército del Norte.

Pongamos atención a esto. San Martín visualizaba ahora una victoria indudable en Chile. De allí a Lima era dejar que las cosas siguieran un curso trazado con naturalidad. Pero le faltaban unos dos mil soldados y unos 30.000 pesos. Por otro lado, le ofrecían la conducción de 6.000 hombres y todos los remanentes de tesoros del país allí donde él sólo veía una derrota consumada.

En este punto estamos cuando comienza a emerger la figura de don Tomás Guido, antiguo amigo del general en los tiempos de Londres y participante en la creación de la Logia Lautaro. Su redacción, firma y presentación del Memorial de mayo de 1816 fue determinante en el curso que seguirían las negociaciones y sus resoluciones consiguientes con el gobierno central. Y fue justo a tiempo, con la llegada de la clemencia y la tregua que ofrecía el verano cordillerano.

'Fileteado sobre nuestra insignia nacional'. Bello trabajo de autor desconocido

La empresa de San Martín requería el máximo de los esfuerzos de la masa, tanto en el plano moral como en el material, aplicados a objetivos militares y a una misión a todas luces incierta para el común de las gentes. Convencido que el camino militar de la revolución era el Pacífico, tomó el gobierno de Cuyo para organizar allí mismo una fuerte División que atravesara la Cordillera para auxiliar la insurrección en al país vecino.

Ni bien se hubo enterado de la derrota de Rancagua, solicitó del gobierno recursos para organizar un cuerpo de tropas sobre la base de los Auxiliares de Chile. De aquí, del Batallón Nº 11, se constituiría la base del Ejército Libertador.

Elevado este cuerpo de regimiento se comenzó a formar el segundo batallón de San Juan. Siguió el envío de dos compañías del Nº 8 de Buenos Aires con cuatro cañones al mando del mayor don Pedro Regalado de la Plaza, notable organizador según las crónicas de su época.

Para 1815 solicitó la concentración en Mendoza de su Regimentó de Granaderos y le fueron enviados bajo las órdenes de su coronel don José Matías Zapiola el 1º y 2º escuadrón de aquella campaña en la Banda Oriental, junto a armamento y vestuario para unos 400 hombres. Irían también 4 cañones de campaña, 300 fusiles, municiones, vestuario y equipos y pertrechos. En torno a estos envíos se organizarían las milicias de infantería y caballería de la provincia.

Veamos con algo de detalle los aportes insoslayables de algunas de las figuras que se comprometieron y sostuvieron la gesta.

'Bajo la mirada del padre Beltrán se encendieron las fraguas y fundieron las armas y los artefactos de guerra. Cañones, granadas, balas, cureñas, cartuchos caramañolas, herraduras, bayonetas y máquinas eran las nuevas formas revolucionarias que asumían las antiguas campanas de los conventos y templos'.
Recluido en una celda franciscana se hallaba fray Luis Beltrán, mendocino de 30 años, ordenado en el convento de Santiago de Chile. Luego de Rancagua regresaría a su patria. Agudo observador e ingenio natural fue llamado por San Martín a dirigir el parque y su maestranza. Trescientos hombres aprendieron junto a él un oficio al tiempo que servían a su patria. Mitre le honra llamándolo el “Arquímedes” del Ejército de los Andes. En 1816 colgaría los hábitos y luciría el uniforme de teniente de artillería.

A la maestranza, al parque y a la armería le siguió una plantación de salitres y fábrica de pólvora. Su realización fue obra y dirección del tucumano, el mayor don José Antonio Alvarez Condarco. Sobre él recayó la peligrosísima misión de ir a Chile a entregar pliegos componedores a Marcó, con el único fin de preparar los croquis y de allí los planos para los pasos de Uspallata y de Los Patos.“Y…si no lo ahorcan, dará Usted la vuelta por el camino más corto, el de Uspallata. A su regreso me formará un croquis sobre el papel”. No habría más planos que éstos.

Un emigrado chileno, Dámaso Herrera, sería junto al mendocino don Andrés Tejeda quienes producirían los paños que luego teñirían de azul para que las Mujeres Cuyanas los convirtieran en ropas de guerra y en otros pertrechos valiosos como frazadas, mantas...

Vendría luego un tribunal de guerra cuyo auditor sería don Bernardo de Vera y Pintado, santafecino, hombre importante en ambos lados de los Andes. Se redactaría un código de conducta interna. La disciplina y el orden eran prioritarios.

Se organizaría un cuerpo médico bajo la mirada de don James ‘Diego’ Paroissien, médico inglés naturalizado, antiguo cirujano y asistente personal de Castelli en el primer Ejército del Norte y con muchas cosas por hacer en nuestras tierras tanto con en las chilenas. Contó para estos asuntos con la participación de don Juan Isidro Zapata.

