...y usa con más fuerza las riendas. Ellos corren por propia iniciativa: el esfuerzo consiste en reprimir su deseo... No vayas muy alto, abrasarás las mansiones celestes. No muy bajo, incendiarás la tierra. Irás seguro por la franja del medio...". (Consejos de Apolo a su hijo Faetón antes que éste se largara obstinadamente a conducir el carro portador del fuego...el Sol).
"No se sirve a la libertad manteniendo
los odios del pasado", dijo sabiamente don Adolfo Saldías. No es tarea vana el observarse sin prisas ni pasiones. En la misma conformación de nuestro torrente sanguíneo se incubó, alimentó y robusteció a quienes inspiraran tales odios al tiempo que proliferaban detractores y panegiristas.
Las sociedades condenan porque no puede acusárseles de nada. Pero no podrán jamás sustraerse de los resultados que generan sus acusaciones.
El odio así como el desprecio constituyen de sí todo un estorbo para el pensamiento colectivo. Genera e imposta suspicacias entre los jóvenes, provocándolos en lugar de afianzarlos en la experiencia de la libertad así como en las lecciones que presentan nuestros propios infortunios políticos. No hay fanatismo positivo. Y al igual que con la culpa, también este odio es generador y motor de muchas y variadas cosas.
Nuestros pueblos ya no son menores de edad pero actúan como si lo fueran. Hemos retrogradado por no resolver ni aceptar lo que nos toca. Siempre perorando en torno al problema y al cómo pero sistemáticamente evitando el involucrarnos en los asuntos al tiempo que estigmatizando a quienes sí lo hacen: la postura propia de un adolescente mal entretenido. Así lloramos, nos victimizamos, reclamamos y discutimos como imberbes, así también festejamos y nos emocionamos. No hablo de otros países aunque quizás no seamos los únicos.
Aquel pueblo de 1810 sin dudas era enérgico y comprometido. Siendo pocos, su presencia en cada una de las instancias de la vida política era insoslayable. Todo lo sometía a voto y si con el voto no alcanzaba, se volvía milicia. En un escenario precario devinieron a los tropezones en políticos y en militares hombres más emparentados con la tertulia y con las letras que con el ágora y con las armas. De algún modo brillaba en nuestras playas el ideario de la vida democrática y el ejercicio libre del derecho individual que a poco de saltar al ruedo ya gobernaba y generaba toda clase de asuntos propios.
Su amor genuino a la patria y una dignidad sostenida bajo mucha presión fue signo distintivo de aquella generación que se asumía a sí misma como joven. Y lo era.
El ejercicio de la vida democrática requiere de los mejores esfuerzos de todos los involucrados. Y cuando esto no se da, el sostén moral tambalea y el arribismo de los menos capaces pero más ambiciosos comienza a asumir el protagonismo y la dirección a lo largo y ancho de toda la estructura.
Esto pretende ser una lectura de la síntesis moral resultante de ése divorcio del espíritu y la ciencia de la revolución de 1810 con los tiempos que le siguieron.
Para este número contamos una vez más con las inapreciables postales de don Darío Lavia, imágenes que ilustran y abren seseras por sí solas. Recuerde: se hallan en el interludio (sólo las aprecian quienes sobreviven a la lectura).
Salvo el bello óleo del inicio, el de Faetonte adolescente y sordo a los ruegos de su padre Febo Apolo, momento íntimo e impar inmortalizado por el genial Nicolas Bertin (París, 1667 - 1736), el resto de los retratos y grabados presentados son obra de un joven artista argentino a quien respetamos y admiramos: se trata de don Esteban Díaz Mathe.
Esto que Usted está abordando es una obra de amor. No es la única: miles de personas permanentemente alzan su mano, su pluma y con cabriolas delicadas buscan transmitir algo de valor.
