Editorial
“La vida es una herida absurda”, sentencia la herejía.
"Convencer" es tarea y metas propias de evangélicos, de vendedores de táperwer, de políticos... y de los historiadores.
De riguroso traje de citas a medida y abundancia en fuentes, el historiador lleva al lector a sentir que todo lo que lee es verdadero y como hablamos de una ciencia, el sayo de "científico" de quien la aborde.
Todo esto es hermoso. Pero la vida... es una herida absurda. Y es aún más que ésto.
La vida es demasiado... “abundante” como para ceñirla con el corsé de "la verdad". No aprobamos a quienes se esconden detrás de datos y citas autorizadas. Ya de por sí es ilusorio querer abordar a los vivos a través de frases célebres o cifras estadísticas ¡que nos queda de aquellos que murieron allá lejos y hace tiempo!
Preferimos la honestidad sencilla a la verdad revelada.
Vamos por un poco de barro, ramitas, pajitas, algo de estiércol...para construir un nido donde poner los huevos. Quizás este nido sea utilizado por otros pájaros en el futuro, no hay manera de saberlo.
Pero luego construiremos otros nidos, y si se diera el caso, cantaremos a dúo y a trío con quienes puedan y deseen participar. Sin restricciones ideológicas; solo con la natural obligación de ser honestos. Tan honestos...
...como un hornero.
Invasiones Inglesas
Ojo con la tortuga
Vigilar navíos ingleses que bloqueaban nuestro río -en realidad, estar atento al tráfico comercial que derivaban de ellos- era "la" preocupación entre nuestros virreyes de fines del S.XVIII.
Por entonces, los buques franceses -si lograban sortear el cerrojo inglés- podían hacer a sus anchas en nuestro puerto en tiempos en que nuestros puertos concitaban viajeros y barcos como atraidos por cantos de sirenas. Cada día el contrabando se consolidaba, y así como al contrabando se le deben muchas calles empedradas, puestos fronterizos atentos al indio y vigilancia a lo largo de nuestra inmensa costa atlántica (siempre expuesta a desembarcos ingleses), el tiempo nos haría sentir -y con rigor- que a él también le deberemos el precio de haber desatendido nuestra industria autóctona, corazón mismo de cualquier nacionalidad, incluso la nuestra.
También era todo un asunto esto de transportar caudales a la Península.
Los ingleses no permitirían que las riquezas americanas engrosaran el tesoro francés, su Enemigo por entonces. España se había convertido propiamente en "feudo del regicidio" al decir de Burke.
Napoleón necesitaba lograr con Portugal la misma sumisión que obtuviera de España. Era imposible bloquear el continente a los ingleses si los portugueses no se involucraban en la cuestión. Para poner a prueba la amistad de Carlos IV, Napoleón le encomendaría poner en cuarentena a los puertos lusitanos...al comercio inglés. Y así se firmó el Convenio de Madrid según el cual España llevaba la guerra a Portugal.
Los portugueses apenas si resistieron más por temor a Napoleón que por la temible presencia de Godoy, el "Príncipe de Paz" y su ejército. Y así pasó la "Guerra de las naranjas", inmortalizada por la célebre frase de Godoy "las tropas que atacaron al oir mi voz me han regalado dos ramos de naranjas que yo presento a la reina". Y el 6 de junio de 1801 Portugal cerraría sus portos a la Gran Bretaña al tiempo que la reina María Luisa recibiría de manos de su amigo y servidor Manuel Godoy, cítricos honores.
Del jugo de estos trofeos se bebería hasta en América.
Las autoridades portuguesas en el Brasil tomarían para sí la tarea de resarcimiento y arrancarían a las autoridades españolas siete pueblos de las Misiones orientales del Uruguay. A poco de iniciadas las agresiones, volvería la paz y el entendimiento...
...lo que no volverían serían las siete ciudades. Todos estos pueblos, así como el Yaguarón y el Río Grande, forman hoy parte del estado de Río Grande do Sul en la república del Brasil.
¿El virrey? don Joaquín del Pino. ¿La época? 1801 ¿La guerra? Fue conocida como la guerra del Río de la Plata. ¿Las operaciones? Vandálicas, perpetradas por Borges de Canto, un forajido al frente de unos cuarenta ladrones menos memorables que aquellos árabes. ¿Las consecuencias? Eternas.
Así se defendían las fronteras durante el virreinato "en aquellos lugares en que nos sobran tanto" al decir de Carlos III.
A la muerte de del Pino le sucedería en el cargo el marqués de Sobre Monte, por entonces gobernador intendente de Córdoba.
por esos años
1805 - 1807
¿Alguien la vio? Andaba por acá...
Al fracaso en la guerra sostenida con Francia (1793-1795) sucedería la paz de Basilea (1796) y la correspondiente declaración de guerra de España a Gran Bretaña. Recordemos que Napoleón se había
coronado Emperador de los franceses con el nombre de Napoleón I en diciembre de 1804.
Para 1805 ya esta constituida la tercera coalición europea contra el nuevo Emperador. Rusia, Prusia, Austria, Suecia y claro es, Inglaterra. Napoleón vence a las fuerzas austro rusas en Austerlitz en diciembre de 1805, vence en la doble batalla de Jena y Auerstädt contra Prusia en octubre de 1806, y vence a Rusia en Friedland en junio de 1807.
Todo el genio de Napoleón se desplegaba a lo largo y ancho de Europa. Pero en los mares, Trafalgar (1805) significaría la pérdida de su imperio colonial. Entendiendo esto, un ataque a las colonias españolas por parte de ingleses no podía menos que darse por descontado.
Por otro lado, ya desde la segunda mitad del S. XVIII Inglaterra venía fogoneando entre nuestros criollos más insignes ideas de "independencia". Ya entraremos oportunamente en este territorio: el de las "ideas". Pero por ahora seguiremos remando en el mundo de los hechos y de los protagonistas.