La contabilidad era responsabilidad de don Juan Gregorio Lemos y su contralor era el propio General. Todo respondía a un plan a mediano y largo plazo, contemplando no solo la invasión sino la permanencia en tierras chilenas y su reinicio de marcha hacia el Perú. Tal era a grandes trazos la composición y arreglos del Ejército de Cuyo para 1816.

Escuchemos nuevamente a Mitre:
“Cuando se piensa que sin la persistencia de San Martín en este momento decisivo, la invasión del Alto Perú se hubiera resuelto, perdiéndose miserablemente la revolución por ese camino al menos por entonces, y se considera que sólo él podía ejecutar tal empresa con seguridad matemática tal lo había concebido y prometía, cambiando la faz de la guerra americana, se puede afirmar que pocas veces la intervención de un hombre en los destinos de un pueblo fue tan decisiva como aquella suya, así en la dirección de los acontecimientos como en el desarrollo de sus consecuencias”.

'Entrevista de San Martín y Pueyrredón en Córdoba, 1816' (1926) Boceto en tinta china de M. Rosso.Tomado de www.sanmartinianostdf.org.ar

Ya con la Declaración de Independencia firmada, el 15 de julio tendría lugar en Córdoba la reunión entre San Martín y Pueyrredón, flamante Director designado por el Congreso del Tucumán.

Esta reunión fue indispensable para unificar criterios, prioridades, y sellar una relación que no venía bien entrazada. Recuerde el Lector que el propio San Martín había contribuido a la caída de aquel Triunvirato del que el propio Pueyrredón formara parte. Buscamos con esto resaltar la figura de éste último quien puso el interés general por encima de su amor propio y sus resentimientos explicables. Pueyrredón sería un colaborador decidido en tiempos en que la figura de San Martín distaba muchísimo de la que nosotros conocemos y honramos hoy en día.

Pueyrredón también, hombre al uso, era de ideas monárquicas. Volvamos a Mitre sobre este punto

“La razón pública, en medio de su relativo atraso, estaba por encima de estos errores (…). La idea innata de la república democrática estaba en las cosas mismas; (…) era una ley escrita en la conciencia popular, que tenía sus manifestaciones espontáneas, ya brutales ya cívicas, ya intelectuales, puramente instintivas tanto en los individuos como en lo colectivo, revistiendo formas propias y originales. (…) Hasta las multitudes que no alcanzaban a comprender sus teorías abstractas ni sus formas concretas tenían (…) un ideal visible aunque se extraviasen acerca de los medios para alcanzarlo. Luego de seis años ya sin reyes ni virreyes la monarquía no se les representaba sino como un retroceso en la revolución, una abdicación en la majestad de pueblo soberano”

Pueyrredón designaría el nombre con que sería inmortalizado el Ejército: el Ejército de los Andes. 8.000 pesos mensuales. Se formaría un Estado Mayor de Campaña al mando del brigadier general don Miguel Estanislao Soler, héroe en la batalla del Cerrito. San Martín sería investido por el Congreso con el carácter de Capitán General, igual en rango a Belgrano.

Cuyo quedaría temporalmente en manos del coronel don Toribio Luzuriaga, con el alto encargo de servir de auxilio desde tierras cuyanas a todo lo que acontezca a lo largo del proceso de invasión a tierras chilenas al tiempo que estar prevenido sobre cualquier posibilidad de contramarcha o de contraataque desde Chile.

Sucesivamente irían llegando a Mendoza los refuerzos comprometidos por el Director desde Buenos Aires. El regimiento Nº8 sería completado y de él saldría el batallón Nº7 al mando del teniente coronel don Pedro Conde y el otro de igual clase bajo el brazo de don Ambrosio Crámer, francés veterano de los imperiales napoleónicos.

También el regimiento Nº11 sería dividido en dos batallones. San Martín consideraba tácticamente de mayor capacidad de respuesta a los batallones acotados que a las grandes formaciones. El comandante Rudecindo Alvarado tomó el mando del batallón Nº1 de Cazadores.

El cuerpo de artilleros con su dotación completa de materiales sería confiado al comandante De la Plaza.

Los dos escuadrones restantes de Granaderos a Caballo que asistieron a la campaña del Alto Perú se unieron a quienes había librado batalla en la Banda Oriental, y a ellos se les agregó un quinto escuadrón formado en Cuyo bajo las órdenes del comandante Mariano Necochea. Aquí descollarían los nombres del francés don Federico de Brandsen, de los porteños don José Melián, don Juan Lavalle, don Manuel Medina y don Nicasio Ramallo entre otros notables, como los hermanos don Manuel y don Mariano Escalada.

Un español, don Antonio Arcos y Arjona fue ayudante de campo del General San Martín.

'Batalla de Chacabuco', óleo de don Pedro Subercaseaux. Museo Histórico Nacional.Buenos Aires. Tomado de www.sanmartinianostdf.org.ar
Quedaría por plasmarse una idea a todas luces interesante: la emancipación de todos los esclavos de la República para engrosar con libertos nuestros batallones de infantería. Pueyrredón pondría en marcha esta orden refrendada y sostenida a su tiempo por los tres Cabildos de Cuyo.