Un hornero no es ni será un ave vistosa ni esplendorosa: es sencilla y es argentina
"Será un timbre de
gloria para los hombres de nuestra Revolución de 1810 el haber trabajado vigorosamente la regeneración política y social del país, proclamando los principios más humanitarios y divulgando las ideas más atrevidas al tiempo que disputaban palmo a palmo el territorio a los ejércitos de España en batallas dignas de ser cantadas", dice con razón Saldías. La Junta de 1810, el Triunvirato, la Asamblea liberal del trece, el Directorio hasta 1819 y las leyes fundacionales de 1811, 1813, 1815, 1817 y 1819 fueron acciones concretas y positivas destinadas principalmente a convocar a todos los confines del antiguo virreinato y de toda América a una gesta a todas luces desafiante y superadora que demandaba mínimamente de independencia. San Lorenzo, Suipacha, Las Piedras, Tucumán, Montevideo, El Cerrito, Salta, Chacabuco y Maipú, así como Huaqui, Cancha Rayada, Vilcapugio y Ayohuma pusieron a su hora en alto como en sozobra discurso e ideales. Así fue nuestro despertar hacia cualquier cosa vinculable con vida cívica y con sentido de pertenencia patriótico.
El elemento popular en la campaña, por fuerza angosto y tímido en sus inicios, aumentaba y se acostumbraba a este nuevo estado de asuntos. Veníamos de tres siglos de vida vegetativa. Se quería ver y elegir. Buenos Aires, donde germinó la primer semilla de revolución, irá asumiendo roles de dirección y concentración de poder con y sin la aveniencia del resto de las provincias.
La seguidilla de derrotas de fines de la primera década del siglo XIX y al avance decidido de los portugueses sobre el flanco oriental precipitó la ruptura de cualquier vínculo entre nuestras provincias con la capital natural de ambos cuerpos: del viejo y del nuevo.
Y por oposición pura al gobierno nacional de Buenos Aires surgió unánimemente una figura y una bandera que no estaba en las miras de aquellos revolucionarios pero aparecía en cada fogón y en cada tertulia. Ese símbolo era la palabra Federación.No podemos atribuir a perversión ni a correría ésto que dejó un reguero de sangre en toda la república. Fue un estallido vigoroso y demandante en nuestra nóvel experiencia como nación. Amorfo, contradictorio, intentendible y provocativo, pero vigoroso y caliente en el corazón mismo de las mayorías.
Cuando el Director Pueyrredón entregó el mando al general Rondeau, Entre Ríos y Corrientes obraban bajo la égida de Francisco Ramírez quien en combinación a don Estanislao López, gobernador de Santa Fé, invadían Buenos Aires por el norte en tiempos donde la guerra de la Independencia se llevaba los esfuerzos ´fertiles y los estériles de los porteños.
Tucumán ya se había declarado república independiente y asumía como Director don Bernabé Aráoz quien actuó prontamente para evitar la disgregación de su ámbito de las ciudades de Santiago del Estero y Catamarca. Córdoba y La Rioja ya nada tenían con el gobierno central. Recuerde el Lector que todo esto sucedía al tiempo que los realistas golpeaban nuestras fronteras al norte y Güemes los sotenía a raya con sus Infernales.
Veintemil hombres se preparaban en Cádiz para zarpar a tierras rioplatenses y ya hemos visto a Montevideo caer a manos de los portugueses. San Martín preparaba su ejército con miras hacia Chile, lo que le valdría el mancillamiento de su nombre y gloria entre el ágora porteña, al tiempo que Belgrano poco más daría de sí luego de una vida al servicio de una patria demandante y cambiante y ahora...¡Federal!
El regimiento 1° de los Andes enviado por San Martín a San Juan terminaría deponiendo al gobernador de Cuyo. Y el Ejército Auxiliar del Perú que descendía rumbo a Buenos Aires se sublevaría también bajo el nuevo mando de los coroneles José María Paz y Juan B. Bustos quien arrastraba consigo la suerte y voluntad de las provincias mediterráneas. Quiroga y Aldao en Cuyo harían lo propio, e Ibarra en Santiago del Estero proseguían el curso nuevo de cosas de gobiernos personales.
Y cuando López y Ramírez combinados con José Miguel Carrera se decidieron, invadieron Buenos Aires para liberarla del Directorio y del Congreso de Tucumán que pactaban por una monarquía con los reinos europeos. Cabe agregar a este punto que, cuando los directoriales recuperaron el gobierno sobre fines de 1820, reanudaron sus negociaciones orientadas al establecimiento de una monarquía constitucional, figura que como ya vimos, era la deseada por nuestros mejores hombres.
Tales negociaciones, cualquiera que fuese el alcance y las intenciones, minaron el crédito del gobierno directorial al tiempo que despertaba la ira del pueblo que seguía sus movimientos a través de la prensa y de los tribunos republicanos de Buenos Aires...exiliados en Montevideo. Esta diplomacia pretenciosa que buscaba desde la oscuridad lauros desorbitados entre una Inglaterra y una Europa ya acomodadas al nuevo cuadro de situación proporcionó a nuestros Caudillos tiempo y razones de peso para venirse sobre la propia Buenos Aires.