Debe estar abajo de la cama
Home Popham era todo un señor inglés. Comerciante en varias partes del planeta, hombre de ciencias entre los suyos, hábil diplomático, contrabandista consuetudinario, político intuitivo y aventurero por naturaleza, Popham era todo un hombre de su siglo. El interés del gabinete de William Pitt por este respetable personaje derivaba del planteo de echar suertes en las extensas posesiones españolas en América. Más allá de los detalles (ya España insinuaba una salida decorosa con Inglaterra que la libere de las garras de las águilas napoleónicas, ¿vio? usted se descuida un ratito y mire lo que se encuentra)... se le encargó a Popham que proyectara un estudio sobre la factibilidad de invadir y ocupar la América española. Para la tarea contaría con la ayuda de don Francisco de Miranda, caraqueño, singularísimo, guerrero en los Estados Unidos y general de la Revolución Francesa, andariego, inteligente, un señor muy convencido que la presencia de un soldado inglés en tierras americanas encendería rápidamente entre las masas el fuego de la independencia.
(Recordemos que en Buenos Aires acababa de asumir don Rafael de Sobre Monte Núñez Castillo Angulo Bullón Ramírez de Arellano, tercer marqués de Sobre Monte, de cincuenta y nueve años, como noveno virrey del Río de la Plata).
Miranda, financiado por Gran Bretaña, buscaría rebelar a los criollos venezolanos en contra de las autoridades virreinales, al tiempo que Popham haría lo suyo con nuestros criollos. Ambos obraron en perfecta sintonía; desembarcos y operaciones fueron sincronizados.
Es justo destacar que al intento fallido de Miranda lo impulsaba una seria intención por liberar a América de un reloj español que atrasaba más o menos un siglo; en tanto que a Popham lo inspiraban sus afanes por extender los linderos de su rey. Y en cuanto a ambiciones personales, usted ya entiende lo suficiente como para extendernos en estas cuestiones.
Bonaparte era a esta altura un colosal ariete que estremecía hasta los cimientos el equilibrio continental, artículo de fe para Inglaterra que consistía en mantener a las potencias europeas mutuamente enfrentadas y neutralizadas entre sí, reservándose el papel de árbitro supremo.
Ya vimos que luego de Trafalgar el peligro de que Napoleón pudiera trascender fuera de Europa quedó bastante disminuido. A su vez España quedó incomunicada de sus colonias e imposibilitada de mandarle -y de recibir- todo tipo de auxilios…recordemos a este punto a un joven Alberdi que en tono poético nos decía: "...el primero de tus batallones...el Atlántico, que como un guerrero inmortal protege tu independencia, América, con sus dosmil leguas de abismo".
Se dice que por entonces, al enterarse de la noticia de Austerlitz, William Pitt enrrolló el mapa de Europa y lo guardó diciendo que no haría falta en los próximos diez años. Enrolló éste... al tiempo que desenrrollaba el de Hispanoamérica, vastísima región desligada de su metrópoli, llena de ciudades y mercados. Ya los puertos ingleses rebosaban de una producción que ya no podrían colocar en Europa. Si por diez años Londres debía dar la espalda a lo que hubiere allende al paso del Calais, lo aprovecharía para mirar de frente los asuntos al otro lado del Atlántico.
...y también por entonces
"Home, sweet Home"
A la fácil conquista de la ciudad holandesa del Cabo, Popham intentaría coronarla con la del Río de la Plata, lo que representaba:
1) Un interesante objetivo estratégico militar para consolidar la hegemonía sobre el Atlántico.
2) Un hinterland copioso tanto en materias primas como en consumidores ávidos y dóciles de lo producido en Inglaterra
3) Se rumoreaba acerca de unos cinco millones de pesos plata estancados en el Plata debido a los recientes cambios provocados por la derrota de los imperiales de Trafalgar. Por ley inglesa, si Popham lograra apoderarse de tales millones, se repartiría entre oficiales y jefes varios.
4) Vuelva a leer la tercera.
Así las cosas, el 20 de mayo se avistaba desde el Fuerte de Santa Teresa en la Banda Oriental, un navío de guerra inglés. Era la fragata Leda. Era la avanzada de la fuerza invasora.
A esa hora, en Buenos Aires, Sobre Monte se ofuscaba... como si recibiera la inoportuna visita de un par de misioneros...protestantes.
El virrey especulaba-y no sin razón- que el ataque se perpetraría al menos inicialmente sobre Montevideo. Y hacia allí mandó al grueso de las anquilosadas fuerzas veteranas de Buenos Aires. Lo que ocurriera aquí, en Buenos Aires, es materia de lo que estamos abordando.
Doña, si por esas cosas ve una tortuga en su patio, ¿no me hace la gentileza y me la devuelve?
Al anochecer del 24 de junio, el comandante del Fuerte de Ensenada de Barragán don Santiago de Liniers, avistó naves británicas acercándose a Buenos Aires y avisó de inmediato al Virrey.
Militarmente hubiera sido aconsejable para los ingleses procurarse primero de Montevideo y luego venir por Buenos Aires. Una Montevideo que opondría poca resistencia sería resguardo ideal para acopiar pertrechos de artillería, esperar tropas y municiones, o sea, hubiera sido lo mejor.
Pero los cinco millones tiraban demasiado. Beresford y Popham tenían sus prioridades.
"Esta tarde ví llover, vi gente correr, y no estabas tú..."
Era la noche del mismo 24 y nuestro Virrey disfrutaba de una representación de "El sí de las niñas". Habiéndose anoticiado de la situación en el mismo teatro se dirigió hacia el Fuerte donde recibiría parte de urgencia de Liniers informando del intento de desembarco en la Ensenada de Barragán, frustrado por el accionar de las baterías de aquel Fuerte.