Entendiendo que esto afectaría el patrimonio de hombres comprometidos activamente con la gesta desde hacía dos años así como la dificultad que presentaba unificar mandos como el entreverar gente de color entre la tropa, no debió ser un asunto sencillo de tratar. Más de 2.000 negros, muchos provenientes de la propia Cuyo y otros tantos llegados de Buenos Aires, conformaron parte de los gloriosos 7º, 8º y 11º de Infantería del Ejército de los Andes. Casi todos ellos murieron en la proeza.

Completando el cuadro de este notable Ejército, San Martín formó con los emigrados de Chile residentes en Cuyo los cuadros de dos regimientos de infantería, un batallón de artilleros y un regimiento de caballería a quienes se puso bajo el mando de sus jefes natos. Se buscaba uniformar movimientos tácticos así como plazos y tiempos de ejecución. Se creaba así un modo natural de apoyo ya dentro del país vecino, consolidando la alianza militar entre ambas naciones. La figura del general O’Higgins fue sin dudas su referente natural. Pronto aparecería don José Ignacio Zenteno, “el filósofo”. El oficiaría como secretario del Ejército. Ya en su patria independizada, Zenteno obtendría los justos laureles por su desempeño durante esta Campaña así como por la ulterior formación tanto de ejército como de marina chilenas.

¡Salve verdadera prole de Júpiter, ornamento añadido al coro de los dioses! Virgilio y Un Hornero


'El Ejército de los Andes saliendo del campamento de Plumerillo'Boceto al óleo y tintas sobre tela de don José Bouchet (1901).Museo Histórico Nacional, Buenos Aires tomado de www.sanmartinianostdf.org.ar
Un sitio `pintoresco, el Plumerillo, serviría como teatro de aprendizaje de maniobras de lucha y guerra.

Allí se trasladó San Martín con su Ejército a inicios de 1816. Toda la teoría y la práctica necesarias para la Campaña se fue desarrollando a lo largo de este año. Fue allí en donde San Martín encomendaría a su Ejército -tal como hiciera en su oportunidad en tierras jujeñas don Manuel Belgrano- a la protección de la Virgen del Carmen. La bandera nacional creada por el propio Belgrano y ratificada en el Congreso del Tucumán, la misma de las glorias de Tucumán y Salta, también sería enarbolada y puesta bajo los auspicios de la Protectora y Patrona del Ejército.

El 5 de enero de 1817 ya estaban los compromisos asumidos. El Ejército estaba listo para su hora. Y el propio don José Francisco de San Martín y Matorras se ponía al hombro la fama y los hados de las américas.


'El Paso de los Andes', óleo de don Augusto Ballerini. Museo Histórico Nacional.Buenos Aires. Tomado de www.sanmartinianostdf.org.ar


Corolario

Dejamos aquí, al pié de los Andes, al glorioso general San Martín y a sus gloriosos guerreros junto a millares de milicianos, baquianos, reseros, así como de miles de caballos y mulas transportando las piezas de artillería, los pertrechos, alimentos, repuestos, herramientas, las minas, la medicina y las tiendas, y más que todo esto, sus propias almas, y un difuso, genuino y punzante sueño de libertad.

Lo invitamos a leer de cualquier libro o de internet el desarrollo de la Batalla de Chacabuco, batalla que desembocaría en la toma final de la península del Talcahuano.

Sepa Amigo que esto recién comienza.

No le rendimos el bien ganado honor a todos los nombres. Faltan muchos. Preferimos no abundar más en datos buscando con ello resaltar aquellos nombres que sí mencionamos. Son cientos de apellidos comunes como el mío y el suyo, con la salvedad de figurar indeleblemente escritos en una página inmortal en el libro de la historia de la Humanidad. Si es un error el no incluirlos, es producto del amor que sentimos por todo esto y por todos ellos.

Este número comenzó mencionando los infiernos. Si Usted piensa que están dentro de nosotros mismos, yo le confieso que pienso igual que Usted.

San Martín vivirá su extensa vida con un logro inconmensurable a cuestas. Podrá, al decir de Virgilio, sentir que

He vivido, he llenado la carrera que me señalara la fortuna.

Pero jamás verá nada parecido con aquel sueño que fuera motor desde su mocedad. Una América ancha e independiente, al frente de los nuevos tiempos.

Esperemos al desenlace de todo esto.

Escuchemos a la fiera Duquesa tomando del brazo a Alicia

-No puedo decirte ya mismo cual es la moraleja de todo esto, pero en seguida la recordaré.

-Tal vez no tenga moraleja- se atrevió a sugerir Alicia.

- ¡Chist, chist, niña! –dijo la Duquesa. Todo tiene moraleja, siempre que seas capaz de encontrarla.
Y se apretó más contra Alicia mientras hablaba. (A Alicia no le gustaba demasiado tenerla tan cerca…).