Fin de la primera parte
Postales del Mundo
por Darío Lavia
1-Boyne
Al mando de una fuerza de 37 mil soldados, Guillermo III de Orange trabó batalla con las fuerzas de Jaime II, que congregando irlandeses católicos y franceses, sumaban 25 mil efectivos apostados en la margen del río Boyne. La veloz retirada de Jaime desmoralizó a sus aliados católicos y a los pocos días las fuerzas guillerminas ingresaban en Dublín, al mismo tiempo que Jaime se embarcaba rumbo al exilio en Francia. A pesar de la gran magnitud de tropas intervinientes, la mortandad de ambos bandos fue reducida en comparación al total (unas dos mil bajas).
' "Battle of the Boyne", óleo de Jan Wyck (1645-1700).
2- Dos rosas
Batalla de Tewkesbury, 4 de mayo de 1471: Las fuerzas comandadas por Eduardo IV y Ricardo de Gloucester (Casa de York) infringen una dura derrota a la multitudinaria facción de la Casa de Lancaster, bajo la égida del Príncipe Eduardo de Gales y del Duque Edmundo de Somerset. Tras la batalla, Somerset se refugió en una abadía donde se le permitió asilarse, pero a los dos días, Gloucester y el Duque Juan de Norfolk ordenaron su captura e inmediata ejecución. El desastre de la Rosa Roja está simbolizado en este grabado, con la decapitación de Somerset frente al Rey Eduardo
'Beheading of the 4th Duke of Somerset (Edmund Beaufort) in 1471 at Tewkesbury
.
3- Guerra de Secesión. Los Negros
Durante los últimos años de la Guerra Civil Americana, hubo unos 175 regimientos de tropas de color (USCT), sumando unos 178 mil efectivos. Cada regimiento siempre era comandado por oficiales blancos mientras que había límites para el ascenso de soldados de color. Al principio, incluso, los soldados de color recibían menor paga que sus pares blancos.
'Philadelphia's Supervisory Committee for Recruiting Colored Regiments (1863)
.
Entre mayo y julio de 1863 las tropas de la Unión incursionaron y asediaron Port Hudson, bastión confederado a orillas del río Mississippi. Durante el asedio, que se extendió por 48 días, las fuerzas armadas de la Unión atacaron por tierra y mar, utilizando el buque de guerra "USS Essex". En la acción intervinieron también unidades de soldados de color cuyos ataques heroicos disiparon las dudas que sus superiores blancos tenían acerca de la confiabilidad de los negros bajo fuego.
'Port Hudson. Brilliant charge of the Phalanx upon the Confederate works'. Tomado del Schomburg Center for Research in Black Culture
4- Guerra de Secesión. Campamento blanco
Inicio de la segunda parte
El Zar Alejandro, el Príncipe de Metternich y el Rey de Prusia apuntalaron la Santa Alianza.
Los liberales nacionalistas de Alemania e Italia serían acallados. España procuró direccionar sus aliados hacia la América rebelde, y ofrecería a Rusia la isla de Menorca por su ayuda en la guerra americana y a Gran Bretaña la de Santo Domingo. Se prodigaba en promesas. En principio, contaba con Prusia y con Rusia y con ellas alcanzaba como para reunir veintemil hombres y acabar con el sueño liberal americano.
La atomización federalista de nuestro territorio presentaba un estado de anarquía y caos. Una vez más: para enero de 1817 Portugal se adueñó de Montevideo y alcanzó el dominio de la Banda Oriental. Esta invasión no fue consentida ni alentada desde Buenos Aires pero tampoco la combatió como se esperaba y como urgía. Este simple hecho representó -fuera de toda intención- una virtud para la independencia no sólo Argentina sino de toda la América hispana. Veámoslo un poco más de cerca.
Portugal, invadiendo Uruguay, se puso en contra de España y al mismo tiempo de la Santa Alianza. Los liberales hispanoamericanos ahora independientes contaban como aliado en el Nuevo Mundo al rey de Portugal y a sus asesores ingleses. España tendría que pensar varias veces antes de enviar a sus veintemil hombres al Río de la Plata ya que Portugal se había declarado neutral y no permitiría semejante presencia en sus posesiones de Montevideo ni en aguas y tierras del Brasil para entroncarse con las fuerzas del Perú. La guerra entre estos dos mundos, el europeo de la Santa alianza y el americano del liberalismo tenía arbitrando a un neutral que favorecía a los liberales americanos.