En la madrugada del 25 los Vecinos de Buenos Aires pudieron apreciar perfectamente como siete fragatas, dos bergantines y una zumaca maniobraban lentamente hacia dirección sureste en busca de punto de desembarco. Avidos e inquietos, muchos Vecinos se dirigieron hacia el Fuerte. Ya dentro del patio de la fortaleza la multitud presenciaría la arenga del Virrey no desprovista de patriotismo.
La imprevisión reinante era tal que solo unos pocos saldrían del Fuerte armados y aprovisionados. No por falta de existencias en el arsenal, habida cuenta que los ingleses encontrarían nuestros depósitos atestados de armas, pertrechos y municiones de todo calibre. Fusiles sin piedra, sables y espadas sin afilar...lo concreto es que la desidia de Sobre Monte supo ser bien fecundada por la de unos cuantos funcionarios -como suele suceder en estos casos-.
Hacia el mediodía del 25, bajo una persistente llovizna y entre un engorroso lodazal,se inició el desembarco en Quilmes.
Expuestos, mojados, y ante un terreno absolutamente desconocido por la mayoría, se los hubiera derrotado con algo de pericia y de sentido táctico. Pero esa fue la primer sorpresa agradable de los ingleses.
Las fuerzas virreinales al mando del sub inspector general, coronel Pedro Arze se limitaron a observar los movimientos del 71º de Highlanders que encandilaban a los nuestros con sus gaiteros y su deslumbrante vestuario. El 26, bajo estado de hipnosis colectiva, bastaría con una señal de duda del sub inspector para que todo el remanente del Regimiento de Fijo -unos 900 hombres- huyera despavorido. “Yo ordené retirada, no “fuga”” afirmaría luego Arze quien también emprendiera "retirada" junto al resto. “Que dirán las mujeres de Buenos Aires" reflexionaría luego don Arze, como presintiendo la esencia de lo que algunas décadas después sería nuestro máximo emblema de porteñidad: el Tango.
Tal sería la escaramuza de Quilmes.
Embarrados, mojados y satisfechos, los Highlanders emprendieron marcha triunfal hacia Buenos Aires.
Sobre Monte intentó oponer resistencia amontonando tropas en el Puente de Gálvez (hoy Puente Pueyrredón). Pero las melodías de los gaiteros y los redoblantes de la infantería fueron demasiada música para los defensores. Huyeron o tocaron retirada, lo concreto es que desaparecieron.
“Sobre Monte recorrió con franca prisa la calle Larga de Barracas (hoy avenida Montes de Oca) hasta llegar a la calle de las Torres (Rivadavia), y en vez de doblar a la derecha rumbo al Fuerte, giró a la izquierda perdiéndose tras el horizonte hacia el interior y dejando totalmente abandonada la capital del Virreinato".[*] Nos dice don Miguel Angel Scenna.
La falta de previsión ante el repentino ataque podría discutirse. Pero considerando el volumen de los agresores, las armas de la época y las óptimas condiciones del terreno para establecer una defensa, ni hechos ni responsables admiten disculpa alguna. Imagine usted, unos mil quinientos infantes y gaiteros contra unos diez mil varones porteños. A puñetazo limpio hubiera bastado.
Cuando Sobre Monte llegó a Córdoba la constituyó como capital provisional.
En Buenos Aires, los figurones de la Audiencia se preguntaban como se firmaba una capitulación.
"Ya te perdí, noviecita fiel,
mi corazón llora sin cesar,
y abierta está la herida cruel
que nunca más se ha de cerrar..."
(del tango "Lágrimas de amor", de J.Canaro
y J. Fernández Blanco)
"Yo he visto en la Plaza llorar muchos hombres por la infamia con que se los entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806 cuando vi entrar 1.560 hombres ingleses que, apoderados de mi patria, se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de esta ciudad”.al decir del joven abogado de 28 años, Mariano Moreno.
Ya en posesión del Fuerte, Beresford haría un inventario de situación que arrojaría los siguientes guarismos:
Muertos=1
Desaparecidos= 1
Heridos=13
y ya más calmo dedicaría algo de su tiempo en encontrar "aquellos cinco millones", ya que encontrar al Virrey era algo de todo punto de vista innecesario.
Pero Sobre Monte se los había llevado consigo. A la altura de Luján recibiría Sobre Monte una nota de Beresford conminándolo a devolver el botín de guerra so pena de represalias contra la ciudad. No sabemos cuales hubieran sido las consecuencias, pero sabemos que el botín fue enviado sin más de vuelta a Buenos Aires con la condición que tal paseo pecuniario se detuviera en el Puerto de Buenos Aires hasta tanto se determine si puede configurarse como botín de guerra o no.
Beresford se encontró con la friolera de 1.438.514 pesos, cifra algo lejana a los cinco millones iniciales pero que conservaba todos los dones y atributos de la misma. Poco más de un millón viajaría hacia Inglaterra en el buque enviado en demanda de auxilios. Aprendemos de la historia lo que en la vida diaria: El dinero suele seguir el curso del agua. Uno la cuida pero no puede evitar usarla. Y tampoco puede evitar que por un extraño fenómeno de ebullición cierta parte de ella se evapore hasta formar un todo con la misma atmósfera.
La llegada de los dineros fue sencillamente pintoresca.
Londres se vistió de gala. Varios carros tirados por caballos adornados con la inscripción “Tesoro” en cada carro, y una bandera española cubriendo el primero de ellos. Los vítores a Popham y Beresford se adueñaron de todas las gargantas mientras la dicha hacía lo propio con los ingleses corazones. Popham y Beresford vivirán lo suficiente como para comprobar lo efímeras que son ciertas flores.
Asentado como estaba, había que comenzar a gobernar. Pero primero lo primero: había que juramentar a todo el mundo la fidelidad hacia Jorge III. Se aclaró desde el primer momento que los bienes personales así como el credo y las instituciones virreinales serían respetados. Y ya confirmados todos los funcionarios, el único cambio sería de estandarte y de monarca. Detalles de puro refinamiento nomás.
Lo cierto es que medio mundo –a que nombrarlos- hincó oportunamente su rodilla y juró.
Otro abogado, de 36 años, capitán de milicias en las olvidables trifulcas ya mencionadas, decidió irse a la Banda Oriental sin juramentarse.
Hablamos de don Manuel Belgrano.
La Audiencia tampoco juraría -y ni necesidad había de ello-. Su carácter de representante del rey de España lo eximía de tales protocolos. El Cabildo en pleno, los jefes militares y el alto prelado tomaría para sí los honores solicitados.
Barrido el piso de la gobernación, Beresford anunciaría como primer medida oficial de gobierno la baja general de impuestos y tasas, o sea, libre comercio para todo el mundo.
La vida reía y cantaba. Home Popham lo hizo.
Pero la dicha de unos se cimienta en la desdicha de otros. Tengamos esto siempre presente.
Deberemos nuestra reconquista y buena parte de nuestra gloria a uno que no figura casi en los libros de historia.
Beresford tenía varias cosas en claro por ejemplo, que estaba obrando -cierto es que con buen suceso- excediendo sus instrucciones; que ocupaba una ciudad con más de 40.000 habitantes y un millar y medio de soldados; que el gigantesco virreinato permanecía indemne e ignorante de estos asuntos, y que se esperaban represalias ante la agresión. Beresford obró con prudencia.
Desde ya Beresford suponía –y no se equivocaba- que la resistencia mayor provendría de los españoles peninsulares aferrados por mero sentido del amor por el terruño a la fidelidad de la Madre Patria -al tiempo que configuraban el núcleo de los perjudicados ante tanta libertad de comercio-. Su esperanza fueron desde el inicio los criollos principalmente los más acomodados que pertenecían a las esferas comerciales y profesionales.
En una Buenos Aires británica, ellos llevarían los mayores cargos y se les abrirían las doradas y exclusivas puertas que solo conocen los de la Union Jack. Y empezaron a llegar las adhesiones.
Pero estos augurios de buen suceso nunca llegarían a consolidarse en el tiempo.
Al no mediar independencia, lo único real que había era un cambio de manos de una monarquía por otra. Comentaría más tarde Belgrano al general Craufurd que en tal condición “los criollos preferían al amo viejo”.
[*]Diría Bartolomé Mitre:
“Bien que la dominación española no fuese amada, que todos odiaran sus abusos, y que sus vínculos con la metrópoli estuviesen muy aflojados, no existiendo comunidad de ideas y sentimientos entre criollos y españoles, ella era sin embargo, respetada por costumbre y hasta cierto punto querida por lo poco que su autoridad se hacía sentir en medio de una vida patriarcal. …así es que, amo por amo, debían preferir al que ya conocían y al cual estaban ligados por el común origen, la religión y la lengua, lo que establecía un antagonismo de raza y creencias respecto de los invasores, en quienes solo veían enemigos de su fe y de la tierra natal que habían humillado. Muy luego lo comprendieron así los mismos vencedores sin alucinarse por su fácil conquista, y en consecuencia se reconcentraron al corazón de la ciudad pidiendo refuerzos a Inglaterra y al Cabo de Buena Esperanza para asegurarla”.
Por otro lado, nada aseguraba que, como en tantas ocasiones anteriores -y posteriores-, los reinos europeos se devolvieran gentilezas y colonias ante flamantes y novedosos acuerdos lo que obviamente ponía en riesgo de muerte a los antiguos beneficiarios de tales cambios. Como nadie en su sano juicio asumiría estos riesgos a la ligera, y como Beresford no podía dar garantía alguna en este sentido, las negociaciones se frustraron.
“Mientras unos oficiales buscaban anudar relaciones y convencer gente, otros se dedicaban a otra tarea más silenciosa pero de mayores alcances: estudiaban atenta y prolijamente nuestras artesanías y utensilios rioplatenses. Los ponchos norteños eran examinados al detalle…los estribos de los jinetes…eran motivo de largas sesiones de revisión. Ropas, objetos, nada se salvó del peculiar catastro”.
[*] Apunta don Scenna
Muy poco tardaríamos en descubrir que tan ventajoso era usar un poncho salteño o catamarqueño made in Manchester que cuesta la mitad que el original. Y sin molestos impuestos, claro.
Se preparaba lentamente la verdadera invasión Inglesa, de la que no habría Reconquista gloriosa.
Ya voy cayendo, claro..."la tortuga", ése bicho verde que es como un charango doméstico, si,...rumbeó como para la avenida...difícil encontrarla ahora, pero...quien sabe
Pero el mar de fondo encontraría una figura que concentraría las miradas de aquellos que se resistían al dominio inglés; la del vasco don Martín de Alzaga. Se dice de él que llego a los doce años sin bienes personales y sin hablar siquiera el español. Se empleó en la fuerte casa comercial de don Gaspar de Santa Coloma quien lo adoptara como pupilo y cuya amistad uniera a ambos hasta el fin de sus días en el cadalso. Pronto lograría establecerse por su cuenta y en los tiempos que corrían era todo un vecino rico del virreinato. Justo es aclarar que a más de su indudable bizarría, el "libre comercio de manual" que Beresford validaba desde su gobierno le causaría a don Martín perjuicios notables en materia económica. Del monopolio español al librecambio inglés y sin mediar transición alguna...era demasiado. Había que actuar. Y rápido.
Ni bien se izó la bandera británica en el Fuerte comenzaría don Martín a juntar voluntades.
"Erri txarreko alkate biz nai nuke"("Alcalde de aldea, el que lo desea, ése lo sea", del refranero vasco).
A su llamado acudirían los catalanes Felipe Sentenach y Gerardo Esteve y Llach quienes además ya dirigían a un grupo de complotados. Entre las cavilaciones y la conjura, se plantearon los aspectos táctico militares para la reconquista así como se delinearon aquellas cuestiones derivadas de "el día después" a la expulsión de los ingleses. Ya giraba la idea de deponer a Sobre Monte, nombrándose un gobierno provisional a espaldas de rey y audiencia: ¡TODO un programa revolucionario!