España se consideró agredida. La invasión portuguesa a Montevideo fue toda una declaración de guerra. Buscó consenso para escarmentar a Portugal pero no tuvo eco tal prédica entre el resto de naciones europeas. Las cinco naciones que manejaban el timón de los asuntos -Gran Bretaña, Rusia, Francia, Prusia y Austria- no apoyaron tales escarmientos. Portugal, enlazado a gran Bretaña como lo estuvo desde los inicios de toda esta historia fue señalado y amonestado, más jamás obligado a restituir Montevideo a España.
La Santa Alianza temía perder o poner en zozobra un mercado de consumo valiosísimo al tiempo que proveedor de todo tipo de materias primas y humanas. Desde Europa, América bien podía configurarse en dos o tres reinos con monarcas europeos o mixtos. ¿Por qué no? Richelieu fogoneaba monarquías en México al tiempo que en el Río de la Plata Juan Martín de Pueyrredón firmaba la aceptación del príncipe de Luca o del infante don Francisco de Paula.
Las aspiraciones de Rusia llegaban a California además de Alaska. Sus naves hubieran podido surcar tanto el Mediterráneo como el Pacífico, y barrer con los liberales americanos. Lo único que detenía tales incursiones marítimas era Portugal aunque nos duela y remuerda el simple hecho que un reino tan ambicioso e inescrupuloso como el de Juan VI pudiera sernos de alguna ayuda.
Artigas combatía denodadamente contra Portugal por la simple razón que las fuerzas lusitanas no sólo hostigaban y diezmaban tierras, riquezas y hombres del Litoral sino además anexionaba sin miramiento ni negociación ni política mayor que la de la depredación.
Pero tímidamente debemos reconocer que el no haberle declarado la guerra a tal portento ha sido un espasmo de salud en una cabeza -Buenos Aires- que adolecía de autoridad y de claridad. Ha sido suerte y ha sido el destino. Con estas revueltas en Montevideo, Portugal ponía en jaque a España, a la espera de verse beneficiada por lo pronto con al restitución de la Isla de Olivenza.
España quedó sola. Compró navíos viejos a Rusia y siguió adelante con su expedición de veintemil hombres. Portugal era ni más ni menos que un enemigo. La Banda Oriental no ofrecía ni siquiera un punto de referencia de desembarco. Montevideo constituía una valiosa pieza de canje para los portugueses, un estigma para el Directorio, un mortero para los liberales y los excomulgados, una pérdida irreparable para Artigas, y un asunto serio para los acontecimientos que sobrevendrían. Si los españoles hubieran contado con Montevideo, Buenos Aires, la revolución... hubiera quedado en situación de jaque... mate.
El 30 de septiembre del '18
se inauguró el Congreso de Aquisgran donde participaban los popes del planeta: Alejandro de Rusia, Federico Guillermo III de Prusia, Richelieu, el Barón de Mounier y Castlereagh y Wellington. España no había sido invitada.Rusia llanamente planteó la invasión a América. Castlereagh recordó la victoria de San Martín en Maipú -todavía hoy no tenemos real dimensión de tal victoria-. Prusia apoyó al Zar Alejandro en su visión expansionista. La posibilidad que el liberalismo prendido en América pudiera exportarse hacia Europa no era un asunto menor. En esta guerra de dos mundos, era más lo que se invocaba y especulaba que lo que realmente se sabía del otro lado del Atlántico. Con todo, los ingleses sabían más que ninguno.
Fernando VII quedó aislado en su lucha por aniquilar el gérmen revolucionario. Los agentes masones de Pueyrredón llevaban y traían. Artigas no era sólo un problema de índole local. Presentaba jaque insidioso a propios y a extraños del mismo modo que lo hacía Güemes en el norte. Si les tocó la peor parte en la guerra -las fronteras-, y si se puede pensar libremente en causas superadoras, era improbable que tales Actores simplemente terminarían cediendo en sus demandas y en sus pretensiones por una razón del todo inexplicable, abstrusa y que sin dudas los excluía.