Reclutaron gentes, recolectaron fondos y armas, inocularon entre los invasores el bacilo de la deserción –un planteo tan original como irrealizable de no contar con la ayuda inestimable de nuestras bellísimas damas criollas- y sobretodo, generaron conciencia entre la población.
Así de simple. Una organización del tipo de la de los masones, con sus conjuros y sus conjurados y sus objetivos inmediatos y a mediano plazo.
Y así fue que se alquilaron las casas lindantes al Fuerte y sus alrededores para establecer desde un perímetro acotado las bases de asalto al invasor.
Desde allí mismo y bajo la dirección de Sentenach se empezaron a cavar túneles buscando minar el edificio y volar a todos sus habitantes.
Y en materia de enrolar milicianos se debió proceder con máxima cautela, no fuera cosa que se infiltrare algún soplón. Alzaga, sospechando que Beresford implementaría algún sistema de espionaje, estableció un régimen celular de reclutamiento en el cual cinco hombres componían una célula. Nadie conocía a los jefes de los conjurados ni conocían otra autoridad que la de su célula. Cada hombre recibía paga diaria –a costa de don Martín- y debía prepararse y estar listo para la acción. Beresford recién tendrá noticias de esto cuando el ejército secreto de la Resistencia llegaba a los 2500 hombres dentro de la ciudad.
Llegada la hora, Alzaga alquilaría una quinta cerca de Olivos, “la chacra de Perdriel” que bajo la dirección de un joven don Juan Martín de Pueyrredón, concentraría a los paisanos de la campaña que acudían de los partidos de Morón, Luján y Pilar. Este punto de concentración ribereño obedecía a cuestiones tácticas importantes: sostener a resguardo una discreta comunicación con Montevideo y confiar en la llegada de fuerzas de apoyo que preparaba don Ruiz Huidobro en la Banda Oriental.
Todo estaba preparado para la aparición en escena del marino francés, cincuentón, comandante del Fuerte de la Ensenada de Barragán, don Santiago de Liniers y Bremond
Para el 9 de julio, Santiago de Liniers, eludiendo la vigilancia inglesa, saldría de incógnito rumbo a Montevideo.
“Pasados los primeros momentos de estupor tras la caída de la capital, muchos porteños comenzaron a hacer examen de conciencia frente a la calamidad que significaba haber sido dominados por un puñado de ingleses. Desde ya, la defección de Sobre Monte era indisculpable y no la mitigaba la circunstancia de que estuviera reuniendo tropas a setecientos km. de distancia. Había preparado mal la Plaza, no supo dirigir la defensa y había abandonado la lucha sin haberla entablado nunca. Lo mismo cabría decir de las tropas veteranas que habían hecho un soberano papelón. Jefes y oficiales habían competido con la tropa en fuga y luego se habían apresurado a jurar a Jorge III asegurándose cargos y sueldos. Diría Mariano Moreno:
La plaza tenía mil medios de defensa y quinientos de los nuestros bastaban para acabar a los enemigos…pero teníamos la fortuna de que los oficiales de plana mayor eran tan militares como lo era el marqués”
En verdad, la culpa era de todos y los criollos no estaban excluidos. Hablando de la triste acción del Puente de Gálvez en la que intervino, aseguraba Manuel Belgrano “nunca sentí más haber ignorado…hasta los rudimentos de la milicia” Sin embargo, don Manuel llevaba nada menos que diez años como capitán de milicias, tiempo más que prudencial como para haberse embebido de tales rudimentos. Más aún, cuando la flota de Popham apareció en Bahía en noviembre del 1805, Sobre Monte encargó a Belgrano la formación de un cuerpo. El prócer confiesa abiertamente que nadie le llevó el apunte y atribuyó el desinterés al desprestigio militar en el Plata. Puede ser, pero también es factible que Belgrano se haya tomado con ligereza tales encargos.
"Tuvieron que ocupar los ingleses Buenos Aires para que comprendiera que el cargo de capitán de milicias implicaba algo más que lucir elegantes uniformes en días de desfile. Pero nadie negará que don Manuel supo sacar partido de la experiencia. Dejó los asuntos legales y económicos que lo apasionaban y comenzó a estudiar táctica, estrategia y logística con plena dedicación y responsabilidad. Ya sabemos que lo hizo muy bien. El futuro general no sería hijo del galante capitán de milicias sino del atormentado ciudadano ante la patria humillada".[*] Nos enseña don Miguel Angel Scenna
Alertado por sus espías, Beresford saldría del Fuerte con rumbo norte hacia Perdriel. Llevaría a 500 de sus escoceses y varias piezas de artillería. Esta vuelta la trifulca tuvo algo más de equivalencias, pero solo algo más. Aún no había madurado la real capacidad de reacción que se mostraría oportunamente. Es interesante destacar que dentro del marco del nuevo contraste que significara lo de Perdriel, junto a los nuestros ya luchaba un cabo de artillería irlandés y católico, Miguel Skennon. Skennon sería luego apresado, sumariamente juzgado y pasado a mejor vida por las armas británicas. Las tareas "de seducción" esbozadas por nuestros hombres y llevadas al frente por nuestras mujeres nos legaban así nuestro primer mártir.
En otro plano, la derrota de Perdriel fue significativa para vencedores y vencidos. Los unos, terminaron por asumir la engañosa realidad de que la situación daría siempre réditos impensados a muy bajo nivel de riesgo y esfuerzo (la verdad sea dicha, porqué iban a pensar distinto…). Pero entre los españoles y el criollaje, no hizo más que apurar los tiempos de Liniers, a la vez que generar conciencia de la gravedad del cuadro que a fuerza de juramentos prestados, simpatías ocasionales, sobornos varios y retiradas en el campo de batalla, podría tornarse con carácter de definitiva.
Cuando Liniers regrese de Montevideo, no lo hará en soledad.
...los poderosos del Mundo
Pasando revista encontraremos al batallón de Voluntarios de infantería de Montevideo al que se le sumaron los Voluntarios de Caballería de Colonia del Sacramento, unos cien catalanes –Compañía de Miñones-, un regimiento de Dragones, dos compañías de Blandengues de la Frontera, el Real Cuerpo de Marina bajo el mando del capitán de Fragata don Juan Gutierrez de la Concha, con 320 hombres de pelea, 73 marinos comandados por el corsario capitán Hipolite Mordell, “Maincourt” (el del muñón por brazo), superando así el número de mil hombres más unas pocas piezas de artillería
Se sumaban a tales fuerzas los dispersos de Perdriel –unos doscientos-, que conformaban el Batallón de Voluntarios de Milicias y los Húsares (Voluntarios de Caballería de Buenos Aires), oportunamente reunidos, instruidos y comandados por Pueyrredón.
El 3 de agosto se hacía a las aguas la Fuerza Expedicionaria. que protegida por una densa neblina, desembarcaría el 4 en el puerto de Las Conchas (actualmente conocido con el decoroso nombre de “Tigre”). Aquí se sumaron las fuerzas de Pueyrredón en medio de una tempestad inusitada que cobrara varias cañoneras enemigas.
Para el 10, Liniers atronaba en las puertas de la capital al mando de un ejército de más de dosmil hombres (aunque una parte de ellos estaban desarmados). Se posicionó en los Corrales de Miserere al oeste de la ciudad y de allí intimó a Beresford a rendirse. La negativa de Beresford llegó a las once de la noche y ya las doce, el ejército rumbearía con dirección norte hacia Retiro, todo en medio del fangal que llegaba según cuenta Mitre a las rodillas, obligando a tremendos esfuerzos para el desplazamiento de artillería (para el caso, era una ventaja la escasez de la misma).
A las 5 de la mañana del 11 ocupó Liniers la Plaza del Retiro donde se situaba el parque de artillería de la ciudad.
Y aquí ocurriría el primer encuentro de armas sostenido contra un destacamento de ingleses que sería fieramente desalojado por las bayonetas de los Miñones quienes dejaron a su paso varios muertos y prisioneros. Contestaron los ingleses con una columna de unos 500 hombres que tuvieron que retroceder ante el certero fuego de nuestra artillería. Para el atardecer, los ingleses con Beresford a la cabeza, estaban en franco retroceso en dirección a la Plaza Mayor, apostando baterías en las avenidas y ocupando los edificios dominantes buscando punto de apoyo para su resistencia al tiempo que dirigiendo una mirada de rabillo del ojo a la protección del pasillo que lo comunicaría oportunamente con su escuadra.
Para el 12, el ejército de la Reconquista contaba con 4.000 hombres y todo un pueblo encendido y expectante del desenlace.
Liniers aspiraba atacar a las 12 del mediodía, pero el desorden entre nuestras fuerzas llevó el fuego sin aviso previo a pesar del pedido de Beresford por conferenciar. Los generales contemplaban como los osados y novicios soldados emprendían de suyo propio el ataque. Vemos a los Miñones y a los corsaristas de Mordell deslizándose por las aceras lindantes a la Plaza Mayor. Ante el grito “Los Miñones están cortados”, la caballería de Voluntarios se lanzaría en su ayuda, obligando a las avanzadas inglesas a entrar también a la Plaza. Ya Liniers apuraba los tiempos de definición con sus cuatro columnas desembocando por las avenidas del norte y del oeste, que terminaban en la Plaza, envolviendo a los invasores en un círculo de fuego. Adueñados ya los de Liniers de los edificios evacuados y de los cañones apostados en las avenidas, los ingleses se replegaron en la azotea de la Recova, -edificio que sirviera de Mercado Central y que fuera el orgullo de don Joaquín del Pino, que atravesaba la plaza principal desde la actual calle Reconquista hasta Defensa- (no se disperse don Hornero), desde donde continuaron el fuego. Los Húsares invadieron la Plaza, arrebatando una banderola de guía del 71º de Highlanders.
Totalmente encerrado en la Recova y en medio de un fuego sin pausas, veremos unos minutos antes del mediodía a varios oficiales ingleses con pañuelos blancos asomarse a la muralla, izando bandera de parlamento.
Pero el pueblo, poco creyente de tales menudencias, ya se había provisto de escalas de mano para trasponer los muros, y seguía martillando y forzando el asalto a la recova, a modo de “abordaje”. Se lo ve a Beresford gritando (en portugués) “¡No Fogo!” “No fogo!”.
Se aplacaría recién el “fogo” cuando los vecinos vieran en los muros flameando la bandera española.
Epílogo
Es notoria la influencia de estos heroicos sucesos en los hechos posteriores.
Más allá de lo estrictamente militar –se había dado un paso importante en materia de organizar tropas a escala-, de la actuación conjunta a la gobernación de Montevideo, así como del alto nivel de compromiso exhibido tanto por criollos como por peninsulares, quedaba a las claras que el pueblo, huérfano de poder como estaba, asumiría sin cavilaciones el rol que la historia le tenía deparado desde sus inicios.
La victoria había dejado sus héroes y sus mártires; empezaba a vislumbrarse una iconografía y una estirpe propias de nuestro terruño.
Y hay más.
Al decir de don Juan María Gutierrez:
"Amigo, no hay duda que los tiempos han cambiado, y que los tales ingleses nos han dejado "no sé qué" que anda en el aire y penetra con él por doquiera".
Nos queda la sensación que hubo un progreso, un adelantamiento insoslayable que fijará la esfera en que se desarrollarán los hechos subsiguientes hasta confluir en la Revolución de Mayo.
Sobre Monte sería depuesto y con él, puesto en jaque la real autoridad de la Audiencia quien perdería lenta y gradualmente su influencia política y quedaría confinada a tareas administrativas y judiciales varias.