Así y todo, declararle la guerra al Brasil hubiera sido un error notable, al menos mientras durase la otra, la de la Independencia contra España y contra vaya uno a saber qué clase de enemigo que allende el mar hablaba de veinte mil hombres como si se hablara de un almuerzo de camaradería.
Corolario
El proyecto de monarquía no presentaba nada que discordara con las ideas del momento y es tontera el empeñarse en asociarlo con una traición. Era un modo de organizarnos al uso del resto del mundo que ofrecía la posibilidad de agrupar bajo la misma corona los territorios argentino y chileno lo cual nos habría proporcionado autonomía económica con su salida a ambos océanos, la misma en que se fundara la economía y grandeza norteamericanas.
La expedición libertadora de San Martín y la aquiesencia de los logistas chilenos...pudo haber sido un comienzo. Pero la disgregación existente se sumó a la clara intención de la única potencia directamente interesada en impedir la creación en América de un país tan fuerte que no aceptara otras influencias salvo la suya.
Si vemos al Nuevo Mundo desde la perspectiva de Londres -Castlereagh- es evidente que una Inglaterra ansiosa de mercados surgentes se empeñaría en conservar lo obtenido.
Es al menos sospechosa la relación temporal entre la sublevación de Riego en España y la rebelión contra el Director en nuestras tierras, el Tratado de comercio firmado en 1817 con Artigas eludiendo todo bloqueo porteño o lusitano, la cantidad de agentes de comercio y asesores que llevaban y traían sin descanso ni solución de continuidad documentos a ambos lados del Atlántico. Y finalmente la filiación de los personajes que de Montevideo se trasladaron al campamento de Ramírez para encabezar el alzamiento contra el régimen directorial con apoyo desde Buenos Aires.
Alguna vez Alvear había planteado el protectorado inglés. Y Sarratea, flamante gobernador de Buenos Aires, era una figura insoslayable cuando hablamos de anglofilia.
Aquí había otra alternativa a la monarquía. Ambas posiciones fueron sostenidas y negociadas manteniendo al pueblo argentino en estado de absoluta ignorancia lo que derivó naturalmente en la demonización de ambas. Pero claro, no veo mérito alguno en enjuiciar esto a doscientos años de los hechos. Y ya lo dijimos, nuestro respeto es innegociable.
Y así llegamos a 1820. Desunidos, confusos, adoctrinados de un federalismo mal entendido y peor explicado como el de los Estados Unidos. Pero por alguna razón las esperanzas de nuestras mayorías estaban depositadas en él.
Diez años del Mayo glorioso. Se había terminado por desmoronar la estructura completa de la administración colonial española.
El gobierno directorial, en un escenario de guerra contra España y con la presencia intimidatoria de Portugal en Montevideo desde donde se fogoneaban los ánimos de Buenos Aires y del interior con una prensa desmesurada -como normalmente es en el mundo libre-, luego de un ligera brisa terminará por renunciar y tras él se irá despidiendo de la vida pública el Congreso del Tucumán. Todos terminarán o presos o desterrados. A Sarratea parece que no le temblaba el pulso a la hora de tomar medidas aclamadas por las multitudes.
Es interesante notar que en general, pocos conocen el mecanismo de un reloj o de un simple lavarropas por decir algo. Pero todos creen -creemos- conocer las claves de la política como si la realidad de una sociedad entera fuera incluso más sencilla de desentrañar que la de una lapicera de tinta o la de un carburador. ¿Cuánto tiempo precisa un país para ponerse en funcionamiento? Eso no se averigua sino sobre su propia marcha. Y si diez años para la vida de una persona pueden pasar de vicio, sostengo que los primeros diez años de nuestra vida como nación fueron mucho más que productivos: fueron indispensables. Todavía hemos de sufrir unas cuantas cosas, pero nada de todo lo actuado fue en vano.
Estábamos vivos. Ni el más optimista de nuestros Hombres de Mayo hubiera jurado que luego de diez años de altiva desobediencia e insubordinación, tendríamos signos vitales tan claros como para mirar de frente a Europa, despreciar sus soluciones milenarias, y jugárnosla por un modelo tan abstruso como americano.
Y los hombres de estado no nacen debajo de las piedras. Y la vida repúblicana requiere de políticos, de partidos, de tribunos independientes y de gente que quiera mancharse en el barro.
Y en un interregno ininteligible, pisará la arena de la provincia de Buenos Aires don Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas y López de Osornio. Rosas.