Con Buenos Aires ya reconquistada, Sobre Monte caerá de regreso con unos tres mil hombres reclutados y marchando desde Córdoba.
No hubo caso. Eso no lo exculpaba en lo más mínimo.
Muy a pesar suyo, debió ceder su autoridad política sobre la Audiencia y la militar sobre Liniers, siendo el Cabildo el gran favorecido en toda esta reestructuración de poderes.
Liniers sufriría el desgaste de gobernar.
Mitre tenía razón; lo suyo se amigaba más naturalmente con lo heroico que con lo cotidiano. Don Martín de Alzaga le intentaría arrebatar el mando, pero eso ya lo veremos oportunamente.
Este Cabildo empieza a mostrar sus cartas.
El pueblo comenzaba a afinar sus gargantas y a asentar su registro, y el Cabildo detentaba ahora en términos reales del poder y el prestigio que emanaban de la victoria. Era la república municipal y su pueblo quienes lo habían logrado, y España nada tenía como para neutralizar el nuevo curso que habían tomado sus asuntos en estas tierras.
Su actitud revolucionaria, apoyada por la corriente de sucesos y por el odio que consignaba Sobre Monte y su defección, no solo elevaba al Cabildo sino que además ponía en vereda cualquier pretensión absolutista de la Audiencia.
Y entre Cabildo y Audiencia, se alzaría la figura del Pueblo, cuya personificación sería Liniers y cuya gran mayoría era de criollos.
Son interesantísimos los sucesos inmediatos a la rendición de Beresford; una ”falsa” capitulación, y una puesta a prueba de Liniers. Pero eso, lo dejamos para otra oportunidad. Solo decimos que Liniers dividió aguas prontamente, que dejó huellas indelebles en la gestación de lo que sería el poder político en un marco de democracia y que influyó indudablemente en las mentes de nuestros pensadores y libertadores a la hora de elegir un modelo de Nación.
Un Hornero de febrero
Un Hornero quiere agradecer a Alejandro Bica por su inspirado trabajo en las ilustraciones,
a Pablo Martín Cerone por sus grageas salpicadas a lo largo del número (los "horneritos" que aparecen como separadores),
a la Negra por su característica y proverbial paciencia -y los mates-,
a Darío Lavia por tantas cosas
y a todos los buenos amigos que acompañan y acompañarán siempre, inspirando y criticando, como debe ser.
Notas Relacionadas
[*] Esteban Echeverría
volver"Al abrirse el siglo actual, la España era la nación más atrasada de Europa. Nada quedaba a su orgullo sino el recuerdo de su pasado grande y poderoso. En su regia diadema sólo brillaba con lustre una joya conquistada por el brazo de sus aventureros paladines. Esa joya era la América. Pero gravitando demasiado sobre débil cabeza, parecía desprenderse por sí para caer en manos de otro dueño.
Con su inteligencia caduca, con su pujanza enervada, con su decadente marina, apenas podían sostener sus hombros el peso de esos mundos..."
Un Hornero reflexiona:
Popham preludiaría a aquellos navegantes y exploradores ingleses que, sea por afán de prédica evangelizadora o por llevar los méritos de la vida moderna entre pueblos remotos y hostiles, se lanzaban en busca de gloria, de inmortalidad... al tiempo que servían de arietes al capitalismo inglés. Vladivostoc, Samarcanda, el Canal de Suez, el Río de la Plata; Livingston, Cecil Rodhes, Mayne Reid...todos tenían algo de Julio Verne, que tenía bastante de Popham y de "éso" que no se puede describir pero que forma parte esencial del ADN de una nación y de un tiempo. Y hoy mismo empezamos a descifrar nuestro propio ADN. Nadie como un hornero para una faena tan natural como impostergable.
[*] Perfil de Liniers, por Bartolomé Mitre
“Estaban ya iniciados estos trabajos (de resistencia a la invasión) cuando se introdujo en la capital, con permiso del general Beresford, bajo el pretexto de ver a su familia, el capitán de navío don Santiago Liniers y Bremond, sustrayéndose así al vergonzoso deber de prestar juramento de fidelidad a los conquistadores. Este personaje, a quien hemos visto a cargo del puerto de La Ensenada, era natural de Francia, de Niort, y pertenecía a la antigua nobleza siendo Liniers por su padre y Bremond por su madre, uno de cuyos antepasados había asistido a la batalla de Maupertuis en 1356. Poco afortunado en la tierra de su nacimiento donde empezó su carrera militar, se trasladó a España en 1774 donde tomó servicio en calidad de aventurero. Allí tuvo ocasión de distinguirse en la marina por su valor y conocimientos náuticos, asistiendo a las dos expediciones de Argel en 1775 y 1784; conquista de Mahón en 1782; ataque de Gibraltar en el mismo año, habiendo en el intermedio formado parte de la última expedición de don Pedro Zeballos al Río de la Plata, con cuyo motivo se le destinó en 1790 a esta colonia en calidad de segundo jefe de su armadilla fluvial. Hacía más de treinta años que estaba al servicio de España y habiendo nacido en 1753 tenía a la sazón cincuenta y tres años de edad. La fortuna –que al principio pareció sonreírle- le había sido adversa. Sucesivamente comandante de la escuadrilla sutil del Plata y gobernador interior de los pueblos de Misiones, hacía dieciséis años que residía en el país donde se había casado y enviudado, y en la época a que hemos llegado, hallábase relegado a un mando subalterno, cuando la invasión inglesa vino a presentarle ocasión de alcanzar celebridad. Alma fogosa, imaginación impresionable, carácter ligero disipado por temperamento, con más bondad que energía y más ardor que perseverancia para ejecutar, era inteligente, activo y valiente, reuniendo a una intermitente ambición heroica las pasiones frívolas de hombre superficial, aunque no careciera de elevación moral y fuera susceptible de rasgos caballerescos, bien que tuviera el corazón mejor puesto que la cabeza. Con estas calidades, con su varonil belleza, sus maneras populares, su acreditada experiencia en la guerra y la circunstancia de ser el único que se había mantenido en su puesto sin entregarse al enemigo, este personaje debía atraer sobre sí las miradas simpáticas del pueblo, y así sucedió.”
Un Hornero
no busca cargar las tintas sobre Sobre Monte. Después de todo,la vida ha sido, es y será pródiga en oportunidades de demostrar y demostranos qué tanto estamos dispuestos a hacer por defender nuestra ciudad, barrio...patria; nuestros principios, derechos y los de aquellos que, aún en absoluta disidencia, también son ciudadanos y comparten con nosotros los mismos deberes. No es difícl burlarse del pasado y de ciertas defecciones. Lo difícil es vernos a nosotros mismos en las circunstancias que nos tocan y apreciar qué tanto hacemos y qué tanto proponemos para modificar nuestro entorno y contribuir a una causa mucho mayor que la de las cuatro paredes que nos encierran. No obstante, nunca nos pararemos desde el umbral de la solemnidad. De allí el sarcasmo...siempre preferible a la autocompasión o a la piedad. No lo dude.
[*] Don Juan Beverina reflexiona
“¿Que hicieron los jefes y oficiales de esas tropas en la tarde anterior (a lo del)Puente de Gálvez que no atinaron a reconocer esos mismos defectos para remediarlos antes de tener que combatir al enemigo? Antes que a la ineptitud de nuestras tropas bisoñas y sin disciplina, la culpa de algunos fracasos habrá que atribuirla a la incapacidad de los jefes que tuvieron la desgracia de dirigirlas en el combate".
volver
[*] Nos enseña don Carlos Roberts
"Se adelantó el prior de los Predicadores rodeado por los demás religiosos regulares y arengó al general, agradeciendo sus bondades y prometiendo la debida obediencia y lealtad a S.M.Británica. Esta arenga fue luego escrita y firmada por los religiosos que asistieron y entregada a Beresford quien la enviara a Londres como indicación de que la Iglesia estaba contra España. Uno de los párrafos de esta arenga resultó una profecía, pues decía que el cambio de gobierno de un pueblo "ha sido muchas veces el principio de su gloria"."
POR ESOS AÑOS…
volverNACÍAN Víctor Hugo, Alejandro Dumas, Justo José de Urquiza, Nathaniel Hawthorne, Benjamin Disraeli, Hans Christian Andersen, Alexis de Tocqueville, Esteban Echeverría, Benito Juárez, Giuseppe Garibaldi, Luis Napoleón Bonaparte (futuro Napoleón III), Hilario Ascasubi, Pincén, Charles Darwin, Abraham Lincoln, Nikolai Gogol, Edgar Allan Poe, William Gladstone.
Y MORÍAN el zar Pablo I, Toussaint Louverture, Immanuel Kant, Alexander Hamilton, Friedrich Von Schiller, el almirante Horatio Nelson, el conde de Floridablanca, Joseph Haydn, Thomas Paine.
Y TAMBIEN POR ENTONCES…
volver*José Gervasio Artigas integraba la milicia de Blandengues en la Banda Oriental.
*José de San Martín revistaba en los rangos intermedios del ejército español, leía ávidamente a autores clásicos y enciclopedistas y era iniciado en la masonería en Cádiz.
*Simón Bolívar era un joven viudo de buena posición económica, que había viajado a Europa y Estados Unidos, se había desencantado del giro monárquico de Napoleón, y había jurado en el Monte Sacro de Roma consagrar su vida a la libertad de América.
*Bernardo O’Higgins (que era hijo natural de un antiguo Capitán General de Chile y Virrey del Perú) era un próspero hacendado que intervenía en los asuntos municipales de la villa de Los Ángeles.
*Guillermo Brown estaba incorporado a la fuerza al servicio de la Royal Navy británica.
*Bernardino Rivadavia se dedicaba al comercio en Buenos Aires.
*Juan Manuel de Rosas comenzaba a intervenir en los asuntos de la hacienda paterna.
*Facundo Quiroga era el hijo adolescente de un hacendado sanjuanino radicado en La Rioja.
*Bernardo de Monteagudo estudiaba abogacía en la Universidad de Chuquisaca.
*Martín Miguel de Güemes revistaba en el regimiento de infantería de Buenos Aires.
*Manuel Dorrego era el hijo adolescente de un rico comerciante portugués.
*El niño Juan Lavalle seguía a su padre, un funcionario español descendiente directo de Hernán Cortés, que había sido destinado a Chile hasta 1807, cuando regresó a Buenos Aires.
LOS PODEROSOS DEL MUNDO
volvereran, además de Napoleón I, Emperador de Francia: el Zar de Rusia, Alejandro I; el Emperador Germánico hasta la disolución de dicha monarquía en 1806 y entonces Emperador de Austria, Francisco II; el Rey de Gran Bretaña e Irlanda, nuestro ya presentado Jorge III y su destacado y conocido por nosotros Primer Ministro William Pitt el Joven (muerto en 1806); el Rey de Prusia, Federico Guillermo III… El Papa era un noble italiano, el conde Chiaramonti, llamado Pío VII; el Sultán Otomano y Califa de los Creyentes, Selim III.
La población mundial en 1800 era de alrededor de 980 millones de personas; las ciudades más pobladas, Pekín (1 millón 100 mil habitantes) y Londres (860 mil).
Y el próximo "Un Hornero" trae:
*Una Revolución fallida
*Ideas e influencias en el Río de la Plata
*Personajes de antaño visten ropaje nuevo
*Personajes nuevos visten ropaje de antaño
*Preludio a Mayo
*Curiosidades
*Una Revolución fallida
*Ideas e influencias en el Río de la Plata
*Personajes de antaño visten ropaje nuevo
*Personajes nuevos visten ropaje de antaño
*Preludio a Mayo
*Curiosidades